Santiago no es aquí, en esta crónica, la rebelde y hospitalaria Santiago de Cuba, a la que siempre hay también que volver, sino Santiago del Estero, provincia del noroeste argentino y, más puntualmente, capital de ese territorio. La leyenda nostálgica la sigue llamando en textos de historia y publicidad turística “Santiago: madre de ciudades”, recordando sus importantes orígenes, siglos atrás.
Sus habitantes, santiagueños y santiagueñas, son uno de los blancos favoritos en la antología de chistes nacionales y se les tilda en ellos de gentes poco dadas al trabajo, así como a sus vecinos, la gente de Tucumán, se les adjudica (también, defensivamente, en boca de los santiagueños) la condición de gente amiga de tomar sin muchos miramientos lo que no es suyo. Sabemos que en muchos países (probablemente en todos: ¿quién sería capaz de negarlo?) a los habitantes de las regiones (o a los de todo un país) se les endilgan, desde el humor, rasgos que pueden llegar a ser discriminatorios. Pero la cosa no es, en realidad, tan seria y uno puede ver cómo, por ejemplo, muchos argentinos (en rigor, muchos porteños) se ríen o burlan de esa condición prepotente (prepo la llaman aquí, para abreviar) con las que se clasifican, en los chistes, injustamente, a todos los habitantes de la Argentina.
Dicen que el rasgo adjudicado jocosamente a los santiagueños puede tener su origen en las altas temperaturas de la provincia: es probablemente difícil ser un paradigma de laboriosidad con una temperatura que en los veranos sofocantes (que son todos) alcanza con facilidad los 40 grados centígrados. De ahí, sin dudas, la práctica general (y reparadora, según mi experiencia personal) de la siesta: ese segmento imprescindible de la vida que hace que la ciudad se detenga durante los horarios más hirvientes para reanudar su actividad probablemente lenta a los ojos de las gentes de la capital del país, que viven diariamente la tiranía del reloj, las distancias kilométricas y los inevitables apretujamientos del subte (metro en otros lugares) en los que el viajero puede ser subido y bajado, soy testigo y participante involuntario, casi sin poner los pies en el suelo.
Como la vida es felizmente movida por la contradicción, no resultará quizás demasiado difícil de entender que esa provincia dizque aletargada haya sido escenario de luchas, revueltas y combates a lo largo de su historia multicentenaria. Para ir directamente a los tiempos menos remotos: allí nació, a partir de un proceso integrador de ideas y búsquedas de caminos para la revolución deseada, el Partido Revolucionario de los Trabajadores y, también, su expresión concreta dentro de la estrategia de lucha de la séptima década del siglo pasado, la armada, a través del Ejército Revolucionario del Pueblo.
A esos territorios me acerco, necesariamente, cada vez que vuelvo a Santiago participando en las actividades culturales que el Centro Pablo de la Torriente Brau viene trayendo casi cada año desde Cuba a varias regiones argentinas, para estrechar lazos fraternos, conocer y disfrutar las culturas comunes que nos unen y seguir siguiendo en la tarea integradora nuestroamericana –en estos momentos estremecida por acontecimientos de signo contrario, conservador y neoliberal, en algunas zonas de nuestro mapa geopolítico.
Los lugares en los que participamos a la altura de noviembre pasado los integrantes de esta brigadita del proyecto Nuestra voz para vos (los trovadores del dúo Cofradía Pachi Ruiz y Lía Llorente y el que ahora traza esta crónica desde el sur) están relacionados, de alguna manera, desde la cultura, con los comentarios iniciales de esta nota urgente que estoy escribiendo ahora, muchos días después, ya en otro mes, ya en otro año, sentado en la casa de gente amiga y solidaria en el poblado de Santa Lucía, Tucumán, donde el pasado 28 de noviembre culminó el recorrido de Nuestra voz… con un concierto memorable en el que participaron artistas de la talla (nacional e internacional) de Liliana Herrero, Peteco Carabajal, o Luis Gurevich y Julia Zenco, junto a creadores de varias regiones argentinas.
En Santiago estuvimos presentes, el domingo 15 de noviembre, en un espacio que defiende a capa y cariño y tesón los valores de la cultura popular, el patio del Indio Froilán, donde él y su compañera Tere Castronuovo, junto a un pequeñísimo puñado de colaboradores, ponen a disfrutar y a compartir a decenas, a cientos de gentes que llegan al lugar, participan de manera totalmente gratuita en esa fiesta de la chacarera, mientras Froilán trabaja en su oficio maravilloso y delicado de luthier de bombos, en el que tiene un nivel que ya rebasa las fronteras del país. Generoso y activo, Froilán donó, días después, al pueblo de Santa Lucía, en Tucumán, a través de su Biblioteca Popular, un hermoso instrumento, con el que encabezó la marcha que abrió las actividades del Festival del Monte Tucumano en el poblado luceño el 28 de noviembre.
