Iroel Sánchez
Poco después de las 11:15 de la noche de este martes 6 de noviembre la cadena de televisión ABC proclamaba como ganador al actual mandatario norteamericano, Barack Obama, cuando acumulaba ya 275 votos electorales, cinco por encima de los requeridos para la victoria. Con varios estados aun en disputa, la cifra decisiva era el resultado de haber ganado para la candidatura del Partido Demócrata los estados deCalifornia (55), Connecticut (7), Delaware (3), District of Columbia (3), Hawaii (4), Iowa (6) Illinois (20), Maine (4), Massachusetts (11), Maryland (10), Michigan (16), Minnesota (10), New Hampshire (4), New Jersey (14), New Mexico (5), New York (29), Ohio (18), Oregon (7) Pennsylvania (20), Rhode Island (3), Vermont (3), Washington (12), Wisconsin (10). .
Obama y su rival republicano, Mitt Romney, protagonizaron la campaña electoral más cara de la historia. Según el Centro de Política Responsable el costo de será de 6.000 millones de dólares, 20% por encima de las elecciones de 2008, y el pago de los más de un millón de anuncios difundidos por ambos candidatos superará los 2600 millones. Obviamente, aunque no lo diga la gran prensa, el debate electoral, y sus resultados, ha quedado así circunscrito, una vez más, a los intereses de la minoría que aporta ese dinero.
Frente a quienes le echaron en cara el incumplimiento de sus promesas de 2008, el mandatario reelecto respondió que cuatro años no eran suficientes para el cambio que había anunciado y culpó al legado de su antecesor George W. Bush, y a la oposición republicana, de que la agenda de asuntos pendientes sea prácticamente la misma de cuando empezó a gobernar.
Pero esta vez Obama tampoco lo tendrá fácil. Cuando asuma su nuevo mandato, en enero de 2013, deberá volver a negociar con los republicanos la solución al déficit que estuvo a punto de paralizar el gobierno en 2011. La ley de Control Presupuestario, aprobada entonces para elevar el techo de la deuda, establece, desde el 1 de enero del próximo año, una reducción automática del gasto público y un incremento de impuestos para disminuir el déficit fiscal en un 5%. Es lo que se ha llamado el precipicio fiscal que espera a los norteamericanos al comenzar el nuevo año. Para colmo, la Cámara de representantes que impuso esa situación continuará controlada por los republicanos.
En la política exterior, además del seguimiento a la crisis de la zona euro que afecta a sus aliados, Barack Obama deberá enfrentar la oposición creciente de Rusia y China a la agenda de dominación en el Oriente Medio y lidiar con los intereses económicos y militares que atizan el conflicto con Irán. En los derechos humanos, el campo de torturas sin ley en Guantánamo sigue abierto para verguenza del mundo y recordatorio de sus promesas incumplidas; el soldado Bradley Manning lleva años detenido sin juicio y las ejecuciones extrajudiciales de enemigos, aprobadas desde el salón oval de la Casa Blanca, drones mediante, son un aporte tecnológico y de procedimiento del actual presidente.
En América Latina seguimos esperando la nueva dirección prometida por Obama a las relaciones de EE.UU. con la región, cuando este año la Cumbre de Cartagena fue testigo de sus oídos sordos al reclamo unánime contra el bloqueo económico a Cuba. La Isla caribeña continua siendo el destino de cuantiosos fondos para un “cambio de régimen” en que han fracasado todas las administraciones norteamericanas desde 1959 y la ultraderecha cubanoamericana mantiene su presión sobre el mandatario para que nada cambie en el entramado de agresiones anticubanas implementadas desde Washington.
Con todo este escenario de temas pendientes, promesas incumplidas y chantajes aceptados, quizás ni haya que preguntarse si Obama será por fin un presidente para sus ciudadanos o continuará siendo otro candidato que compraron las élites.
(Publicado en CubAhora)
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