Si hay algo que puede vaciar de contenido un proyecto democrático es la combinación entre abstencionismo electoral y el rechazo de los partidos políticos. Y esto es precisamente lo que está ocurriendo en Chile a partir del triunfo de Michelle Bachelet en un comicio en el cual quien verdaderamente arrasó fue el abstencionismo, que arañó el 59 por ciento del padrón electoral, mientras que Bachelet apenas obtuvo el apoyo de un 25 por ciento del mismo. No hace falta ser un Premio Nobel de Ciencia Política (plaga por ahora inexistente) para concluir que la democracia chilena enfrenta una grave crisis de legitimidad: la “antipolítica”, o sea, la indiferencia ciudadana ante el predominio indiscutido de los grandes intereses privados expresa, de manera categórica, el triunfo ideológico del neoliberalismo en un país en donde no sólo la economía tiene ese signo ideológico sino que también lo asume como su divisa una sociedad que lleva más de cuarenta años de indoctrinamiento en los valores más exacerbados del individualismo burgués.
La apatía ciudadana no es un capricho. Se explica por un hecho bien sencillo: una democracia que durante más de veinte años se desinteresó por la suerte de la ciudadanía (al paso que se desvivía por asegurar las ganancias de los capitalistas) al cabo de un cierto tiempo sólo podía cosechar apatía, desinterés y, en algunos casos, el abierto repudio de amplios sectores de la sociedad. No sorprende que la última encuesta de Latinobarómetro haya certificado que, interrogada sobre cuál es la forma preferible de gobierno, casi un tercio de la muestra entrevistada en Chile, exactamente el 31 por ciento, declarase preferir un gobierno autoritario o que “le da lo mismo” cualquier clase de régimen político. En Venezuela, en cambio, para tomar el caso de un gobierno ferozmente atacado por la prensa hegemónica en la región a causa de sus supuestos “déficits democráticos”, quienes contestan de la misma manera constituyen apenas el 11 por ciento de los entrevistados. Y como asegura la teoría política, la calidad de una democracia se mide, entre otras cosas, por las creencias políticas de sus ciudadanos. No es este el único indicador en el cual la Venezuela bolivariana supera a casi todos los países de la región, comenzando por Chile.
El triunfo del neoliberalismo y la exaltación de los valores mercantiles se traducen naturalmente en la derrota de la política a manos del mercado; del espacio público subyugado por la esfera de lo privado, dominada por las grandes empresas. A lo anterior súmesele la preocupante declaración que hiciera Bachelet al día siguiente de su victoria cuando dijera (tal como lo reprodujera Página/12 en su edición del 17 de Diciembre) que “las decisiones las voy a tomar yo, no sólo del gabinete. La coalición que me apoya es una cosa, la constitución del gobierno yo la voy a decidir.” En otras palabras el peor de los mundos: apatía ciudadana combinada con la desmovilización, o marginación de los partidos políticos y, por añadidura, de movimientos sociales u otras formas de organización, que son la expresión de las aspiraciones, expectativas e intereses de las clases y capas sociales que componen la sociedad chilena. ¿Creerá acaso la futura presidenta que de ese modo podrá avanzar en la reforma de la antidemocrática constitución pinochetista, el regresivo régimen tributario y la educación convertida en un negocio que ofrece pingües ganancias a los empresarios que lucran con ella, para ni hablar de derogar la decimonónica y reaccionaria legislación laboral que todavía subsiste en Chile? Sin una población re-politizada (como supo ser la del Chile de Salvador Allende) y sin partidos políticos y movimientos sociales que canalicen y potencien las aspiraciones populares la democracia chilena continuará siendo fácil presa de las clases dominantes, de los grandes empresarios que desde dentro y fuera de Chile han venido controlando el estado y los sucesivos gobiernos desde el golpe del 11 de Septiembre de 1973.
Convendría que, habida cuenta de lo anterior, Bachelet reflexionara sobre lo que más de una vez sentenciara George Soros: “los ciudadanos votan cada dos años, los mercados votan todos los días.” Controlar ese nefasto influjo cotidiano de los mercados –eufemismo para no designar por su nombre al gran capital- será una misión imposible sin sortear la trampa de la “antipolítica” y sin garantizar que los partidos, sobre todos los de izquierda, jueguen un papel protagónico en su gobierno. De lo contrario, el tránsito desde esa frágil democracia sin ciudadanos hacia una plutocracia desenfrenada será tan acelerado como inevitable.
