Machetera
Supongo que en Latinoamérica la comparación explícita de la lengua inglesa entre “apples and oranges” es “peras y manzanas”. En cualquier caso, lo que ambas lenguas manifiestan con ellas es una imposibilidad semántica. En España, las variantes comparativas de este tipo son más divertidas: “No hay que confundir el culo con las témporas”, “la gimnasia con la magnesia” o “las churras con las merinas”.
Pero, por el momento, cuando pienso en la comparación entre el cubano René González y el yanqui Alan Gross prefiero esa otra expresión peninsular de que “no hay que mezclar la velocidad con el tocino”, porque se basa en lo irracional, en lo absurdo, y no hay nada más absurdo que la analogía entre estos dos hombres que Washington está tratando de “vendernos” a través de sus medios imperiales de comunicación.
Tomemos, por ejemplo, el reciente artículo de Jay Weaver en The Miami Herald. Nada más enterarse de que la jueza Joan Lenard había ordenado que se le concediese a René González una tregua de dos semanas en su libertad condicional para que visite a su hermano, moribundo en Cuba, Weaver descolgó el teléfono e hizo lo que hoy en día se considera periodismo: pulsó el botón que marca automáticamente el número de Maggie Khuly para pedirle su opinión.
Para quienes no lo sepan, Maggie Khuly es la hermana de uno de los hombres que a principios de los años noventa –y por voluntad propia– solía acompañar al fanfarrón José Basulto en los vuelos de aquellos Cessnas donados cuya misión consistía en poner a prueba los límites del espacio aéreo cubano. Y sucedió lo inevitable: la última gota desbordó el vaso y el 24 de febrero de 1996, después de ignorar una vez más las advertencias verbales y físicas de las autoridades cubanas, dos de los aviones fueron derribados y el hermano de Maggie Khuly murió en el ataque (es muy revelador que en aquel instante Basulto ya no volaba junto a los dos aviones, pues se había dado la vuelta un rato antes). Desde entonces, Maggie Khuly está sedienta de sangre, sobre todo de la de Fidel Castro, pero si no es posible (y sólo por el momento), se conformaría con la de los Cinco Héroes cubanos, que no tuvieron nada que ver con el incidente, como lo demuestra el hecho de que la propia fiscalía usamericana lo reconociera ante la Corte del 11º Circuito de Apelaciones de Atlanta. ¿A quién le importa, pues, lo que piense Maggie Khuly? La opinión de cualquier mujer escogida al azar en la calle sería más interesante.
A diferencia de Alan Gross, René González no solamente es hoy un hombre libre después de haber cumplido una grotesca sentencia de 13 años en la cárcel sin que Washington (en violación de todos los acuerdos internacionales de derechos humanos), permitiese en ningún momento que su esposa entrara en el país para visitarlo, sino que conviene recordar cuál fue el “delito” por el que lo condenaron.
Es posible que René González sea el más odiado de los Cinco Héroes –en Miami, desde luego, lo es– por el hecho de haberse infiltrado en el núcleo del ardid de recaudación de fondos de Hermanos al Rescate, por haber volado con Basulto y, quién sabe, quizá incluso en algún momento con el hermano de Maggie Khuly, pero ésos no son delitos graves. Lo único que encontraron como excusa para condenar a René fue el no haberse registrado como agente de un gobierno extranjero –exactamente la misma excusa que llevó a la espía Anna Chapman a la portada de la revista rusa Maxim. Eso y el hecho de no haberse arrepentido. A pesar de que la ausencia de arrepentimiento tampoco es un delito, existen muchas maneras legales de saltarse las normas y la jueza Lenard hizo todo lo posible para demostrarlo. En primer lugar, con una condena absurdamente larga y un período de libertad condicional que desafía toda lógica. Los abogados de Obama alegaron recientemente que a René González no se le debe permitir que visite a su hermano moribundo, ya que la inteligencia cubana podría aprovechar la oportunidad para darle instrucciones secretas, que traería de vuelta a Miami cuando regresara a cumplir el resto de su libertad condicional antes de volver definitivamente a Cuba. ¿Y por qué no lo deportan ahora mismo? ¡Protéjannos a todos, por favor!
Pero no podemos expulsarlo porque René González es un ciudadano usamericano por nacimiento –no por cultura– y las reglas son las reglas. De todos modos, lo que no se puede pretender es que él y Alan Gross, el hombre que a través de la DAI solicitó un contrato de la USAID por valor de medio millón de dólares para instalar en Cuba el mismo tipo de Red de Área Global de Banda Ancha que, sin duda, fue muy útil en el “proyecto humanitario” conocido como liberación de Libia, son casos similares. Por supuesto, los dos tienen familiares allegados con cáncer, pero la similitud empieza y termina ahí. Si se condena a una persona por no registrarse como agente extranjero, pero no se puede demostrar de qué manera sus acciones perjudicaron al país en el que actuaba, estamos ante un detalle puramente técnico. El hecho de robarle a alguien 13 años de su vida por un detalle técnico es injusto e irreparable. A diferencia de René González, Alan Gross fue declarado culpable por algo más que un tecnicismo.
