Eduardo Mora Basart
La reformulación a inicios de los setenta del pasado siglo de la economía política desde la teoría clásica y keynesiana hasta el neoliberalismo, condujo a una doctrina de dimensión económica, política e ideológica, donde las necesidades sociales son supeditadas a la ley de maximización de las ganancias, condicionada – en su esencia – por la disminución de los salarios y la eliminación de los sindicatos, al constituir la principal amenaza al mercado laboral.
Previo al tránsito a la fase neoliberal, los teóricos de las élites se encargaron de prever que “el exceso de democracia” era un obstáculo para la “democracia liberal” –Samuel Huntington –, desarrollando estrategias para generar en los ciudadanos apatía, desmovilización política, y potenciando la fragmentación social. Durante este período se acentúa el precariado (1). Por eso cuando en el año 2009 se desataron protestas en Grecia, Italia y Francia, eran sólo el inicio de una reacción en cadena que se expandiría por Estados Unidos, llegando a lugares tan inusitados como la región de Papúa Occidental.
Las demandas de los indignados, apuntan a la depauperación social acumulada en décadas de tránsito –según Hobsbawm – desde la era de la “depresión” hasta las catastróficas “crisis”: restitución de un salario digno, institución de un sistema universal de salud, salario garantizado de por vida con independencia del empleo, educación universitaria gratuita, eliminación de una economía basada en combustibles fósiles y el paso al uso de fuentes de energía alternativas, la prohibición de todas las agencias de informes crediticios, la defensa del derecho de los trabajadores a definir su adscripción a una organización colectiva o un sindicato, la cancelación de todas las deudas -incluyendo los préstamos del Banco Mundial a otros países, entre bancos, de todos los bonos y en el mercado de valores- y el “Margin Call Debt” (Demanda para margen adicional)..
En el Manifiesto Comunista (1848) Marx y Engels aseguran: “La sociedad burguesa moderna, con sus relaciones de producción, de intercambio y de propiedad, es una sociedad que ha conjurado tan potentes medios de producción y de cambio, que se comporta como el brujo incapaz de dominar las fuerzas subterráneas desencadenadas con sus conjuros. […] ¿Y cómo la burguesía supera estas crisis? Por un lado, a través de la destrucción obligada de una masa de las fuerzas productivas y, por otra, con la conquista de nuevos mercados, y la explotación más intensa de los antiguos. Es decir, que remedia unas crisis preparando otras más extensas e imponentes y mutilando los medios de que dispone para precaverlas”.
La potenciación del eje militarista, el intento de dinamizar las inversiones –con tasas de interés cero hasta el 2013 – y el desplazamiento de la misma hacia otras áreas geográficas, constituyen variables capitalistas en su intento por sortear el actual colapso económico. Sin embargo, el uso de resortes como el nacionalismo y el anticomunismo no deben sorprender en el actual escenario. El antídoto nacionalista puede percibirse en algunas arremetidas contra el movimiento Occupy Wall Street. Herman Cain en declaraciones a la cadena de televisión CBS señaló: ” Esto es antiamericano, ya que enfrenta a la nación”. New Gingrich subrayó: “creo que lo más triste es que todo esto es resultado de la lucha de clases promovida por Obama”. En el programa Business, de la Cadena Fox, la comentarista Ann Coulter sentenció que las frases proferidas durante las manifestaciones pudieron ser dichas “con una leve modificación, cuando los nazis llegaban al poder”. Después agregó: “Esto es siempre el comienzo del totalitarismo”. Para demonizar a los indignados muchos apelan a la obra de Antonny Sutton Wall Street y los Bolcheviques, donde sostiene la tesis de que el corporativismo creó al comunismo. El propio presidente estadounidense Barack Obama definió al movimiento Occupy Wall Street como el ala izquierda del Tea Party. Según analistas políticos, de legitimarse la tesis de una simbiosis demócrata – Occupy Wall Street, podría beneficiarlos en las próximas elecciones presidenciales, pues simularía una posición de centro alejada del radicalismo de la ultraderecha republicana y ganarían un importante segmento de votantes.
La dictadura del capital debe enfrentarse construyendo espacios que destruyan la cosificación de las relaciones humanas, la tesis de la mala administración individual como responsable de la pobreza y el desamparo. La articulación de la izquierda global –desde una visión de clases, movimientos sociales, grupos, etc, y apelando al “intelectual colectivo” gramcsiano – es condición indispensable en la actual lucha contra una formación económico – social herida de gravedad, pero que sobrevivirá mientras no exista una fuerza política lo suficientemente organizada para suplantarla.
