Este jueves 24 de noviembre nuestro programa de televisión La Pupila asombrada estará celebrando el 70 cumpleaños del trovador Silvio Rodríguez, y entre los materiales que compartiremos está la primera parte de la entrevista que Silvio concediera al espacio Otra vuelta de tuerka que conduce el político y comunicador español Pablo Iglesias. La revista hermana La Jiribilla publicará este viernes la transcripción íntegra de esa entrevista, cuya segunda parte transmitiremos en el programa del 5 de enero y aquí les adelantamos un fragmento.
Pablo Iglesias: Algunas de las canciones de nuestro invitado de hoy forman parte de la memoria sentimental de varias generaciones de españoles y latinoamericanos. Yo crecí escuchando Ojalá, Canción del elegido y Playa Girón, aunque el tema que nunca ha dejado de acompañarme es aquel que dice “debo partirme en dos”. Hoy, en Otra Vuelta de Tuerca, Silvio Rodríguez. Silvio Rodríguez, bienvenido a Otra Vuelta de Tuerca. Es un placer.
Silvio Rodríguez: Mucho gusto, Pablo.
Me han contado que naces en San Antonio de Los Baños y que tu padre influye mucho en tu amor por la literatura y tu madre en tu amor por la música. ¿Cómo era Silvio Rodríguez de pequeño?
Era fantasioso. Era el mayor de dos hermanos, tenía una hermana pequeña y me tuve que acostumbrar a jugar solo durante mucho tiempo. Pero mi padre, como bien dices, me inclinó a la lectura, sobre todo a la poesía. Me leía poemas de Rubén Darío, de Nicolás Guillén y de otros poetas también, incluido Juan de Dios Pesa, un poeta mexicano que fue amigo de José Martí , que le llamaban El Poeta del Hogar y tenía versos muy divertidos sobre la vida cotidiana, hogareña. Eso me hizo inclinarme por la lectura, porque después cogía los libros de mi padre y me ponía a leerlos y mi madre cantaba y canta todavía, tiene 90 años y canta todavía. Ella viene de una familia donde hubo algunos músicos, no muy destacados pero sí muy persistentes, y de ahí yo creo que adquirí, de esa combinación, el gusto por la literatura y por la música.
Hay un período que atraviesa tu infancia que a mí me fascina, que es el fin de la dictadura de Batista y el inicio de la Revolución Cubana, cuando tú eres muy jovencito todavía. ¿Qué recuerdos tienes de ese período?
Tengo recuerdos muy vívidos de cosas que pasaban en la calle, atropellos de policías a vagabundos, por ejemplo. Vi cosas así en mi infancia que me afectaron mucho. Recuerdo también las luchas estudiantiles, el asalto al Palacio Presidencial el 13 de marzo de 1957. Yo era un niño de 9 años, una cosa así, el tiroteo se oía en toda La Habana. Recuerdo también que se hablaba mucho de que desaparecían jóvenes universitarios y que luego aparecían torturados. Íbamos también a casa de un familiar nuestro que vivía frente al Capitolio y ahí, en un cuartico que estaba al fondo de la casa, se encendía muy bajito la Radio Rebelde, que era la radio que se transmitía de la Sierra Maestra y uno de los que hablaba ahí era el Che, porque él fue el promotor de esa idea de hacer una radio que llegara a toda Cuba. Desde antes del triunfo revolucionario nos fuimos familiarizando con algunos nombres, con los nombres de Fidel, del Che, de Raúl, de Camilo, Almeida; los que eran jefes de columnas y bueno, un poco como que todo el mundo era cómplice de lo que estaba pasando a través de la Radio Rebelde y a través de una forma de divulgar las noticias, que el Che bromeó en determinado momento con eso y que se usa mucho en Cuba y que le llamamos “radio-bemba”, o sea la gente hablando.
Cuando triunfó la Revolución, el 1ro de enero de 1959, nos sorprendió a nosotros en una visita que estábamos haciendo en mi pueblo natal. Ya vivíamos en La Habana desde hacía años y estábamos en San Antonio pasando ese fin de semana. Fue un día luminoso, lo recuerdo, lleno de sorpresa: La gente se lanzó para la calle. Fue un día de mucha intensidad.
Haces el servicio militar después de la Revolución y ahí aprendes algo muy importante para el resto de tu vida, a tocar la guitarra. De ahí surgen además algunas de tus canciones míticas como “La guitarra del joven soldado”. ¿Cómo es hacer la mili en la Cuba revolucionaria, con 17 años?
