Iroel Sánchez
A mediados del año pasado los grandes medios de comunicación se sumaban con entusiasmo a las revelaciones de la organización de filtraciones Wikileaks, y convertían a su líder -Julian Assange- en un ángel justiciero que actuaba en nombre de la libertad de expresión.
Primero se beneficiaron los diarios The New York Times y The Guardian, junto al semanario alemán Der Spigel, a los que la entidad de Assange entregó, a fines de Julio de 2010, 92.000 documentos clasificados sobre operaciones militares de Estados Unidos en Afganistán. Este acontecimiento había estado precedido por la importante repercusión que a mediados de ese mismo mes había tenido la filtración del video que muestra cómo militares norteamericanos, desde un helicóptero, asesinaron en Iraq a un reportero de la agencia Reuters, a su ayudante y a nueve personas más.
A mediados de Agosto de 2010 las autoridades suecas dieron a conocer la extraña acusación por violación contra Assange que -después de varias audiencias- lo mantiene aún recluido en la residencia de un amigo en Gran Bretaña. Sospechosamente, los mismos medios que se habían aliado con Wikileaks para las filtraciones no investigaron mucho la trama que vincula a una de sus acusadoras con las actividades que financia EE.UU. contra Cuba y con la diplomacia sueca.
No obstante, continuaron las filtraciones, y sucesivamente se presentaron por los tres medios iniciadores de la relación con Wikileaks, más el diario francés Le Monde y el español El País, los documentos de la guerra de EE.UU. en Iraq, los cables secretos del Departamento de Estado y los expedientes de los prisioneros en la prisión ilegal que Estados Unidos mantiene en Guantánamo.
Mientras tanto, la hostilidad de esos medios hacia Wikileaks fue en crecimiento. Declaraciones del director de The New York Times, duras entrevistas a Assange y amplificación y apoyo a desertores de esa organización como Daniel Domscheit-Berg, hicieron evidente que la luna de miel entre los consorcios mediáticos y la organización de filtraciones había durado bien poco.
Paralelamente, el soldado norteamericano Bradley Manning -supuesto autor de las filtraciones- era sometido a duras condiciones carcelarias que protestas de importantes juristas lograron atenuar, aunque aún no ha sido llevado a juicio. El reconocimiento de lo inadecuado del trato al que se ha sometido a Manning costó además el puesto al portavoz del Departamento de Estado, Philip J. Crowley.
Por su parte, el líder de Wikileaks manifestó su inconformidad con el tratamiento que los cinco medios iniciadores de las filtraciones estaban dando sobre todo a los cables clasificados del Departamento de Estado. En consecuencia, Wikileaks facilitó a otros diarios de distintos países el acceso a los documentos relacionados con sus áreas geográficas.
Acosado por acciones judiciales y financieras, ataques cibernéticos, y amenazas de altos funcionarios norteamericanos, Assange había venido radicalizando su discurso sobre el papel de los medios de comunicación hasta que a finales de Agosto de 2011 su organización comunicó la decisión de publicar los cables del Departamento de Estado de EEUU sin ningún tipo de edición. Esto implicaba poner al descubierto los nombres de las personas que sirven como fuentes de los funcionarios norteamericanos en todo el mundo.
Al parecer, una cadena de imprudencias de Wikileaks, que envuelven al director de investigación del diario The Guardian y al desertor Domscheit-Berg habían puesto al descubierto en la red la información confidencial de la diplomacia estadounidense. Inmediatamente, sin aludir a la responsabilidad del empleado de The Guardian, los cinco medios -antiguos aliados de Wikileaks- emitieron una declaración conjunta de condena a la decisión de Assange y sus colaboradores.
Quienes más se beneficiaron de los documentos revelados por Wikileaks le reprochan ahora que estos no estén “sujetos a una edición conjunta e integral y a un proceso de autorización” y hay que recordar que esos mismos medios reconocieron haber pactado con el Departamento de Estado el modo en que iban a publicar los cables.
La información a la que se ha tenido acceso después de liberados todos los documentos permite tener una idea de la lealtad con que los cinco grandes medios han cumplido sus compromisos con el Departamento de Estado. Desde crímenes atroces contra niños maniatados, hasta el reparto del dinero a la llamada “disidencia” en Cuba habían sido cuidadosamente preservados del acceso a la opinión pública por estos adalides de la libertad de expresión.
“En el campo del procesamiento del conocimiento será cada vez más crucial hacer lo que denomino una sociología de las ausencias: lo que no es divulgado cuando aparentemente todo es divulgado. “, decía en Diciembre de 2010 el sociólogo Boventura de Sousa Santos, al analizar las consecuencias de las revelaciones; y añadía: “Lo importante es que sepamos divulgar que muchas de las decisiones que pueden derivar en la muerte de miles de personas y el sufrimiento de millones son tomadas sobre la base de mentiras, y también que sepamos crear una rebelión organizada contra tal estado de cosas”.
Ahora, ya podemos saber lo que no fue divulgado y quiénes han sido los cómplices de la fábrica de mentiras. Quizás lo que ocurre desde el 15 de mayo en España y que comienza a tener ecos hasta en Wall Street se puede parecer al inicio de esa rebelión organizada que reclamaba el pensador portugués. Constatar que para ello no se puede contar con los medios de comunicación del sistema es ya una buena brújula. (Publicado en CubAhora)