Periodista de la raíz al nervio, diplomático de igual calibre, Carlos Lechuga Hevia, que ayer cumpliría 95 años, dejó textos medulares para interpretar los vertiginosos acontecimeintos de los primeros años de la Revolución cubana. Este, donde Lechuga periodista es el cronista de Lechuga embajador, nos muestra que supo brillar en ambos oficios.
Ejerció el periodismo desde 1937 hasta que al triunfo de la Revolución, devino diplomático. Nunca abandonó por completo su primera profesión, pues incluso desde el servicio exterior enviaba artículos a la prensa cubana y escribió dos libros que encerraron importantes testimonios de momentos trascendentales para la Revolución: Itinerario de una farsa, siendo embajador ante la OEA cuando “se excluyó a Cuba de esa entidad regional” y En el ojo de la tormenta, donde narró sus experiencias en los difíciles momentos de la Crisis de Octubre cuando se desempeñaba como embajador de La Habana ante la ONU.
Hoy reproducimos aquí una reseña que envió desde Nueva York para su columna “Claridades” del periódico El Mundo el 11 de marzo de 1959 y que aparece en el libro Barcos de Papel, una selección de sus trabajo compilados por su hija Lillian Lechuga, en el año 2008.
Pasión e Interés
El seminario del profesor Tannenbaum en la Universidad de Columbia es uno de los centros existentes en Estados Unidos desde donde se irradia democracia. Allí se discute con extraña franqueza, se va al fondo de las cuestiones, se diseccionan los problemas políticos, económicos y sociales de América Latina. Por eso es que goza de tan alto prestigio entre los políticos amantes del pueblo y entre los intelectuales y profesionales. Esa es la razón por la cual quienes se esfuerzan por mejorar la vida de nuestros países tienen en tan superior estima las discusiones que se producen cada jueves en el edificio Fayerweather de la reputada casa de estudios de Nueva York.
Tuvimos el honor de ser invitados la semana anterior a comparecer en el seminario para hablar de los anhelos de Cuba, de los antecedentes de la Revolución triunfante, del presente y del porvenir. En el debate que siguió a nuestra exposición, y en el cual intervinieron norteamericanos y latinoamericanos, profesores y estudiantes, se puso en evidencia, una vez más, la pasión por la defensa de los principios democráticos, el interés profundo que, entre ciertos grupos, existe por nuestra América y cómo la nueva Cuba levanta los espíritus, alimenta esperanzas y, también, plantea interrogaciones.
Hablamos allí como periodista, como ciudadano con propio criterio. Observamos el cuadro nacional con pupila objetiva. Del balance surgió una isla antillana –la mayor y la más hermosa– cuajada de entusiasmo, preocupada por su destino, y más segura que nunca en su historia, de que se alcanzaran las metas que convienen a la nación. Cuba despide hoy un olor a tierra fresca abierta a la fecundación. De la superficie se están barriendo las cenizas de la costra que mantuvo cerrados los surcos. Hay ruido de taller. Cantos de libertad. Y también, por supuesto, intereses heridos. Esto trae malestar y confusión. Pero nos atrevemos a asegurar que no desaliento. Descontamos los factores directamente vinculados a la tiranía y que reciben la sanción justiciera por su participación directa o su complicidad en los desmanes de la dictadura, los factores afectados por las medidas revolucionarias irán ajustándose a la nueva realidad histórica que rige el país y engrosarán la caudalosa corriente de opinión –casi un ciento por ciento mayoritaria– que respalda día a día la obra del Gobierno popular.
Por ejemplo, esto de la Reforma Agraria, suena raro a ciertos oídos acostumbrados a la rutina oscura de la República. Pero el tema estalla en el extranjero con mil luces, lo mismo que entre los millones de campesinos cubanos, los industriales progresistas, los economistas inteligentes y los profesionales alertas. La Reforma Agraria, que hasta ahora era un tópico académico y del cual nadie hablaba por considerarlo utópico, es, en el presente, una palanca tangible que arrancará el motor de nuestra economía. Lo mismo sucede con la diversificación agrícola, con la reforma universitaria, con la carrera administrativa, con los planes de una política fiscal y arancelaria adecuada a nuestras necesidades, a los requerimientos cubanos.
No hay dudas de que Cuba ha renacido y que su actual estilo de gobierno es un rocío, que cae sobre los espíritus calcinados de América por tan largos episodios de dictaduras. En el seminario del profesor Tannenbaum se probó este aserto. Hubo interés. Y hubo dudas, que se disiparon, creemos nosotros. Pero es que tiene que haberlas. El vuelco de Cuba es como para asombrar a cualquiera que no esté al tanto de los valores íntimos de nuestro pueblo. “Tanta hermosura no puede ser verdad”, dicen en nuestra patria al referirse a algún acontecimiento positivo o inesperado. Y es la actual “hermosura” de la situación cubana la que nadie quiere que se malogre y la que todos están ansiosos por apuntalar. Pero no se frustrará. Hay una voluntad nacional, recia e indoblegable, que mantendrá la Revolución constructiva. Nadie, ni los enemigos domésticos de ella, desean caer en el abismo. La Revolución esta caminando… y seguirá para siempre, porque es la propia nación que se ha levantado para prosperar y triunfar.