Elier Ramírez Cañedo
Con República Rigurosamente Vigilada. De Menocal a Zayas (en dos tomos), del sello editorial Ciencias Sociales, el reconocido historiador Rolando Rodríguez vuelve a regalarnos una obra monumental e imprescindible para la historiografía cubana. Es verdaderamente sorprendente la capacidad de trabajo investigativo de Rolando, cuyos resultados se hacen cada día más palpables. Una visión totalizadora de la historia, como la que vemos en los libros de este autor, es muy poco común en el gremio de los historiadores, pues generalmente esos empeños tan abarcadores son asumidos por colectivos de autores. Es fácil advertir que este libro es continuación cronológica y analítica de obras anteriores del autor como: Cuba: La Forja de una nación, premio de la crítica científico-técnica en 1999, Cuba: las Máscaras y las Sombras y República de Corcho. Esta última también merecedora del premio de la crítica científico-técnica, lo que dice mucho de la calidad y los innumerables aportes a la ciencia histórica cubana que podemos hallar en los libros de Rodríguez García. En total, sumando la obra que hoy presentamos son ya 9 tomos de Historia de Cuba, que abarcan desde finales del XVIII hasta la segunda década del siglo XX. Les adelanto que pronto serán 14 tomos, pues el próximo año, saldrán tres que comprenden el período de Gerardo Machado (1925-1933) y luego dos más de la etapa conocida como “Gobierno de los Cien Días”, aunque realmente fueron 127. Sobran entonces las razones para que celebremos el hecho de que sea el también premio Nacional de Ciencias Sociales y de Historia uno de los homenajeados en la próxima Feria Internacional del libro de La Habana.
En República Rigurosamente Vigilada. De Menocal a Zayas se abandona todo criterio reduccionista o superficial. Rolando rechaza los análisis epidérmicos y se adentra en las complejidades y contradicciones del período republicano. Para hacerlo se vale de una copiosa información documental, bibliográfica y periodística, tanto de los archivos cubanos como norteamericanos. Al terminar de leer esta obra se comprende inmediatamente que constituye referente obligatorio para los investigadores y pedagogos cubanos. De ella se podrán elaborar mejores síntesis para libros de textos en la educación y para otras investigaciones que permitan una mayor divulgación de los conocimientos aportados.
El primer tomo se adentra en el examen de los dos mandatos presidenciales del General Mario García Menocal. A esta etapa se le dedican 9 capítulos, en un total de 500 páginas. No conozco antecedente de tal profundidad de estudio en la historiografía cubana. En estos capítulos se refleja cómo El Mayoral fue un excelente administrador de los intereses yanquis, con los cuales tenía estrechos vínculos. “Estados Unidos encontraría en él un aliado hasta las heces”, señala Rodríguez.[i] Fue en esos años que se produjo el verdadero asalto a Cuba por la oligarquía financiera yanqui, la cual aprovechó muy bien el crack bancario de 1920 para desplazar en la Isla a los bancos cubanos y españoles y apoderarse de numerosos ingenios, tierras y otras riquezas. Como señala Rolando, el dominio de Estados Unidos sobre Cuba se hizo casi absoluto, los márgenes que quedaron para hacer piruetas en el poder fueron cada vez más limitados. El libro describe con lujo de detalles ese proceso, así como el del tránsito de la llamada etapa de la Danza de los Millones o Vacas Gordas –que lo fue solo para la burguesía- a las Vacas Flacas. También se dedican numerosas páginas a la llamada Revolución de Febrero o insurrección de La Chambelona, luego de que Menocal, usando la fuerza y el fraude, se impusiera para un segundo mandato en las elecciones de noviembre de 1916, apoyado por el gobierno de los Estados Unidos, quien nuevamente desembarcó sus marines en la Isla.
