Fariñas: “El pulso definitivo de la noche blanca”

José Luis Fariñas

Fariñas, Equilibrio, acuarela, 2011

Linterna

Para Adigio Benítez

Aunque me quede,
déjenme recomponer
la tarima del ahorcado
para que otros se ejerciten.
Se deshuesa el sueño en cajitas de cedro
Y le pierdo el rastro al pigmento de las flores.
Debajo de unos abanicos de papel,
vuelvo a llamarme por tu nombre.

No sé por qué son mis oraciones como perros
si solo le pido música la punta del iceberg,
y me recojo con una escoba vieja
sin rastra ni filamento.
Si es tarde para el triángulo,
yo ni pregunto;
el portero está en las ocho vías
matando cangrejos y hay nieve
y lluvia hasta por dentro,
algo que llora sin solución divina,
como en el monasterio de Tarkovski.

No había remedio ni últimas cruces.
Mis hijos crecerán cantando
al reunirse la cera con la espuma
entre el arroz y la espoleta del genotipo,
como siempre, como los ciervos
y el sueño de los ciervos.
Les enseñaré que hay solo anomalías
y umbrales de salida,
puntos de solución indescifrable,
cristales de acecho, Bach, nitroglicerina,
y campos estrellados contemplándonos.
Les diré que a pesar de la hora y de la tabla lunar
no importa la semejanza con la orilla,
que aunque parezca que hay solo una rueda
cuando el grito de los magos
se vuelve retama ardiendo cuesta abajo,
la abrasión también produce ángeles.
Les diré que la corriente madre ha regresado,
que hay otra vez gaviotas en el fondo
y que no es el viento lo que mueve los árboles
sino el pulso definitivo de la noche blanca.