Omar Pérez Salomón
Ana María Peñate hace unos años no podía ver la televisión, ni participaba en actividades culturales y recreativas. Ella es solo una de las cubanas que se ha beneficiado con el programa de las salas de televisión, cuya eficacia muchos cubanos validan a partir de la sustancial mejoría en su calidad de vida.
La mayoría de las más de 1900 salas de televisión se encuentran en los lugares más intrincados de la geografía de la isla, zonas montañosas y de difícil acceso. Estas instalaciones utilizan celdas fotovoltaicas a fin de que los pobladores puedan contar allí con televisores y videos y tiene como objetivo elevar la cultura y la calidad de vida de las comunidades.
Además de permitir a los montañeses el disfrute de las señales televisivas, se exhiben documentales, materiales históricos, filmes de calidad; se realizan conversatorios sobre cintas infantiles, puestas de obras teatrales y se utiliza la musicoterapia para tratar a afectados de estrés o ansiedad.
En Cuba, desde el propio triunfo de la Revolución en 1959, se llevan a cabo profundas transformaciones en el campo de la educación y la cultura. Las primeras medidas culturales de significación tienen lugar con la conversión de los cuarteles militares en escuela, la democratización de la enseñanza y la implementación de una campaña nacional de alfabetización que erradicó el analfabetismo en sólo un año, 1961.
La transformación cultural está igualmente referida a la creación de la industria editorial y cinematográfica, la reforma de la enseñanza superior, el desarrollo progresivo de los medios de difusión masiva en todo el país -principalmente la radio y la televisión- y la institucionalización de las actividades culturales, destinadas a estimular el acceso y participación de las grandes mayorías.
No es de extrañar entonces que programas como el de las salas de televisión, iniciado en el 2001, formen parte de una renovación conceptual en el ámbito de la cultura cubana, más guiada hacia la educación que al entretenimiento, más hacia las necesidades esenciales que a hábitos de consumo accesibles a sectores privilegiados.
Al respecto Abel Prieto, ministro de cultura, reflexionaba en el artículo ‘Vanguardia artística y masividad’, publicado en la revista Cuba Socialista No 18 del año 2000:
“Esta masificación es justamente lo contrario de la llamada ‘cultura de masas’ capitalista, basada en la mixtificación, en la degradación del producto cultural, en la mutilación espiritual del hombre, en la reducción de la experiencia estética al mero entretenimiento o en la imposición de falsas experiencias estéticas, en la negación de los aspectos más densos y creadores de la cultura, en estereotipos y esquemas, en la homogeneización de los gustos y los hábitos culturales, en detrimento de la identidad de las naciones y de los individuos. Es precisamente, la única respuesta eficaz frente a los modelos de la ‘cultura de masas’ imperialista. Es una alternativa emancipatoria y democrática frente al modelo manipulador y autoritario de la ‘cultura de masas’.
“Esta etapa incluso, ha sido superada en Cuba por un proceso más profundo, dinámico y más revolucionario, iniciado al calor de los Programas de la Batalla de Ideas, que ha integrado de manera progresiva más de 200 programas, de los cuales un alto número de ellos, tienen como objetivo desarrollar en la población una cultura general e integral, que permita discriminar ese influjo que se recibe de esa globalización y que entraña un diversificado y profundo trabajo en la formación de todos y cada uno de los miembros de la sociedad cubana actual”.