Palabras en la presentación del libro El año de todos los sueños, un volumen testimonial y novelado sobre la Campaña de alfabetización en Cuba.
Víctor Casaus
Me reencuentro, me veo, nos vemos de nuevo, testimonialmente, con Germán Sánchez, después de aquel Corte en Meneses, el libro escrito por él a cuatro manos con Elena Díaz, que fue recomendado en el Premio Casa del año 1970, el primer año en que se instituyó el género testimonio dentro de ese importante certamen literario y en el que yo concursé con mi primer libro testimonial, Girón en la memoria.
En el medio de esos dos momentos está la vida: las tareas, responsabilidades políticas, diplomáticas que Germán ha realizado a lo largo de estos años, señaladamente su importantísima labor como embajador de Cuba en la República Bolivariana de Venezuela durante más de una década. Y, paralelamente a esas tareas hemos visto aparecer sus libros ensayísticos y/o testimoniales: Los enigmas del Che, Permiso para opinar sobre Cuba, Cuba y Venezuela: reflexiones y debates, Che sin enigmas, Mitos, falacias y verdades Y Transparencia de Emmanuel.
Nos alegra mucho a la gente del Centro Pablo que Germán haya propuesto la publicación de su nuevo libro en nuestras Ediciones La Memoria. Y me alegra personalmente estar diciendo estas palabras urgentes de presentación en la primera aparición pública de El año de todos los sueños, no sólo por unir este momento a aquel lejano pero recordable del Corte en Meneses, sino por las características, los valores, las propuestas que este libro hace a sus futuros (ya casi presentes) lectores.
Fernando Martínez Heredia ha señalado, en el espacio más amplio de su prólogo, esos rasgos a los que me refiero. Remito pues a lectoras y lectores a no pasar por alto, como a veces hacemos, las palabras introductorias del libro, porque iluminan los contextos de esta historia y sus alcances y destacan, creo yo, los perfiles esenciales de su estructura y las líneas principales de los valores que este libro revive para nosotros a través de una narración testimonial novelada en la que el joven Gabriel/Germán realiza un viaje iniciático y anticipatorio a la historia de aquellos años decisivos, tanto en su sentido general, como en los más complejos y sensibles territorios de la individualidad del personaje –personaje en el que podemos vernos, cómo no, por otra parte, muchos de los compañeros de generación del autor: ese es otro de los valores humanos que aprecio y agradezco en este libro de Germán.
Para dar fe, si hiciera falta, de los útiles atajos que se ofrecen en el prólogo, compartiría con ustedes el párrafo que lo culmina:
En muy buen momento nos devuelve este libro aquel año de todos los sueños. Esta narración hermosa milita a favor de la confianza en nosotros mismos, y nos permite constatar que las mejores realidades y las más trascendentes son las que hemos construido a partir y al calor de los sueños.
Lo cito porque hace justicia –de una forma que comparto– a las virtudes testimoniales, literarias, humanas de este libro. Y lo hago también porque menciona/subraya la importancia de los sueños como punto de partida para alcanzar los objetivos históricos, sociales o individuales en la vida de un pueblo y en las pequeñas/inmensas vidas personales de cada cual. Aunque vivamos hoy unos momentos en que las urgencias prácticas –a veces agónicas– de nuestra sociedad y de nuestras vidas parecieran no dejar espacio para otras substancias, creo que habría que encontrarlo para esa forma del sueño que fortalece y alienta, que no apela a la nostalgia repetitiva o adormecedora, sino que quiere ser llamado cotidiano al mejoramiento humano de que hablaba el Maestro e incluso espacio para impulsar esos mecanismos prácticos, pragmáticos que la realidad –esa señora implacable– nos impone.
En ese mismo sentido quiero destacar otra virtud de comunicación que, a mi juicio, posee este libro. Creo que esta historia narrada por el personaje/autor desde la pupila de su adolescencia, con una estructura y un lenguaje sencillos y amenos –que no suponen la simplicidad, sino que apuntan hacia la complejidad de la Historia y de los seres humanos– puede tender un puente de comunicación válido y útil (en diversos terrenos) con sus lectores y lectoras más jóvenes, hoy y en los próximos años. Este es un factor de gran importancia, a mi modo de ver, porque contribuye a inclinar la balanza a favor de la defensa de los valores éticos en esa guerra sorda (aunque debiéramos decir, en realidad, muchas veces ruidosa) que se libra a nuestro alrededor (y dentro de nosotros mismos) entre los fantasmas del mal gusto y la banalidad (que desgraciadamente estamos comprobando que no eran tan fantasmas, a pesar de los logros educacionales de cinco décadas) y las propuestas culturales que apuestan por la complejidad, la belleza y el compromiso con la justicia y con la libertad.
La aparición de este nuevo libro de Germán también me alegra porque viene a fortalecer los territorios del género testimonio que algunos hemos continuado defendiendo durante estos años recientes. El catálogo de Ediciones La Memoria del Centro Pablo da la bienvenida entonces también a este año de todos los sueños de Germán porque viene a enriquecer su colección Coloquios y testimonios con un texto que reafirma las virtudes estéticas y comunicacionales del género –no siempre valoradas con justeza por tirios y troyanos, por autores y críticos.
Este libro reafirma, en sus logros, la capacidad del género testimonial para documentar activamente la historia reciente, convirtiéndose al mismo tiempo en un objeto de disfrute estético y en un sujeto de acción transformadora, al transmitir, de manera efectiva y amena, acontecimientos, contextos, sentimientos que pertenecieron a un año en que todos los sueños parecían (o eran) efectivamente posibles, y traer hoy su visión y su voluntad comunicadora a nuestros días para sugerirnos/proponernos que también los sueños de hoy y de mañana pueden ser posibles y que esto depende de nosotros y de los gabrieles y germanes que están por venir.
El porvenir (escrito ahora así en una sola palabra) no será mejor solamente con los sueños, pero difícilmente tendrá algo de la gloria que una vez imaginamos, si no somos capaces de incorporar esa materia necesaria y fecunda que Germán Sánchez evoca y dibuja para nosotros en este libro hermoso y compartible.