Liliana Herrero
Yo voy a leer. No es sencillo no leer y todos sabemos que la máxima autoridad de este país ha inaugurado un modo de exposición que no es precisamente el de la lectura. Admiro esa capacidad y sin duda se recuesta en las grandes oratorias que en este mismo ámbito se han ejercido, por supuesto, pero al decidirme leer no solo confieso mi incapacidad para la oratoria sino que también defiendo el antiguo acto de la escritura y de la lectura. Y aunque este pequeño texto no sea el caso, son las grandes escrituras también las que constituyen un país. Son los textos los que nos llevan de un lado para otro y con ellos percibimos claramente este entramado misterioso e incluso impenetrable que es un país cualquiera sea él.
No es simple ni siquiera cándido diría recibir una mención de honor. Menos aún lo es cuando proviene de este lugar tan decisivo para el país y al mismo tiempo tan enigmático para los ciudadanos. Venimos acá y nunca sabemos bien qué tenemos que hacer. Hay algo intimidante en este edificio que guarda tesoros de grandes batallas y debates fundamentales
Pero hay un además la propuesta fue hecha por una senadora de mi provincia natal, de Entre Ríos y de una ciudad en la que yo no nací pero que tiene esa extraordinaria fuerza que da la palabra Victoria.
Hemos batallado mucho persiguiendo victorias y no todas fueron ganadas y las que se perdieron en el camino aún nos resta recuperarlas y volverlas a pensar. Yo estoy dispuesta a ese camino. He deseado el camino de la victoria y es una palabra que aparece ya no en su banalización grafítica sino que aparece en el horizonte de nuestras vidas que están siempre diseñadas en las rugosidades de la historia. La victoria es algo que nos reclamará siempre así como nos reclama el paisaje de la infancia, con el río que para nosotros los entrerrianos es la infancia y que a su vez es la patria como decía Linares Cardozo.
El río tiene las resonancias de la tragedia argentina de las últimas décadas. Y señala también un extraordinario movimiento cultural, musical y poético que debemos recordar. Tal vez el poeta Juan L. Ortíz sea quien mejor lo ha nombrado en su espesura, en su transparencia y en su zigzagueo. Por eso es tan bella la palabra Litoral, contempla no solo a las ciudades entrerrianas sino a todas aquellas que a la vera de los ríos han cobijado memorias decisivas. Pensemos en la ciudad de Resistencia y en aquella cita con la memoria que en clave femenina nos recuerda una de las tantas tragedias argentinas. Margarita Belén. Pensemos en Rosario y en sus proyectos tronchados como fue la propuesta educativa más novedosa de los 70 como La vigil y así la lista sería interminable.
Partir de la geografía no está mal pero ella debe cobijarse en la memoria. Las canciones que el río contiene, los ritmos que recoge y las poesías que lo alcanzan fueron cantadas muchas veces. Han dejado su rastro vivo en las voces colectivas. Nuestra tarea o al menos la que yo he intentado es volver a ellas, interrogarlas y si es posible devolverlas una vez más al tiempo que nos es propio. Hay una galería de temas que han traducido la presencia poética de dos grandes ríos- el Uruguay y el Paraná- en la vida y en la historia de los habitantes de la región. Pero también propone una extensión de la región, la mesopotamia argentina, que incluye la costa uruguaya y las grandes ciudades allí localizadas, incluso mirando hacia arriba a San Pablo y hacia abajo a Montevideo, como un caudal de voces y músicas que siempre es necesario reponer en el tiempo.
Para hacer esto es necesario siempre la presencia amistosa de muchos hombres y mujeres que estén dispuestos a esta aventura cultural, pertenezcan o no a la región. Una obra musical, una propuesta cultural se hace pensando más en la amistad de aquellos que están haciendo esa tarea que en empresarios realizando espectáculos. No es en esas planificaciones espectaculares donde está el debate por este país. Es en la música misma, en el arte y en los vigorosos movimientos culturales diseminados por todo el país.
Sé que no es fácil representar un país o un terruño. De esa dificultad extraigo mi fuerza. Es una fuerza poético-musical y política la que alienta todos mis desvelos y mis anhelos.
Le agradezco con vigor esta mención senadora Elsa Ruiz Díaz. Lo agradezco en nombre de todos mis amigos con quienes cabeza a cabeza y cada uno en su actividad, vamos todos los días cimentando el más propicio horizonte cultural para pensar la Argentina.
*Palabras en el homenaje rendido por el senado argentino a la folklorista Liliana Herrero, enviadas por el escritor y cineasta cubano Víctor Casaus.
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vau
Liliana Herrero es una de las grandes intérpretes del foclor argentino y por proyección, de América Latina toda. Profesora universitaria en Filosofía, nació en Villaguay, Provincia de Entre Ríos. Inició su vida artística como cantante en los años ’60. Desde entonces sostiene decisiones estéticas y culturales dedicadas a bucear en raíces folclóricas argentinas, otorgándoles sonidos y tratamientos contemporáneos. De esta manera, Liliana Herrero propone una forma de interpretación más ligada a la re-composición que a la mera copia fiel de una obra popular en su versión original.