Artículos destacados:
Bueno habría que dejarle el beneficio de la duda, por lo menos no ganó Mathei o ¿era preferible tener a alguien desembozadamente guardiana del status quo a alguien que no tiene una definición política clara? Esta es solo una interrogante
Abogas por el supuesto “mal menor”. ¿Hasta cuándo? Bachelet y Pîñera son dos formas de la misma derecha capitalista y pro-yanqui, represora de estudiantes y mapuches. ¿Cuál es la duda? Bachelet ya gobernó y vimos lo que hizo.
¿Y por casa cómo andamos? En Argentina, en la primera elección que ganó Cristina Fernández, siendo el voto obligatorio, la presidenta sólo obtuvo el 30,1% del padrón electoral. En la reelección (buena elección al fin de cuentas) obtuvo el 40% del padrón electoral. Es decir, el 60% de los ciudadanos no la votó. En las últimas elecciones parlamentarias, fueron 9 millones los que no concurrieron a votar, votaron en blanco y/o anularon su voto, contra los 3,6 millones del Frente para la Victoria (el partido más votado). Y reitero: el voto es obligatorio, bajo amenazas de multas y restricciones de derechos. Si no fuera obligatorio los porcentajes serían escandalosos. Esto significa, en Argentina, una seria crisis de representatividad política e institucional. La “democracia” es “el gobierno del pueblo y para el pueblo” y en Argentina no gobierna el pueblo y se gobierna para grupos trasnacionales (Barrick Gold, Monsanto, Chevron, Monsanto, Telefónicas), se saquea la plata de los jubilados y sangra al país pagando una deuda externa que ya pagamos varias veces.
Habría que remontarse a años anteriores a 1999 en Venezuela para poder comparar esa estadística con la de Chile en estos momentos. Saludos.
“Privatizar y despolitizar se han convertido en el eje del modelo. ¿Cómo si no explicar las reticencias para romper con el marco jurídico-político y económico impuesto por la dictadura, y las reticencias para dejar sin efecto la ley de amnistía que da inmunidad a criminales de lesa humanidad y la ley antiterrorista de 1982 aplicada contra el pueblo mapuche sin piedad? Unos y otros, gobierno y oposición, tanto monta, monta tanto, están de acuerdo en lo esencial. Las diferencias son de grado y, como ocurre siempre, suelen manifestarse de manera extrema en campañas electorales. El discurso se “radicaliza” dando lugar a una bacanal de promesas, donde la mentira, la demagogia y la charlatanería triunfan en medio desafecto por la verdad. En los próximos cuatro años de gobierno Michelle Bachelet hará buena la máxima de Jonathan Swift, al subrayar que la política dejó de ser el el arte de lo posible, del cambio, transformándose en el arte de mentir bien. Tal vez sea ese el único merito de la Nueva Mayoría y de Bachelet. Mucho ruido para pocas nueces. El triunfo de Michelle Bachelet, representado hoy por Nueva Mayoría, versión travesti de la Concertación, y la oposición, Alianza por Chile, partidos legitimadores del golpe de Estado de 1973, férreos defensores de la constitución de 1980, no supone cambiar el rumbo ni alterar los fundamentos económicos del orden pinochetista. Se sienten cómodos en sus redes y harán lo posible por conservarlo sin fisuras. Nueva Mayoría tendrá que hacer frente a los diputados comunistas e independientes, quienes seguramente tendrán una función testimonial, no descartando que sean utilizados como colchón apaciguador de los conflictos sociales inherentes a un modelo excluyente, concentrador y desigual. El triunfo de Bachelet no es el triunfo de la izquierda ni el retorno de la misma a La Moneda; es más de lo mismo. Pero si hay algo esperanzador es mirar con atención el desenvolvimiento político de ese millón y medio de personas que votaron en primera vuelta contra el binominalismo, haciendo un llamado a celebrar una asamblea constituyente y cuestionando el sistema neoliberal. La alternativa se mueve abajo y a la izquierda”, dice .Marcos Roitman Rosenmann en http://www.jornada.unam.mx/2013/12/18/opinion/026a2pol
Excelentes comentarios. El “neoliberalismo” no es otra cosa que los capitalistas arrasando para nivelar sus monedas convertidas en muchos ceros porque dejaron de representar hace tiempo, recursos, bienes , servicios y el trabajo de los humanos. Es lo especulativo llevado al cero absoluto.
