A propósito de la indignación, el caso de Cuba

 

Iroel Sánchez

Mensaje publicado en la red social twitter por la bloguera Yoani Sánchez

“Conmovidos, luctuosos, indignados, nos reunimos hoy en esta histórica Plaza para despedir, aunque solo sea casi simbólicamente, los restos de nuestros hermanos asesinados en el brutal acto de terrorismo perpetrado contra un avión civil en pleno vuelo con 73 personas a bordo, de ellas 57 cubanos”. Eran las palabras con que el líder de la Revolución cubana, Fidel Castro, comenzaba el 15 de octubre de 1976 -ante más de un millón de personas, concentradas en la Plaza de la Revolución José Martí- su alocución en la despedida del duelo por las víctimas de lo que quedó inscrito en la historia como el “Crimen de Barbados”.

La sucesión de actos terroristas, ejecutados por personal entrenado por la CIA, cobraba entonces a Cuba su más alta cuota en una lista que supera las 3000 muertes. “Es coherente que, con esas criminales intervenciones, la CIA sirva a los sagrados intereses del sistema”, decía a propósito de aquellos hechos el escritor Mario Benedetti.

Por enfrentarse a los sagrados intereses del sistema, es que la Revolución cubana ha debido pagar con la sangre de sus hijos su indignación contra lo que el líder comunista Julio Antonio Mella denominó la “República de Wall Street”. Indignados fueron al Moncada frente a los crímenes de la dictadura pronorteamericana de Fulgencio Batista los jóvenes de la generación del centenario, cuyas razones para la rebelión quedaron recogidas en ese manifiesto para todos los tiempos que es La historia me absolverá, pronunciado el 16 de octubre de 1953.

Hasta 1959, los intereses de Wall Street mandaron en Cuba, como gobiernan hoy  en gran parte del mundo. Todo lo que ha hecho Estados Unidos de entonces acá es para retrotraer la Isla a ese punto. Ver a sus asalariados, promotores del “capitalismo sui géneris” contra el que más de 900 ciudades han protestado hoy en todo el mundo, clamar por una indignación que sirva a una restauración del dominio norteamericano sobre Cuba movería a risa, si no fuera porque son los mismos que califican las denuncias contra el terrorismo sufrido por los cubanos como “cortinas de humo“.

De los mismos bolsillos que pagan  la represión en Atenas, New York o Santiago de Chile salen los dineros para los premios y subvenciones que sustentan a los aliados de Wall Street en Cuba. Pero el coro de “comerciantes/usureros/papagayos/lynchadores/amanuenses/policías/capataces/proxenetas/recaderos/delatores/accionistas/mayorales/trúmanes/macártures/eunucos/bufones/tahúres” que describe el poeta Nicolás Guillén en su Elegía a Jesús Menéndez para denunciar el crimen que en nombre de la Bolsa de New York  se cometió contra el líder de los trabajadores azucareros cubanos, jamás  volverá a decidir en esta Isla donde la indignación llegó al poder un Primero de Enero.

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