Allí, en el patio del Indio Froilán el dúo Cofradía dejó los aires de las melodías cubanas que han interpretado a lo largo de esta gira (casi) interminable de Nuestra voz para vos y yo transmití, junto a Tere, los saludos fraternos de la poesía y la cultura de la Isla frente a un público respetuoso y atento para los que ni el crecimiento de las cifras de los participantes ni las cervezas y los vinos que corren durante la noche en la atmósfera y las gargantas del patio conviertieron en un obstáculo a la labor de los artistas. Al contrario: pareciera que son el combustible necesario para que decenas de parejas –de todas las edades– levanten el polvo de ese patio mientras bailan una chacarera, una zamba o un gato. Subrayo lo de todas las edades porque me ha resultado siempre hermoso y significativo constatar la presencia de tantos jóvenes –¡y niñas y niños! – en estas fiestas semanales del Patio, disfrutando los ritmos de sus raíces, compartiendo la belleza de esas músicas entrañables. Los grandes –y los pequeños– artistas del folclore argentino son los culpables definitivos –junto las políticas culturales implementadas desde el Estado nacional en la última década– de estos amoríos emocionantes entre la gente y la música auténtica que les pertenece.
Dos días después del Patio, el 17 de diciembre, Nuestra voz… tuvo por sede un espacio santiagueño de larga trayectoria cultural: la librería Dimensión, fundada por Francisco René Santucho, desaparecido en la década del 70 y hermano de Mario Roberto, fundador principal del PRT y del ERP, y dirigida actualmente por Fran, su hijo, junto Gilda, compañera de Francisco René. Esa noche del 17 presentamos la antología de poemas Amar sin papeles, publicada en España por la cooperativa editorial Atrapasueños y el disco del mismo nombre que incluye poemas que leí, a finales del pasado año, junto a Lucía Sócam, la tierna y poderosa cantautora andaluza que musicalizó casi una decena de mis textos para compartirlos en un mano a mano fraterno a lo largo de diez ciudades de España.
Junto al hermoso libro que lleva un entrañable prólogo poético y fraterno de Juan Gelman e inquietantes viñetas del hermano Roberto Fabelo, llevamos a Dimensión la edición argentina de su homónimo sonoro, con diseño de René Hernández basado también en viñeta fabeliana y con fotos tomadas durante nuestra gira ibérica.
Además del encuentro con escritores y gente amiga santiagueña, esta presentación en Dimensión tiene para mí sensibles significados culturales y políticos. Allí recordé la reciente edición facsimilar de la revista del mismo nombre dirigida por Francisco René, realizada por la Biblioteca Nacional Mariano Moreno de la Argentina, hasta hace unos días liderada por ese sabio indagador y comprometido que es nuestro amigo Horacio González. Dimensión, la revista, es una fuente importante para conocer la importancia del estudio de las raíces indigenistas animados por Francisco René y su importancia en la génesis del movimiento revolucionario argentino nacido en Santiago del Estero.
Los incesantes días en el noroeste argentino tuvieron para nosotros su continuidad enseguida: el 18 y el 19 de noviembre nos presentamos en el centro Bellas alas de la Avenida Belgrano, un espacio cultural que combina el buen gusto y la eficiencia técnica para permitirnos compartir con el público asistente el mano a mano poético trovadoresco junto al dúo Cofradía en la primera de esas jornadas, y una presentación especial invitados por la cantautora cordobesa Dafne Usorach que realizaba, junto a su compañera y productora Vicky Gallegos, una aventurera y venturosa gira por el país, a bordo de una motor home (más conocida por nosotros con otra palabra también sajona: trailer) y que recién está terminando por las fechas en que, tardíamente, escribo esta crónica santiagueña.
Tardía –pero segura– esta otra crónica desde el Sur, más allá de recordar el recorrido testimoniado por las anteriores en La Plata, Azul, un momento de paso por la Olla de la Asamblea de Dorrego en la capital, y Mendoza, viene a mostrarnos las coincidencias de sueños y rutas, los esfuerzos comunicadores compartidos, las poéticas comunes en esos azarosos movimientos a través de una parte de la geografía argentina. Y viene a mostrarnos, para nuestra alegría, los cruces, las apariciones de gente amiga, como Dafne que fue una de las primeras artistas argentinas que compartieron sus canciones en el patio del Centro Pablo (cuando formaba parte del dúo Jano junto a Pilmaikén Milikota) y que muy recientemente nos ha vuelto a visitar en La Habana, cantando en solitario en el espacio de la calle Muralla y otros sitios del centro del país, en una gira organizada por el Centro Pablo.
Tardía –pero segura– aquí va esta deuda-crónica desde el Sur para ustedes, hipotéticos/as y queridos/as lectores/as de las anteriores. Y quién sabe si de las pocas pendientes que aún quedan en el tintero de esta laptop.
Por lo pronto, a pesar de los rigores de este verano tucumano (pariente de su vecino Santiago el Estero), espero escribir ahora la crónica desde el Sur que debe seguir tras esta que aquí termina.
La próxima parada (de entonces) fue este lugar donde ahora estoy: en Santa Lucía, poblado tucumano perteneciente al municipio de Monteros. Hace seis minutos se acaba de “ir la corriente”, hay un corte de luz que, según veo en la prensa, está golpeando a varias regiones del país en este verano que ha comenzado. Hoy, ahora, es enero, no se mueve una hoja ni un bicho viviente en la calle, según compruebo a través de esta ventana, total e inútilmente abierta de par en par.
Le echo una mirada, desconfiada, de reojo, al ventilador inerte. Y voy pa la crónica siguiente.
Qué crónica tan desinteresante!