Preocupante el artículo, porque desgraciadamente, es un excelente análisis. En lo personal, creo que la única esperanza, es el PC chileno, que estará, como han dicho sus dirigentes, con un pié en el gobierno y el otro en la calle. Se va a polarizar la cosa y la DC, equivalente chileno del Copei venezolano, se moverá más a la derecha nuevamente, que es su lugar más adecuado. Este matrimonio llamado “Nueva Mayoría”, no durará mucho tiempo.
Todo puede ser y cualquier avance da resultados, los comunistas en Chile juegan un papel importante y siguen el ejemplo de Luis Corvalan, Gladis Marín, Neruda, Jara y muchos más que dieron su vida por un Chile diferente, la lucha de clases superara a los neoliberales y no se olviden que el manifiesto comunista da la respuesta clave en estos casos. La revolución por la patria grande avanza y nadie la detendrá. Basta de eufemismo y nada, ni un tantico así al imperialismo.
Muy bueno el artículo de Borón, nos muestra que la sra. Bachelet cojea del mismo pie que toda la socialdemocracia; se han montado al carro del neoliberalismo, quedan al servicio del gran capital y por lo tanto alejados del pueblo. De alli que solo el 25% la hayan votado.
Lamentablemente poco puedemos esperar de este cambio de gobierno. Solo una gran presión de los sectores populares podrá hacer cambiar , de lo que parece ser, el rumbo del gobierno de Bachelet.
Saludos,
Miguel A.
El futuro de Chile estará ligado al futuro de la América bolivariana. No me cabe duda que en Chile hay baterías cargadas que pueden potenciar en un momento dado una revolución social. No son tiempos para dormir a piernas sueltas, son tiempos en que el miedo tiende pactos con la paciencia y se quiebran critales y le nacen auroras a la nación americana cuando menos lo esperan. Hay un hálito nuevo regado en la conciencia americanista y se juntan cada vez más los americanos del sur y vale que se esté alerta. La Bachelet no podrá ir más rápida de lo que le permitan las circunstancias, pero deberá poner talento en lo que haga. Hay una juventud y un pueblo a la espera y está latente lo que ocurre en el mundo y las ansias de justicia. Vendrá por más el pueblo y serán los reclamos históricos y las necesidades humanas las que harán la cultura revolucionaria y humana de Chile.
Para su conocimiento: Efectivamente, el apolitisismo fomentado por Pinochet y mantenido por la Concertación por décadas es la causa principal del desinterés de la población en la política, agravado por sectores ignorantes políticamente que tampoco levantan una alternativa objetiva, sin embargo hay datos que el Sr. Barón no ha tenido en cuenta y que permite determinar que la abstención es bastante menos a lo señalado en su artículo: no votan alrededor de 2 millones y tanto de personas que figuran en los registros electorales, debido a se encuentran en el extranjero (más de un millón y medio de chilenos) que no tienen derecho a voto, los registros no están depurados conteniendo muertos o son presos (Alrededor de 1 millón de chilenos) y lo que es más importante aún que no existe un Censo confiable de manera que no se sabe si somos 15 o tal vez 17 millones de chilenos y por tanto surge preguntarse ¿Cuántos tienen derecho a voto realmente? de manera que la abstención no es mayor que el 55% y será responsabilidad de gobierno de Bachelet re encantar a la población con transformaciones de fondo incluida una nueva Constitución en un periodo de 4 años.
Carolina:
La felicito por su optimismo. Yo también tengo la esperanza de que esta vez, sí se haga lo que corresponde y requiere el pueblo de Chile. La inclusión del PC, me genera un pequeño grado de optimismo, porque el resto, sigue siendo más o menos lo mismo de estos 23 años, incluida la menos que poco confiable DC.
Otra cosa que me preocupa, es la colonización cultural del imperio, que ha metido prácticamente toda su pseudo-cultura en Chile. Si hasta el Halloween se celebra y ahora, los estamos imitando incluso en la abstención electoral.
Saludos