El segundo tomo, con 10 capítulos, incursiona en el periodo presidencial de Alfredo Zayas (1921-1925). Se explicita en ellos como entró en crisis todo el sistema neocolonial instaurado en Cuba, al tiempo que se producía un reverdecer de la conciencia nacional y de las luchas sociales. A la altura de hoy, causa todavía ira conocer el nivel de injerencia de los Estados Unidos en Cuba en aplicación de la llamada “política preventiva”. También saber el nivel de corrupción y nepotismo que caracterizaron a esta administración. La figura de Enoch Crowder, general enviado a Cuba como representante personal del presidente estadounidense, se hizo nefasta para los cubanos por su intervencionismo arrogante y sistemático en los asuntos de la Isla. Zayas trataba de quitarse de arriba a tan desagradable visitante y de esquivar sus exigencias, pero en la mayoría de las ocasiones tenía que ceder, pues todos los resortes económicos y políticos de la República los dominaba Estados Unidos. Muy documentados e interesantes son los acápites dedicados al movimiento estudiantil universitario y a su figura más descollante: Julio Antonio Mella. También los que abordan la historia del movimiento de Veteranos y Patriotas, “la última farsa de los políticos y patrioteros”, al decir de Mella.
Me parece importante resaltar que este libro contribuye a desbancar el criterio simplista que ha prevalecido durante mucho tiempo de que todos los presidentes de la República fueron simples “títeres” y “lacayos” complacientes y pasivos al servicio de los intereses de Washington. La obra de Rolando demuestra que también hubo contradicciones y forcejeo diplomático y político. Menocal, por ejemplo, aunque fue de los presidentes más serviles al gobierno estadounidense, no por eso dejó de encarar a los gringos en varias ocasiones, sobre todo, cuando se trataba de aspectos que pudieran afectar su peculio personal o la sobrevivencia de su gobierno. Durante su mandato la pugna por los precios del azúcar fue un ejemplo donde las contradicciones con los Estados Unidos salieron a flote. Al punto de que Washington se vio obligado en varias oportunidades a aplicar la presión económica contra la Isla para lograr subyugar al Mayoral. “Resultaba evidente que El Mayoral tenía rachas en que servía a la burguesía financiera del Norte, pero la mayoría de las veces jugaba en su propio favor como hacendado criollo y de sus congéneres”, destaca Rodríguez.[ii] Zayas tuvo frecuentes enfrentamientos con el general Crowder, cuando la injerencia de Washington en los asuntos cubanos llegó a niveles inverosímiles. No obstante, es cierto que en muchas ocasiones la adulonería y acatamiento sumiso de las orientaciones de las autoridades estadounidenses estuvo presente y que cada vez que necesitaron el favor de estas para legitimar sus intereses políticos echaban al lado su falso patriotismo y no dudaban en solicitar la injerencia o intervención, pero el asunto es mucho más complejo, como se explica a lo largo de esta obra. Al respecto ha señalado la Dr. Francisca López Civeira en un interesante artículo: “No se trata de poner etiquetas a partir de un fenómeno innegable: el sistema de dominación neocolonial permeaba todo el acontecer cubano; pero también existían intereses domésticos en cuanto al ejercicio del poder, que no siempre eran coincidentes con los de los Estados Unidos, aunque no fueran antagónicos. Por tanto, esas relaciones de dependencia eran más complejas que el simple asentimiento”.[iii]
Uno de las grandes virtudes que le veo al libro de manera general es que incluye pasajes muy interesantes de la vida social y cultural republicana en su cotidianidad, valiéndose fundamentalmente del testimonio de la prensa. De esta manera el lector logra captar el espíritu y el ambiente de la época. Se ofrece información, por solo mencionar algunos ejemplos, sobre los graves problemas de la sanidad pública y la educación, de las enfermedades y epidemias, así como de los remedios que se empleaban. También sobre las obras de teatro, la música, la literatura, la industria cinematográfica, el transporte, el vestir, el deporte y la arquitectura. Asimismo, el lector no dejará de asomarse a historias totalmente desconocidas como la del famoso bandolero Arroyito, que se convirtió en una especie de Robin Hood para los cubanos, dando pie con sus acciones a innumerables leyendas.
Disfruto mucho cada libro de Rolando sobre la República, como seguro lo harán ustedes, pues cada uno de ellos constituye un rotundo martillazo sobre las cabezas de los que con labios prostituidos siguen abogando por una Cuba muy similar a la anterior al 1ro de enero de 1959. Para esos nuevos anexionistas, la República cubana no nació en Guáimaro en 1869, sino el 20 de mayo de 1902. Gracias Rolando, por hacernos más conscientes, sobre todo a los que no conocimos aquella República, de la necesidad y grandeza de la Revolución Cubana. (Publicado en La Jiribilla)
Notas