Pero ése es el eterno problema entre USA y Cuba, siempre ha sido así. Incapaces de reconocer nuestros propios defectos, en este país nos vemos como gigantes. Cuba y otros muchos países son para nosotros de juguete, tienen líderes de juguete, lengua de juguete, gente de juguete, leyes de juguete. ¡Cómo vamos a tomárnoslos en serio! Incluso después de que se demostrase que el propio Gross solicitó activamente y diseñó la misión ilegal y subversiva que debía realizar en Cuba, el Departamento de Estado sigue tratando de convencernos de que cayó en una trampa, de que ha sido un “tonto útil”, de que estaba allí en “misión humanitaria”.
¿Y ahora pretende Washington que creamos que los dos años y un día de reclusión de Gross, que goza del derecho a las visitas conyugales de su esposa, son de alguna manera comparables con los 13 años que le robaron a un hombre a quien se le impidió ver su esposa… por un tecnicismo? ¿Cuántas visitas conyugales ha recibido Gerardo Hernández, otro de los Cinco héroes, desde el año 2000? ¿Cuántas Fernando González? Ninguna, cero. El sistema penitenciario federal de USA no lo permite. A estos hombres y a sus esposas no solamente les han robado el presente, sino también el futuro. Si se tiene en cuenta su edad, cada día que pasa es más probable que, incluso si se beneficiasen de un indulto presidencial, será demasiado tarde para que tengan hijos. Es algo inconcebible, irreparable.
Ahora que he explicado por qué la comparación de los casos de René González y Alan Gross es una auténtica y ofensiva manipulación, añadiré lo siguiente: Judy Gross, la esposa, tiene en sus manos un poder virtual que los Cinco Héroes cubanos y sus familias nunca tuvieron: unos medios de comunicación poderosos y favorables, puestos a su entera disposición. Le bastaría con ejercer ese poder para que se terminara el daño que se sigue haciendo a estos cinco hombres y a sus familias y, al mismo tiempo, ella pondría fin a su pesadilla personal. Pero esto no va a suceder mientras no se busque un abogado mejor y no deje de atenerse al guión de Hillary Clinton.
Las manifestaciones ante la Oficina de Intereses de Cuba en Washington son ineficaces, aunque parece que empiezan a hacer mella. Ha llegado el momento de salirse de ese guión que se centra en René González –un hombre que ya está prácticamente en libertad– como único canje posible con Alan Gross, otro hombre cuya condena es insignificante en términos comparativos. De hecho, ya va siendo hora de que dejen de insultar nuestra inteligencia. Todos los cubanos que he conocido saben sumar y restar. El Papa también.
Cuando lo pienso… debe ser terrible pensar que el Departamento de Estado es la única esperanza. ¿Qué sucedería si alguien se saliese del guión? No haría falta volver a inventar la rueda: para empezar, está la resolución del Grupo de Trabajo sobre Detenciones Arbitrarias, según la cual las sentencias impuestas a los Cinco Héroes cubanos –Antonio Guerrero, Fernando González, Gerardo Hernández, Ramón Labañino y René González– es arbitraria y viola el Derecho Internacional. Pero no sólo se trata de René, sino de todos ellos.
¿Habrá que preguntarle al Departamento de Estado por qué no le da importancia a esa resolución? ¿Habrá que insistir en que no le salen las cuentas, pues el número correcto no es uno, sino cinco? ¿Y por qué no habría que hacerlo? Y si el Departamento de Estado responde que esas cosas no se pueden decir, no se pueden hacer, entonces habrá que llamar a la puerta de Cindy Sheehan, otra persona a la que un presidente no le hizo ni caso… y ahora lo lamenta amargamente.
O, si lo prefieren, sigamos confundiendo la velocidad con el tocino. Elijan. (Tomado de Tlaxcala)
- Traducido por Manuel Talens
La actividad de recolectar información de inteligencia sobre el quehacer de instituciones, agencias, funcionarios oficiales de un gobierno u otros por extranjeros o locales en otro país para ser suministrados a otro y otros gobiernos, se tipifica como espionaje en cualquier codificación criminal del mundo occidental.
Gracias.
¿Los grupos terroristas de Miami, sobre los que recolectaban información los Cinco, son “instituciones, agencias, funcionarios oficiales” del gobierno de los Estados Unidos de América?