Javier Couso
Pasito a pasito pero con optimismo, así es como yo veo la lucha. Sólo lo que se sueña se puede realizar. Soñar es diseñar el futuro. El pesimismo es paralizante, como tan bien explican las compañeras Iria Meléndez, Victoria Permuy y Sonia Alberca en su artículo «El mantra del “todos son iguales”: indefensión aprendida, fatalismo y disonancia cognitiva», lectura que recomiendo vivamente [1].
Me gusta repetir las estrofas de un poema, del que no recuerdo autor ni procedencia, que leí en un libro sobre la resistencia antifranquista:
No te sientas vencido, ni aún vencido
no te sientas esclavo, ni aún esclavo
y que maldiga y muerda vengadora
aún rodando en el polvo tu cabeza.
Esa es la actitud, aunque no veamos el final, aunque podamos dudar de todo. Caminar con una sonrisa producto del hecho de caminar y del deseo de llegar a la meta imaginada.
De la creencia en la grandeza del futuro sale la audacia necesaria para dar el primer paso de un viaje largo y repleto de desafíos que debemos emprender con la decisión de llegar a un lugar diferente del que partimos.
Por desgracia, hay quienes, desde posiciones decisorias, ni tienen optimismo, ni tienen audacia. Prefieren el refrán, convertido en su hoja de ruta, del “virgencita que me quede como estoy”, o, si las circunstancias llevan al desbordamiento y obligan a moverse, el andar trastabillado de la cojera simulada.
Representan el inmovilismo atornillado a los sillones, el statu quo del exiguo tanto por ciento que permite ver desde la barrera la sangre en la arena. Lo importante es seguir en el tendido como espectador, sin que falte la almohadilla.
Por eso las llamadas a la tranquilidad, los artículos que miran con los prismáticos al revés, las fortalezas de puentes levadizos, los búnkeres y los rodillos. Y por eso, también, la tensión y el crecimiento de la exigencia interna en el cambio de rumbo para poner la nave a favor de los vientos de la calle.
Sí, hay régimen también dentro de las organizaciones. Inmovilistas que buscan la muleta para seguir dando medio pasito adelante y dos pasos para atrás. Prestos a pactar con los sagastas que se despeñan para salvar su sitio en una transición desconchada que ya no sirve ni de freno al neofeudalismo de los mercados.
No se trata de abandonar las ideas, ni de una pretendida lucha entre jóvenes y viejos, es justo lo contrario. Es mantener las esencias del socialismo, cuando el proyecto de pacto social surgido de la Segunda Guerra Mundial es sustituido por la dictadura financiera al no hacer falta ya la contención ni la sugestión ante el contrapoder soviético.
Hoy podemos recuperar la calle y lanzar un órdago, pero sólo con la audacia, las palabras claras y la práctica de una ruptura real con un pasado que no volverá.
Así hicieron en América Latina y hoy son ejemplo mundial sus exitosos proyectos soberanos de redistribución económica. Rompieron con lo podrido, no se conformaron con las migajas del que te tolera pequeñito. Se llenaron de optimismo y con la sonrisa audaz, buscaron el futuro.
[1]: «El mantra del “todos son iguales”: indefensión aprendida, fatalismo y disonancia cognitiva»
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Estimado Javier: tenés esa cualidad que no todo el mundo posee de ser capaz de expresar el núcleo humano del porque la revolución: la unidad de la pasión y la razón (esa relación dialéctica que tanto quieren impedir los amantes del pensamiento único).
Esos versos -que me enseño mi viejo cuando yo tendría 13 o 14 años, hace un tiempo ya-, son parte de los “Sonetos Medicinales” de Almafuerte, seudónimo de Pedro Bonifacio Palacios, maestro argentino de fines del 19. Has unido dos que corresponden a estrofas diferentes, pero no pasa nada, es el mensaje, igual.
La reacción visceral ante cualquier injusticia es a lo que a los hombres nos hace compañeros. Razonar y actuar para liquidar las causas de las injusticias lo que nos hace revolucionarios.
La proliferación de las injusticias nos endurece, la preeminencia de la razón facilita el “posibilismo” -esa política tan bienvenida por la derecha de lo “razonablemente posible”-. Creo que no casualmente decía el Che aquello de endurecerse sin perder la ternura.
Cuando el “posibilismo” a lo único que conduce es al inmovilismo, hay que volver a echar una miradita a las esencias que mencionás, y permitir que resurjan nuestras pasiones, nuestra reacción visceral ante la injusticia.
De hecho, y muy a pesar de muchos posibilistas, en las calles florece el Basta Ya. De a poco, de a poquito, va quedando claro que esto No Es Una Crisis, Esto Es Un Atraco, y también de a poquito se va imponiendo que Sí, Se Puede. Y buscan ese Otro Mundo Posible, que no saben todavía bien cual es pero que se va entendiendo que está muy lejos del que pregonan aquellos y los que aprovechan de aquellos, los dueños de éste mundo.
Difícil tarea hoy, pero es la que hay, mostrar y demostrar Como Es Posible.
Un abrazo. Chau.
Me encantan estas ideas de vigencia sin fronteras…
“Pasito a pasito pero con optimismo, así es como yo veo la lucha. Sólo lo que se sueña se puede realizar. Soñar es diseñar el futuro. El pesimismo es paralizante (…).”
“Me gusta repetir las estrofas de un poema, del que no recuerdo autor ni procedencia, que leí en un libro sobre la resistencia antifranquista:
No te sientas vencido, ni aún vencido
no te sientas esclavo, ni aún esclavo
y que maldiga y muerda vengadora
aún rodando en el polvo tu cabeza.”
Esa es la actitud, aunque no veamos el final, aunque podamos dudar de todo. Caminar con una sonrisa producto del hecho de caminar y del deseo de llegar a la meta imaginada.
De la creencia en la grandeza del futuro sale la audacia necesaria para dar el primer paso de un viaje largo y repleto de desafíos que debemos emprender con la decisión de llegar a un lugar diferente del que partimos.
Por desgracia, hay quienes, desde posiciones decisorias, ni tienen optimismo, ni tienen audacia. Prefieren el refrán, convertido en su hoja de ruta, del “virgencita que me quede como estoy”, o, si las circunstancias llevan al desbordamiento y obligan a moverse, el andar trastabillado de la cojera simulada.
Representan el inmovilismo atornillado a los sillones, el statu quo del exiguo tanto por ciento que permite ver desde la barrera la sangre en la arena. Lo importante es seguir en el tendido como espectador, sin que falte la almohadilla.
(…)
No se trata de abandonar las ideas, ni de una pretendida lucha entre jóvenes y viejos, es justo lo contrario. (…)”