Música y letra del Himno Nacional. Reflexiones sobre su autoría

 
Yamila González Ferrer* y Paloma González Alfonzo**

Anima constatar el interés que despierta la Historia de Cuba en nuestros lectores. Yamila González Ferrer, nos ha hecho llegar este texto que se suma a los ya publicados acá de Bladimir Zamora y Roberto Domínguez sobre el origen de nuestro himno nacional.

El pasado año 2009 se publicó en el periódico Juventud Rebelde un artículo sobre el Himno Nacional a propósito del 141 aniversario de que se entonara por primera vez[1]. De su lectura se aprecia que en torno a esta obra existe un debate científico que apunta a hallar la verdad histórica de lo ocurrido en su creación. Aún existen multiplicidad de interrogantes e incógnitas que no han sido resueltas.

Releyendo dicho material desde una mirada de género y una perspectiva de derecho de autor, algunas cuestiones interesantes saltan a la vista. Los autores, haciendo referencia a lo escrito en un artículo anterior expresan: Otros se enteraron entonces que tal marcha -hoy Himno Nacional de Cuba- tenía originalmente seis estrofas y que en su “construcción”  había participado también Isabel Vázquez, esposa de Perucho….” Más adelante apuntan: “Y el mismo hijo del Padre de la Patria estuvo entre los que  aseguraron  que Pedro Figueredo fue ayudado en la creación por su  esposa Isabel Vázquez, poetisa excelente”. Para finalmente concluir: “Sin embargo, todavía tenemos deuda con su esposa. Ninguna calle o  institución del Bayamo actual lleva el nombre de la mujer que dio  nueve hijos a la patria, le prendió fuego a su vivienda cuando el  glorioso  incendio, ayudó a componer el Himno y murió en el exilio  como una  verdadera patriota.”

Es un hecho encomiable que Naranjo y Castro hicieran visible en las páginas del periódico esta lamentable omisión. Estas revelaciones y las interrogantes que de inmediato surgieron fueron el punto de partida de la investigación que acometimos[2].

¿Qué lectura podemos darle desde el Derecho de autor a  estos pasajes de nuestra historia, escrita desde la mirada masculina  hegemónica,  que solo vio en la mujer la ayuda, el apoyo, la  compañía y no la participación activa y militante, y que aún hoy, se  siguen  transmitiendo de esa manera aunque hayan cambiado los  tiempos y el reconocimiento de los derechos de la mujer sea una realidad? ¿En qué consistió la “ayuda” que Isabel le diera a su esposo? ¿Qué alcance tendría en realidad esa “ayuda” cuando hablamos de una mujer con dotes literarios en una obra cuya letra reúne sólo seis estrofas?

El artículo periodístico no solo pone en tela de juicio la popular historia conocida hasta hoy sobre la creación de la obra marcial, sino que al emplear el vocablo “ayuda”, para referir la participación que tuvo  Isabel Vázquez, esposa de Pedro Figueredo Cisneros en la construcción de la obra musical nos plantea la posibilidad de que su participación  haya ido más allá de un simple apoyo o contribución puntual a la obra.

¿Cuál era el deber-obligación de una esposa en el siglo XIX amén de los ideales políticos o potencialidades intelectuales? Precisamente el de acompañar, ayudar, estar a disposición de su esposo. Era impensable que en aquella época una esposa pretendiera atribuirse una creación en la que hubiera puesto parte de su intelecto, si aquella surgía en ese acto de apoyo o contribución a su esposo.  Por otra parte los iniciadores del proceso revolucionario cubano, a pesar de su avanzado pensamiento e ideales políticos, no podían escapar a las concepciones patriarcales que caracterizaban ese momento histórico y que lógicamente ellos reproducían.

Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo, quien ha llegado a nuestros días como el Padre de la Patria , en el prólogo que redactara al libro “Ecos de la selva”, de la autora ÚRSULA CÉSPEDES DE ESCANAVERINO, alude a las manifestaciones culturales de la época, al espíritu nacionalista que se forjaba y a su forma de revelarse a través de las artes. Pero establece sobre todo, el marcado esquema social imperante en las familias de la época, donde el papel protagónico lo representaba el hombre, quedando reservado para las mujeres el espacio hogareño y de la educación de los hijos e hijas. Por tanto, mientras que el sentido independentista y los deseos de libertad, caracterizaban de avanzadas las mentes de estos hombres, ellos no podían ir más allá de las conductas y los roles que la propia ideología patriarcal, fuertemente asentada en la organización social les imponía[3].