En aquel momento era más duro, ahora es más suave, ahora creo que es un año, pero en aquel momento cuando surgió la ley de servicio militar eran tres años. Yo estuve tres años y tres meses y realmente era difícil. Yo creo que íbamos sobre todo jóvenes que en ese momento no estaban haciendo nada, se escogían por eso y dio la casualidad de que en ese momento yo estaba haciendo algunas cosas, pero no estaba trabajando propiamente Estaba estudiando, pero por mi cuenta, piano y pintura, no estaba haciendo secundaria ni la universidad ni nada de eso. Como eran estudios digamos irregulares, no se me tomó en cuenta que estaba estudiando y me metieron en el servicio. Yo aprendí muchas cosas allí, sobre todo en el sentido de que podía haber algún tipo de organización que juntara a la gente, a mucha gente con un solo propósito: Eso fue interesante, porque fue la primera vez que yo vi eso y creo que nunca más lo he vuelto a ver, que haya algún tipo de organización. Me imagino que los partidos son así un poco también, el ejército es un poco más riguroso, en el sentido de la disciplina, pero esto, aunque tiene su parte negativa, también tiene su parte hermosa y aunque los ejércitos lógicamente no tienen muy buena prensa en general en el mundo, pero el hecho mismo de que exista una organización de que ponga muchos seres humanos a hacer una cosa yo lo veo positivo. Aprendí, entre otras cosas, radiotelegrafía. Me hice radiotelegrafista y eso me sirvió incluso años después, cuando estuve en la Flota Cubana de Pesca, por las costas de África. A veces me sentaba en la máquina y me ponía a pasar mensajes y a recibirlos.
En el ejército di con un muchacho que tenía su cama al lado de la mía y que tenía una guitarra. Aunque ya tenía un poco de inclinaciones musicales, realmente ahí fue que empecé a escudriñar qué podía hacer y le pedí que me enseñara algunos acordes. En cuanto aprendí los dos o tres primeros acordes, ya seguí solo. Es que me aburría mucho, la verdad y aquello fue para mí como llegar a un remanso, a un paraíso. Luego me escabullía, después que daban la hora de silencio, a eso de las 10:00 p.m. A esa hora todo el mundo se dormía y yo agarraba la guitarra, caminaba varios kilómetros, me sentaba debajo de una mata y allí me pasaba hasta la una o las dos de la mañana. Al día siguiente ya tú sabes cómo estaba.
Terminas el servicio militar y ya empiezas a cantar y ahí coincides con algunos nombres que todavía no se conocían fuera de Cuba, como Pablo Milanés. Muchos años después se hablará de la nueva trova cubana que seguramente en aquel momento no se consideraba un movimiento musical específico. Desde la distancia, desde el presente, ¿cómo juzgas lo que significó la nueva trova?
Nosotros éramos herederos de una trova que existía en Cuba desde mediados del siglo XIX, que había tenido diversas etapas, de manera que la nueva trova no es más que los muchachos de mi generación, que les toca agarrar la guitarra en pleno proceso revolucionario. Nos caracterizamos por, de cierta forma, seguir los pasos de los anteriores, pero también por un sentido de ruptura, sobre todo en el sentido de la palabra. Empezamos a usar más palabras que las que solía tener el léxico de las canciones que se conocían y esto yo pienso que es por vínculos que tuvimos con gente de la literatura. Yo antes de irme al ejército estuve trabajando en un diario de la juventud, de la juventud socialista primero y después de la juventud comunista cubana, que se llamaba el Semanario Mella y ahí conocí a una serie de escritores, dibujantes, fotógrafos; gente de mi generación que después fueron importantes. Allí empecé a tener cierto rigor en las lecturas y, cuando empecé a hacer canciones, todo aquello que me gustaba, inevitablemente, lo empecé a volcar en las canciones y a todos los demás compañeros que conformamos ese primer núcleo de la nueva trova les pasaba un poco parecido. Le pasó, a su manera, a Pablo, a Noel Nicola, a Vicente Feliú y a todos. Influyó también el hecho de que al triunfo de la revolución se inaugurara una política muy concentrada en la cultura, que arrancó con una campaña de alfabetización, después se hizo la Editora Nacional de Cuba, que la dirigió Alejo Carpentier y entonces, ¿cuál fue la política de esa editora? ¿Qué hizo? Editar todos los clásicos universales, españoles. Lo primero que se editó fue El Quijote y luego los clásicos del Siglo de Oro, los clásicos norteamericanos e ingleses, incluido Shakespeare y la literatura latinoamericana, que también impulsó mucho la Casa de las Américas y su directora, Haydeé Santamaría y todos los intelectuales que se reunieron alrededor de eso. Hubo un ambiente muy cultural y muy literario a principios de la Revolución. Pienso que todo ese ambiente, todas esas lecturas, esa avidez que se despertaron todas esas publicaciones, ayudado por la propaganda inmensa que se la hacía en la televisión y en los demás medios a los temas culturales, influyó mucho en nosotros y nosotros fuimos lo que fuimos gracias a eso. Influyeron también las características personales de cada cual, indudablemente, pero todo este ambiente que te describo resultó esencial.