Iroel Sánchez
Por repetido, ya casi ha dejado de ser noticia. No hay día en que no ocurra. Las escenas son fotografiadas, filmadas y difundidas con inusitada velocidad a través de Internet, y en ocasiones logran hasta abrirse paso en algunos medios de comunicación.
La brutalidad con que los agentes del orden reprimen a quienes protestan en las calles españolas no ha dejado causa sin moretones. De Málaga a Madrid y Barcelona, las porras, patadas y piñazos no se han detenido ante minúsválidos, menores, mujeres o periodistas. Estos últimos, por cierto, han sido los favoritos de las agresiones en los días recientes.
Los hechos han sido por demás documentados sustanciosamente. A diferencia de las noticias que en España se difunden sobre Cuba, esta vez hemos podido ver el testimonio gráfico y sonoro de rostros ensangrentados, golpes y persecuciones con especial deferencia hacia quienes hacen uso de cámaras fotográficas o teléfonos celulares; e incluso, los nombres de los periodistas victimizados han aparecido en algún que otro periódico.
Son elementos más que suficientes para esperar pronto algunos reconocimientos hacia estas personas que han ejercido su profesión en condiciones hostiles, comenzando por extensas entrevistas en espacios como El País y CNN. Luego, seguramente vendrán los pronunciamientos solidarios desde Washington y Bruselas, con los rostros indignados de Hillary Clinton y varios de sus colegas europeos.
Y así, tendríamos listo el escenario para comenzar a hablar de premios. El Premio Sajárov del Parlamento Europeo, el Príncipe Claus de la corona holandesa, el María Moors Cabot de la Universidad de Columbia, y por supuesto el Ortega y Gasset de periodismo digital, con todo derecho para quienes han colocado en la red de redes su riesgoso trabajo en defesa de la libertad de expresión.
Como se trata de galardones con sustanciales dotaciones en metálico, serían también una importante contribución a la seguridad de los informadores. Podrían así sufragar los periodistas la imprescindible protección para ejercer su profesión, financiando equipamiento (cascos, etc) y alguna escolta con estos fines. Si además de esto, organizaciones como Reporteros sin Fronteras y la Sociedad Interamericana de Prensa se pronuncian enérgicamente sobre las condiciones en que los reporteros españoles deben ejercer su trabajo, seguramente entonces éstos lograrán el mayor de los reconocimientos: ser -como los “disidentes” cubanos- noticia ellos mismos cada vez que abran la boca sin necesidad de verificación ni contraste. (Publicado en CubAhora)
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