A partir de estas realidades y de las inquietudes que surgen al pretender hallar la verdad, comienzan a revelarse los enrevesados caminos de la conformación de nuestro himno nacional.

Transcurridos dieciséis años de la creación de la Bayamesa de Fornaris, Francisco del Castillo y Céspedes, específicamente el día 13 de agosto de 1867 en el bufete del abogado Pedro Figueredo, se encontraban los tres hombres más importantes del movimiento conspirativo del momento, con el objetivo de hallar el modo de alentar la lucha independentista en Oriente.

Esa noche Pedro Figueredo, Francisco Vicente Anguilera y Francisco Maceo Osorio constituyeron el Comité Revolucionario y escogieron el mes de octubre para realizar el alzamiento bélico.

En la propia reunión, y una vez acordados los puntos anteriores, Maceo Osorio se dirigió a Perucho y le manifestó: “Ahora te toca a ti, que eres músico, componer nuestra Marsellesa”. Estas palabras tomaron como base el canto de guerra que entonaron los marselleses en 1792 según relata Delio Orosco González, director del archivo histórico de Manzanillo en su artículo: “Notas para repensar el Himno Nacional de Cuba”[4]

Cuenta la historia, según el autor del libro “Bayamo”, José Maceo Verdecia, que esa misma madrugada del 14 de agosto, inundado por la enorme conmoción patriótica que los hechos le provocaron, el maestro Pedro Figueredo se sentó frente a su piano y tocó los primeros acordes de nuestro glorioso himno. La marcha fue titulada: La Bayamesa , todo parece indicar que las palabras de Francisco Maceo Osorio no carecían de sentido, este obra era para nuestros patriotas su marsellesa[5].

No fue hasta el mes de marzo del siguiente año, en el ingenio “Las Mangas”, de su propiedad, que quedaba a una legua de distancia de la ciudad de Bayamo, que el maestro Pedro Figueredo decidió ejecutar la obra frente a algunos miembros de su familia. Según el citado profesor Delio Orosco González, resulta un poco dudoso el hecho de que el prócer haya esperado  que transcurrieran siete meses desde la composición para tocar al piano la obra, sin embargo no han subsistido muchas fuentes históricas que logren revelar con objetividad la cronología de este particular. Aunque debido a la calidad de los acordes se puede suponer que no bastaba con la excepcionalidad que mostraba Perucho al tocar el piano, se requería una elaboración consiente y anticipada.

Modesto Arquímedes Tirado Avilés, comandante del ejército libertador, amigo personal de Martí, primer historiador en propiedad de la ciudad de Manzanillo quien tuvo la oportunidad de conocer a Ángel Figueredo Vázquez -hijo de Pedro Figueredo Cisneros-, cita en el tomo 1 de sus Efemérides de Manzanillo[6] estas palabras del descendiente del ilustre bayamés: “Mi padre compuso el himno algunos meses antes de estallar la guerra de 1868, y lo ejecutó por primera vez al piano en el mes de marzo de ese año”.

El mismo Ángel Figueredo, proporcionó a Tirado un recorte del periódico veracruzano, “Diario Comercial”, de fecha 5 de noviembre de 1897, donde Carlos Manuel de Céspedes y Céspedes, primogénito del Padre de la Patria y esposo de Eulalia, una de las hijas de Isabel y Perucho, testigo presencial, rememora cómo se improvisó el himno:

“Recuerdo que un día del mes de marzo de 1868, estábamos sentados en la sala de la casa de vivienda del ingenio Las Mangas, a una legua de Bayamo, su dueño Pedro Figueredo, su esposa Isabel Vázquez, su hija Eulalia y yo, que había ido allí como comisionado de los conspiradores. Hablábamos de la situación imperante, cuando de repente se levantó “Perucho” -como cariñosamente llamábamos al autor del himno- y sentándose al piano, que tocaba magistralmente, improvisó una marcha guerrera, que mereció nuestra aprobación. Ya teníamos la música y solo faltaban las palabras, que Isabel, su esposa, adaptó a los incipientes compases de Figueredo, que no era poeta, mientras que su esposa y mi inolvidable suegra, Isabelita, componía muy bonitos versos patrióticos, de los cuales aún recuerdan algunos, sus hijos. Ese himno se tocó por primera vez en Bayamo, por la orquesta del maestro bayamés Manuel Muñóz, que le puso el correspondiente acompañamiento, en la procesión del Corpus, en 1868, habiendo sido amonestado el popular maestro por el gobernador Udaeta por tocar marchas no acostumbradas en las fiestas de tablas”.

Este testimonio absolutamente revelador nos pone ante el reto de profundizar  en el verdadero papel de esta mujer en la elaboración de esta marcha. Si otorgamos valor probatorio a lo declarado por Céspedes de Céspedes, testigo presencial de estos hechos, tenemos que inexorablemente admitir que el maestro y excelente compositor musical Perucho, no poseía las dotes de poeta, aunque su pluma fuese vertida para crear obras de otros géneros como las teatrales. Se nos dibuja en la mente el caso de nuestro héroe nacional, que a la inversa de Pedro Figueredo, era un magistral poeta pero solo se le conoce una obra escrita  para teatro: “Abdala”.  A contrario sensu, el primogénito del Padre de la Patria asevera que su suegra, Isabel Vázquez, era una excelente poetisa.

El mencionado historiador de Manzanillo reflexiona además sobre el verbo utilizado por el declarante cuando precisa la acción que realizó Isabel: “No menos llamativo resulta en esta indagación, el hecho de que fuese Isabel Vázquez, la esposa del compositor, quien “adaptó” las palabras al himno; no obstante, la anfibología del verbo en este caso, nos sumerge en un estado umbrático; pues, ¿estaban ya compuestas las palabras y el papel de la mujer se redujo sólo a adecuar el texto?; a pesar de ello, la aseveración de “que no era poeta”, da pie a creer que la letra fue compuesta por su esposa; y si resultó ser así, ¿por qué su autor no lo reconoció?; la respuesta resulta evidente: ser independentista -en la Cuba  del siglo XIX-, no significa poseer pensamiento emancipado respecto a la mujer.”[7]  

En opinión de estas autoras no cabe duda sobre la autoría de Isabel, ella adaptó las palabras que faltaban y que fue creándolas en el acto, a los incipientes compases de Figueredo. Es decir, creó la letra adaptándola a unos particulares acordes musicales.

Nadie dio importancia a este hecho, ni siquiera los que lo conocieron. Carlos Manuel de Céspedes y Céspedes y Ángel Figueredo Vázquez, siguieron reconociendo a Perucho como autor del Himno e ignoraron el imprescindible actuar de Isabel. Fue invisible para ellos, y tal vez para ella misma que no era consciente de la trascendencia de su aporte.

Otro  elemento a tener en cuenta a favor de la autoría de Isabel Vázquez, lo encontramos en la única copia sobreviviente de puño y letra del autor que fue entregada por Perucho a la señorita Emilia Morel, a petición de esta última, que tiempo después la puso en manos del coronel Fernando Figueredo Socarrás, tesorero de la República, en esta copia sólo consta la melodía de la obra[8].

Consideramos que el testimonio hallado impone una relectura de los hechos, una mirada diferente a este importante episodio de nuestra historia. Se impone poner fin al anonimato de Isabel y sacar a la luz su protagonismo.

De igual forma, corresponde también valorar el alcance que para el Derecho de Autor tendría la aportación realizada por Isabel, toda vez que habría que considerar el Himno Nacional como una obra en coautoría y específicamente como una colaboración imperfecta en la que según la doctrina especializada son perfectamente desentrañables los aportes realizados por cada una de las partes, dígase letra y música, sin que ello derive en menoscabo de la obra en cuestión, respetándose la naturaleza de la misma, entendiéndose por tanto a Isabel Vázquez y a Perucho Figueredo como autores del Himno Nacional La Bayamesa.

