La gira de Silvio Rodríguez por los barrios de La Habana.
Víctor Casaus
La iniciativa de Silvio ronda la treintena de conciertos llevados a los barrios más complejos, menos favorecidos de La Habana, desde finales del año 2010. Los dos más recientes –el viernes y el domingo pasados– tuvieron como escenario los paisajes cotidianos de Moro-Portocarrero en Mantilla y de Pocitos-Palmar en Marianao.
En cada uno de ellos –en el cruce de calles asfaltadas o no; frente a la escuela primaria del lugar; en el terreno que el concierto convierte, momentáneamente, en plaza adornada, en sitio de reunión– Silvio y sus músicos han compartido las excelencias de sus sonidos, la complejidad de sus palabras. “Es un momento mágico”, me dijo un amigo latinoamericano, en uno de esos barrios, a principios de este año.
Creo que esa magia terrenal y cotidiana viene desde la raíz de esta idea y la transita a lo largo de los meses, hasta llegar a esos rostros que observan los trajines preparatorios del concierto, la instalación de la tarima y de las luces, las pruebas del sonido en los altavoces a los lados de la calle. “Me dijeron que venía, y yo dije: na. ¿Va a venir aquí?”, y el que me lo dice, en medio de uno de los primeros barrios, señala con un gesto entre cómplice y todavía asombrado a los músicos que han subido a la tarima para comenzar un concierto diferente.
La diferencia está, sin dudas, en la esencia de esta iniciativa. Se trata de una presentación que no es anunciada por los medios, no se convoca a la gente de la ciudad para que asista: es el concierto de la gente de ese barrio, familiar y único.
Por ello, todo tiene una dinámica propia, también diferente. El público no está ahí, esperando en su luneta a que aparezcan los artistas cuando se descorra el telón. De hecho, no hay telón, y lo que domina el fondo del escenario improvisado es la bandera cubana, que a veces se reproduce en alguna ventana vecina o en la gorra de un espectador. Tampoco hay lunetas: está la calle, que se irá poblando de vecinos en la medida en que la música los llame desde los altavoces. Y están los palcos del día, instalados en los balcones colindantes o en las azoteas precarias.
Las primeras filas tienen destinatarios naturales: los niños y las niñas del lugar, testigos y participantes de esta fiesta sorpresiva y sorprendente. Desde allí van a corear las canciones que conocen, a pedir que se cante alguna que falta, a regalar los aplausos más fuertes y las risas más amplias. Ellos están en la línea delantera de una conversación que se producirá durante unas dos horas, entre las canciones que bajan desde la tarima y las voces y los cuerpos que las replican a lo largo de la calle.
“Silvio, gracias por existir”, grita alguien que participa en ese diálogo ayer en Pocitos-Palmar, en esa fracción de silencio que media, a duras penas, entre canción y canción. “Gracias porque existimos todos”, devuelve el trovador, antes de iniciar los acordes de la canción que sigue, que puede ser declaración de principios o desgarradura del amor o ternura de algún enanito feliz o indagación sincera sobre los avatares –entusiasmados o angustiosos– de la Isla a la que pertenece este barrio.
El trovador ha traído invitados a cada uno de estos conciertos: intérpretes exquisitos de la llamada música culta, percusionistas que suenan desde la tradición de la rumba o “hermanos de oficio” que suben, guitarra en mano, a compartir lo que traen con la gente del lugar. En Moro-Portocarrero es Santiago Feliú, que anda cumpliendo sus cincuenta años en estos días y que recuerda desde ahí algún momento de su infancia por aquellos territorios.
Este recorrido, acompañando los conciertos de Silvio por los barrios, ha servido también de aprendizaje –o al menos, de sugerencia– para algunos trovadictos reincidentes. “Además de disfrutar las canciones de Silvio en estos escenarios distintos, he encontrado lugares desconocidos de la ciudad donde vivo hace más de treinta años”, me dice la hija de una amiga querida, cuando regresábamos de un concierto en el oeste de la capital. Y muchos aprenden –aprendemos– en estas tardes-noches, mientras más barrios visitamos.
Por suerte, no he estado al margen de esos aprendizajes, de aquellas nostalgias, en estos escenarios/territorios –físicamente precarios, humanamente deslumbrantes– que he tenido la suerte de recorrer acompañando a las gentes que traían sus canciones, sus músicas, sus palabras.
A veces ha sido descubrir la maravilla en la contradicción: vecinos hoscos repentinamente conmovidos por una melodía clasificada como infantil; vecinas en chancletas acompañando con sus voces canciones de complejas metáforas. Otras, como en Mantilla: levantar la vista del escenario y encontrar la fachada de la escuela primaria donde dejaríamos esa tarde la donación de libros y publicaciones que este proyecto también trae a los barrios. “Gerardo Abreu (Fontán)” se lee en la fachada de ese edificio que yo vi proyectarse, varias décadas atrás, en mi primer empleo de mecanógrafo incesante, en el recién estrenado departamento de educación de la ciudad, y ahora está ahí, retando a su manera al tiempo y trayendo aprendizajes y nostalgias.
“Mientras más barrios visitamos, más me alegra haber emprendido este trabajo”, escribe el trovador la mañana de este domingo que pasó, después de Mantilla y al borde de Pocitos-Palmar.
“Mientras más duras realidades, más buena la cultura. Mientras más necesidad, más gratitud”, nos dice. Sí, la cultura pensada de esta forma, traída de esta forma, sentida de esta forma. Como un acto complejo, irreverente, humanísimo de amor.
Qué hermoso, qué grande y sencillo a la vez este regalo a nuestros barrios
esta es una prueba de que la gente sí consume buena música cuando la tiene disponible y que aún en las condiciones más difíciles el buen arte siempre alivia la sed… desde santa clara, orgullosos de trovarroco…
Cuánto amor, cuánta entrega, cuántos deseos de hacer siempre más…Gracias a todos, a Silvio y a quienes lo acompañan.
Desde Pilar – Atarés, Carraguao y El Canal, desde el Cerro, desde La Habana, la capital de todos los cubanos (desde Pinar del Río, Santiago de Cuba hasta Guantánamo, porque nos queremos igual); para Silvio incondicional compatriota y para todos los que aportaron su arte; un sincero abrazo, contamos con ustedes para continuar desbrozando el camino,
Fuerzas despojan mi alma
siento frió en la piel
tormentas que azotan mi karma
solo me queda un papel
Tinta roja para vencer
pluma de tocororo
dignidad, amor y decoro
solo me queda un papel
Dulce como la miel
libre como la palma
firme como mi alma
solo me queda un papel
Hijos que van a ver
un día por que luchamos
amigos les doy mi mano
solo me queda un papel
Nadie podrá comer
del plato que me robaron
todo me lo quemaron
solo me queda un papel
Tinta roja para vencer
pluma de tocororo
escribo con gran decoro
que viva por siempre Fidel
Erik Fundora Salina Cincinnati Ohio
Imperio Cruel Mayo 31 9:36 PM…