El neoliberalismo desarticuló al movimiento sindical y partidos políticos de la izquierda sufrieron la desmoralización de la crisis del “socialismo real” a inicios de los noventa –no faltaron los traidores. Es momento de dar un giro en la historia. El camino para un nuevo sujeto histórico es transformar el modo de apropiación, posible sólo a través de la toma del poder político. Una subversión que como asegura Federico Engels en la introducción a “Las luchas de clases en Francia 1848 – 1850 “, no sólo debe ser desde abajo sino también desde arriba –desde las calles o en las urnas.
Hay que luchar en todos los terrenos –económico, político, ideológico – pero sólo la toma del poder político puede conducir a una solución eficaz de los problemas sociales. La indignación no puede ser condición perpetua, el movimiento Occupy Wall Street pudiera constituir el gran ensayo de una futura transformación revolucionaria que no admite dilación.
Estimado compañero: comparto básicamente su análisis.
La reacción desencadenada en el movimiento de Indignados, ni por lejos la única, es el corolario natural de la incapacidad del sistema no ya para reproducirse y reinventarse a si mismo, sino de alentar expectativas en cuanto a que ciertos “cambios” (de gobiernos, de ministros, de políticas, de rostros) logren desactivar o “reorientar” las indignaciones hacia terrenos relativamente manejables. La Indignación alberga una enorme porción de desazón por parte de muchos indignados, que observan a sus ídolos y las políticas de sus ídolos cayendo ante sus ojos azorados…, tanto y tantos años y generaciones se les ha creído.
Caen sistemas de salud, de protección social, de seguridad, de empleo, de educación, todo, absolutamente todo se deshace. Se deshace el sueño.
Sin embargo, hay que admitir que es un movimiento incipiente. Que puede reconocer antecedentes, sin duda los hay, pero desea poco que lo “antiguo” y “ya estructurado” se desarrolle en su seno: es indignado, desazonado y receloso.
Este fenómeno se repite en los Indignados, y en toda otra expresión de protesta. Que crecerán, porque el capitalismo no puede más con esta crisis y necesitará de numerosas aplicaciones de métodos infernales como los hay, y recetas a lo Huttington para contenerse a si mismo.
No tengo dudas de que solo la conquista del poder político por parte de expresiones de izquierda caminaran a resolver los problemas de fondo que hoy asoman a la superficie.
Pero…, siempre encontraré un pero, jodido que es uno, quizá…, me da la impresión de que no tenemos muy acabado un pensamiento común sobre lo que es el poder, del cual es político es una sumatoria y salto de calidad. Y segundo, coincidiendo en que no se puede estar toda la vida indignado porque a nada se llega, si no comprendemos el fenómeno, por lo menos sus características -algunas que señalo-, difícilmente podremos ser parte sustancial del mismo, y de la cantidad que hay de esa o de otra denominación, y los que vendrán.
No albergo ni la más mínima duda sobre el socialismo. Sí albergo dudas, y muchas, sobre nuestra capacidad de comprender los fenómenos e efectuar una influencia beneficiosa en ellos. Nada de pensamiento pesimista. Más bien realista, porque ejemplos tenemos y muchos de las incapacidades de las izquierdas, llamemoslés “clásicas”, o aún las nuevas, para lograr esa influencia.
Comparto el análisis. Comparto la necesidad. Entiendo las urgencias, tantas veces parecidas a las que desde el poder señalan “¿Y bueno, que proponen ustedes?”.
Como apenas un Indignado más, es la pregunta que a diario me hago. Y algunas respuestas que me doy, que quiere que le diga, compañero, a veces son duras. Sigo teniéndolas, y tratando de ser parte.
Chau
Carlos tu comentario es muy inteligente. El tránsito a una nueva construcción social es vital para la historia de la humanidad. La indignación siempre ha existido. Pero la izquierda tiene que articularse y sacar lecciones de los errores cometido y de los ataques a que ha sido sometida, no sólo desde la derecha sino desde la propia izquierda. La derecha tiene una gran virtud, cuesta trabajo fragmentarla. Debemos sacar lecciones y ya ganamos terreno, para el propio capitalismo Marx, Engels, Lenin, viven. Rescatamos a Gramcsi, Lukas, Rosa Luxemburgo, Mariátegui, y muchos otros, del ostracismo a que lo había condenado la ortodoxia marxista. Hoy hablamos de socialismo en el siglo XXI, y existen ejemplos, perfectibles, pero están ahí. Debemos replantearnos conceptos como la democracia en el socialismo, el estado socialista y su paulatino debilitamiento – sin que ello signifique poner en riesgo la hegemonía -, el proceso de toma de poder político en los centros de poder y en las periferias, la propiedad en el socialismo, por sólo citar algunos. La izquierda tiene que articularse y fortalecerse ideologicamente. Como contrarrestar una etapa post Wall Street que semeje a los años setenta. El capitalismo es una fiera herida que antes de lanzar su último gemido está dispuesta a destruirlo todo. Pero sobre estos temas quisiera escribir en un próximo artículo. Un saludo inmenso y gracias por tan certero comentario.