Reflexiones finales:

Estas autoras durante el proceso investigativo fuimos criticadas por “algunos” por el “atrevimiento” de pretender cuestionar la autoría del Himno Nacional, por considerar que con ello cometíamos un acto desleal y antipatriótico. No nos amilanamos por ello, puesto que esos criterios, no son otra cosa que expresiones sexistas que aún perviven. Cuando se trabaja con seriedad, convicción y guiadas por principios revolucionarios, no debemos temer puesto que nuestro objetivo ha sido acercarnos con absoluto respeto a la verdad.

Cuando el 20 de octubre de 1868 Perucho Figueredo llegó a caballo a la plaza, la población bayamesa que aclamó y entonó la letra del himno; no podía imaginar que aquellas estrofas provenían del ardor y la pasión de una mujer por su Patria.

¿Cómo es reconocida esta mujer en la historia patria? Únicamente como la esposa de Perucho, patriota sí, como él, que prendió fuego a su vivienda y dejó lujos y comodidades para irse a la manigua aquel glorioso 11 de enero de 1869, quien lo acompañó en sus ideales y acciones y dio a la Patria 9 hijos.

Esa letra forma parte de las historias sumergidas de las mujeres en esa historia escrita y protagonizada por los hombres. Con esa poesía patriótica cuya coautoría resulta indudable, ocurre igual que con la pléyade de mujeres independentistas cubanas que rompieron las barreras sociales de su época y se fueron a la manigua redentora, no siguiendo al esposo, al hijo, al hermano, sino porque en ellas germinó el ansia de libertad. Por ello es necesario revisitar nuestra historia y profundizar en los hechos.

Isabel y Perucho, no sólo estaban unidos en matrimonio, ella no sólo lo seguía y lo apoyaba por ese vínculo, sus lazos eran mucho más potentes, ambos estaban incendiados por la llama de la libertad y el amor a la patria, ambos reflejaron su alma independentista en una creación que los asume como sus más auténticos creadores, letra y música se entrelazan en esta historia de amor.

Decíale Ángel Figueredo a Tirado Avilés, “que ni sus hermanos ni él, quisieron nunca registrar la propiedad de la música y letra del himno de Bayamo, compuesto por su padre, porque entendían que el conjunto de ese patriótico canto pertenecía a la República , por haber sido escrito para despertar en los cubanos el ardor bélico y el amor a la libertad, y si ayer en la contienda sirvió para lo primero, en la paz habría de servir para lo segundo”[9].

Cierto es que ese canto pertenece a la Patria , pero la Patria se forjó con el esfuerzo de mujeres y hombres. Isabel y Perucho son ejemplo de ello. Se impone entonces que la Patria reconozca y valore el papel de una de sus mujeres insignes. La deuda de la historia para con Isabel debe ser compensada.

*MsC. Yamila González Ferrer. Secretaria de la JDN de la Unión Nacional de Juristas de Cuba. Profesora asistente de la Facultad de Derecho de la UH.

**Paloma González Alfonzo. Estudiante de 5to año de la Facultad de Derecho de la UH.

Publicación original:

1. MÚSICA Y LETRA DEL HIMNO NACIONAL. (HECHOS NO CONTADOS I). MsC. Yamila González Ferrer y Paloma González Alfonzo. Revista Mujeres, Nro 4/2010. Editorial de la Mujer. ISSN 1028-4788. Páginas 80 a 82.

2. MÚSICA Y LETRA DEL HIMNO NACIONAL. (HECHOS NO CONTADOS (final). MsC. Yamila González Ferrer y Paloma González Alfonzo. Revista Mujeres, Nro 1/2011. Editorial de la Mujer. ISSN 1028-4788. Páginas 80 a 82.


Notas:

[1] “Un himno que quema”, Naranjo, Aldo Daniel y Castro Medel, Osviel, Juventud Rebelde, 20 de octubre de 2009.

