Ernesto Gómez Abascal
En el transcurso de las últimas semanas, una verdadera tormenta política está sacudiendo Turquía, y en mi opinión, no se trata solo de un problema de corrupción como algunos medios insisten en presentar. El asunto parece ser mucho más complicado.
A pesar de que los ministros de Medio Ambiente y Planificación Urbana, Economía e Interior, han presentado sus renuncias, y los hijos de estos dos últimos han sido detenidos bajo acusaciones de corrupción, junto a decenas de otros altos cargos, entre ellos el director gerente del principal banco estatal, el HalkBank, se trasluce una mezcla con otros elementos políticos, incluso regionales e internacionales, que hacen más turbia la situación.
Las acusaciones de corrupción, dirigidas contra el gobierno del primer ministro Erdogán, perjudican las aspiraciones de Turquía de integrar la Unión Europea, pues esta organización exige parámetros de transparencia administrativa que evidentemente, el país otomano no cumple, aunque tampoco las cumplen todos en el Occidente cristiano. Existen ejemplos suficientes y recientes, de cómo banqueros y financieros en estos países se han embolsado cifras increíbles de dinero, mientras llevan al desempleo y a la miseria a buena parte de sus pueblos. Pero esto no justifica la corrupción turca.
Algunos ministros, diputados y personalidades con importantes responsabilidades en el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), de carácter islámico moderado y que ha estado en el poder durante los últimos 12 años, también han solicitado la renuncia del primer ministro Erdogán, acusado también de asumir un carácter cada vez más autoritario.
Ahora el enérgico dirigente turco, está enfrentando ataques desde varios flancos. El AKP está lejos de ser un partido homogéneo, su formación atrajo incluso a elementos progresistas, algunos de los cuales —durante mis cinco años como embajador en Ankara—, me manifestaron sus simpatías con el marxismo y su militancia antimperialista. Ello se demostró claramente cuando en ocasión de formar los Grupos Parlamentarios de Amistad con otros países, el de Cuba fue el que atrajo el mayor número de firmas de diputados. Prácticamente casi todos los miembros del parlamento solicitaron ser miembros de nuestro grupo, algo considerado excepcional. Es oficialmente reconocido además, que en la opinión pública turca, predomina ampliamente un sentimiento antiestadounidense y antisionista.
El gobierno de Washington hace tiempo venía quejándose ante Ankara, de que el principal banco estatal, el Halkbank, prestaba servicios a Irán para que el país persa burlara las sanciones impuestas debido a su plan de desarrollo nuclear. También han presionado a Turquía para que no compre petróleo directamente del Kurdistán iraquí, en contra y al margen del gobierno central de Bagdad. Turquía, siendo miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, propuso junto a Brasil, un proyecto de resolución que favorecía a Irán e iba en contra de la política de sanciones y amenazas que estaba promoviendo EEUU.
Más recientemente, el gobierno turco, comprometido profundamente en la guerra sucia contra Siria, la cual coordinaba con Washington y otros miembros de la OTAN, se sintió traicionado por el gobierno de Obama, cuando este desistió de iniciar un ataque directo utilizando su aviación y la de la OTAN, para tratar de liquidar, como hicieron en Libia, a las fuerzas del gobierno. El papel jugado por los gobernantes turcos contra Bashar el Assad, cambiando su proclamada política de “cero conflictos con sus vecinos” y convirtiéndose en la base principal de la oposición política y armada, ha sido muy impopular dentro de Turquía, pues también la ha desgastado y creado más tensiones internas, especialmente con la población kurda, que observa cómo sus hermanos en territorio sirio, del otro lado de la frontera, han alcanzado en la práctica un nivel de autonomía similar al que está vigente hace años, en las tres provincias kurdas del norte de Iraq.
El primer ministro Erdogán también reaccionó airada y públicamente contra el golpe de estado que depuso al gobierno de los Hermanos Musulmanes en Egipto, y ha llevado a un punto crítico las relaciones con el gobierno militar, dejando ver que detrás del golpe contra sus aliados islámicos, estarían los EEUU e Israel. Su reacción de disgusto ante estos hechos, fue lo que posiblemente lo llevó a promover un acuerdo con la República Popular China, para comprar allí un sistema coheteril antiaéreo, que no está dentro de las normas de los miembros de la OTAN y que está siendo impugnado desde Washington.
Como antecedente a la situación actual, habría que agregar la crisis del pasado mes de junio, cuando grandes manifestaciones fueron reprimidas en Estambul y se extendieron por gran parte del país, en protesta contra el proyecto de destruir un parque, para construir allí un centro comercial y una mezquita. La imagen que trascendió de aquellos incidentes, fue la de un Erdogán autoritario e inflexible, y de una policía excesivamente represiva. El gobierno turco es acusado frecuentemente de ser violador de los derechos humanos y encabeza la lista de países que más periodistas tiene encarcelado.
Igualmente, en los últimos cinco años, el gobierno de Erdogán ha venido llevando a cabo un proceso judicial para llevar a la cárcel a importantes jefes militares, periodistas, políticos e intelectuales, acusándolos de participar en una conspiración para derrocar el gobierno, conocida como Ergenekón. Muchos en la oposición afirman que este proceso ha estado dirigido a terminar con lo que los turcos popularmente han llamado “el gobierno invisible”, supuesta estructura que estaría formada por altos mandos militares que ostentaban el poder real en el país.
Ahora el primer ministro ha acusado a poderes extranjeros, y a la red que — infiltrada en la policía y los medios judiciales y que en parte parece los controla—, dirige desde los Estados Unidos el Iman Fethullah Gulen, como los instigadores de la actual campaña contra el gobierno. Este último predicador islámico —antes apoyo importante de Erdogán—, que mueve enormes recursos económicos, huyó y se estableció en Pensilvania desde hace unos quince años, cuando fue acusado de alentar la toma del poder por sus seguidores. Allí, desde un gran palacio rodeado de bosques, dirige una fundación caritativa islámica, que otorga becas, funda escuelas e incluso universidades, y promueve negocios en buena parte del mundo.
Hace algunos años no me sorprendió encontrarme en Estambul a dos jóvenes cubanos, que poseían un pequeño restaurant en La Habana y habían sido captados para pasar una de sus escuelas en esa ciudad turca.
De las contradicciones con Fethullah Gulen, parece desprenderse la decisión de destituir al Jefe de la Policía de Estambul y que unos cuatrocientos miembros de este cuerpo hayan sido retirados o quedado cesantes. También ha adoptado medidas contra la estructura judicial y declaró que no permitiría la existencia de un estado paralelo. Algunos importantes periódicos han exigido la expulsión de personeros extranjeros por inmiscuirse en asuntos internos del país, nombrando específicamente al embajador yanqui y a representantes de Israel.
Voceros del Departamento de Estado de Washington han rechazado estas acusaciones y han demandado del gobierno turco las desmienta y aclare públicamente la situación.
La tormenta parece estar en su momento más intenso. El primer ministro Erdogán está en su centro y es posible que en Washington estén interesados en tener en Ankara un aliado más dócil. Las presiones que recibe ya lo llevaron a hacer un cambio de gabinete, en el cual entraron diez nuevos ministros.
¿Resistirá en el poder el autoritario dirigente turco?¿Se podrá conocer qué hay detrás de todo esto?
La política en Turquía está demostrando ser extremadamente complicada. En este caso es muy aplicable lo sentenciado hace más de un siglo por José Martí: “En política, lo real es lo que no se ve”.
Diciembre 28, 2013.
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