[2] Este artículo parte del trabajo de curso que la alumna Paloma González Alfonzo realizara en el presente año bajo la tutoría de la Dra. Caridad Valdés Díaz y la MsC. Yamila González Ferrer, que se titula: Género y Derecho de Autor. Una aproximación a la realidad cubana del siglo XIX. Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana y por el cual fue premiado en la categoría relevante en la Jornada Científica estudiantil efectuada en el mes de abril. Curso 2009-2010.

[3] Portuondo, Fernando y Pichardo, Hortensia. Prólogo al libro “Ecos de la Selva. Poesías ” en Carlos Manuel de Céspedes. Tomo I, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana , 1974, pps. 459- 464. Carlos Manuel de Céspedes si bien reconoce talento, instrucción y constancia no solo en los cubanos blancos ricos, sino también en  “hombres oscuros” y en mujeres, particularmente a la que le prologa los poemas, utiliza expresiones que denotan un criterio despectivo de éstas, cuando comenta. “(…) y aquellos corazones jóvenes…, traducen sus estímulos naturales en versos amorosos inspirados en el albor de la juventud por las mujeres, esos seres que pronto sabrán despreciar; porque arrastrada el alma por su vuelo automático hacia el Empíreo, patria desconocida de donde vive desterrado, las soñó ángeles, y las encontró mujeres, según la feliz expresión de un poeta que sin duda recorrió la misma senda que acabo de trazar con piquetes intelectuales.”

[4] Cuando en el verano de 1792, más exactamente el 11 de julio, la Asamblea francesa declaraba solemnemente a la patria en peligro, de todas las provincias comenzaron a llegar a París batallones federados para cumplir el deber sagrado de defender la nación; entre ellos iban marselleses, quienes, entonando su canto de guerra: ” La Marsellesa “, no sólo dotaron a Francia de un himno, sino que, ofrecieron un canon a todos los liberales de la centuria pasada para la conformación de cantos de guerra y combate.

[5] No fue el propio Perucho quien realizó la orquestación de nuestro himno; sino que esta misión la encomendó a su vecino: Manuel Muños Cedeño, quien había cursado estudios de música en la Sociedad Filarmónica  “Isabel Segunda”. Creador de la primera orquesta de música culta, sacra y popular de Bayamo.  Manuel Muños poseía un talento incomparable, dominaba con destreza el arte de componer y arreglar.

El himno fue tocado por la orquesta del maestro Manuel Muñoz Cedeño en ocasión de la fiesta del Corpus Cristi, en presencia del gobernador Udaeta el día 11 de junio de 1868. Manuel Muñoz Cedeño, tuvo a su cargo también la preparación y dirección del coro de las 12 señoritas, las 6 blancas y las 6 negras que cantaron por primera vez el himno nacional en el acto de jura y bendición de la bandera de Carlos Manuel de Céspedes.

[6]Efemérides de Manzanillo, Tirado Avilés,  Modesto Arquímedes, Ciudad Masó, Archivo Histórico de Manzanillo, Inédita, Tomo I, pp 134-136.

[7] Efemérides de Manzanillo, Tirado Avilés,  Modesto Arquímedes, Ciudad Masó, Archivo Histórico de Manzanillo, Inédita, Tomo I, pp 134-136.

[8] En el mencionado artículo el historiador del Archivo histórico de Manzanillo reflexiona:                      “Interesantísimo resulta escrutar esta versión. Si creemos al  testimoniante, La Bayamesa fue improvisada en marzo del 68, fecha en la cual, según el hijo de Figueredo, su padre tocó la pieza por vez primera al piano; sin embargo, no es de dudar que el pentagrama estuviese en la cabeza de Perucho desde algún tiempo atrás; pues, a pesar de que “tocaba magistralmente” el piano, los acordes están muy bien elaborados y su sabor marcial debió haber sido fruto de una mínima meditación. De igual forma, si la tocó al piano, lo más lógico es que lo hubiera hecho con su respectivo acompañamiento, aunque no fuese esto lo que más interesase al bayamés; pues,  en la única copia de puño y  letra  del patriota -hasta el momento conocida-, sólo se estampa la melodía.

[9] Efemérides de Manzanillo, Tirado Avilés,  Modesto Arquímedes, Ciudad Masó, Archivo Histórico de Manzanillo, Inédita, Tomo I, pp 134-136.

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