Juan Gelman
Se sabe hasta qué punto en EE.UU. los candidatos a presidente, diputado, senador, gobernador de un estado, alcalde y aun edil dependen del apoyo económico de las grandes empresas para llevar a cabo con éxito su campaña electoral. No son favores impagos: miles de cabilderos hacen su trabajo en la Casa Blanca, el Capitolio, oficinas del gobierno y otras instancias mientras una correntada de millones de dólares afluye a Washington y ambos, los cabilderos y los millones, consiguen que la reforma sanitaria de Obama beneficie a las grandes empresas farmacéuticas en detrimento de los enfermos. Por ejemplo.
No pocos cabilderos se convierten en legisladores y viceversa transitando una puerta giratoria que difumina cada vez más la línea que separa, o debería separar, a la actividad oficial de los intereses privados. El servicio exterior estadounidense tampoco escapa a la influencia de este sistema regido por las megacorporaciones, por no decir corporativo, y en esta esfera poco se conocían los detalles hasta que llegó WikiLeaks. En esta columna se mencionaron sus revelaciones en torno de los manejos de la embajada de EE.UU. en Haití para impedir que se aumentara el salario mínimo de los trabajadores (Milenio, 11-6-11). Una labor de poca monta comparada con otras.
Una serie de cables de WikiLeaks que dio a conocer el The New York Times a comienzos de año detalla el febril involucramiento de funcionarios del Departamento de Estado en la venta de productos de la Boeing. Sus embajadores no vacilan en tocar las puertas de los niveles más altos de los gobiernos de Arabia Saudita, Barhein, Jordania, Turquía y otros, con ofrecimientos personales a los jefes de Estado a cambio de que compren aviones a Boeing y no a su rival europeo Airbus. Un cable de la embajada norteamericana en Ankara, fechado el 19 de enero del año pasado, da cuenta de un hecho curioso (//news.discovery.com, 6-1-11).
El embajador James Jeffrey informa a sus jefes que el gobierno turco estaría dispuesto a comprar aviones de línea de Boeing para la Turkish Airlines por valor de 3400 millones de dólares, siempre que se ajustara el precio y con una condición: un astronauta turco debería formar parte de la tripulación de un vuelo espacial de la NASA. “Probablemente no podremos poner en órbita a un astronauta turco –dice JJ–, pero podríamos establecer programas para fortalecer la capacidad de Turquía en esta área… En cualquier caso, debemos dar alguna respuesta al vago pedido del ministro (de Transportes, Binali Yildirim) si queremos ampliar al máximo la posibilidad de concretar la venta.” Un mes después, Ankara adquirió a Boeing 20 aviones.
Esta empresa cuenta con corredores o comisionistas o vendedores de altísimo nivel: a fines del 2006, nada menos que el entonces presidente W. Bush envió una carta personal al rey Abdullah de Arabia Saudita pidiéndole prácticamente que comprara 43 Boeing de línea para la Saudi Arabian Airlines y 13 cazas para la flotilla real. La venta se formalizó y además, en noviembre pasado, el gobierno saudí anunció la compra de 12 777-300 ER, una operación por valor de 3300 millones de dólares. Favor con favor se paga: el rey pidió y obtuvo que se instalara en su avión personal la tecnología de avanzada que utiliza la Fuerza Aérea 1 de EE.UU.
Los cables filtrados por WikiLeaks describen la activísima intervención del Departamento de Estado en apoyo a Boeing en Bahrein. En diciembre del 2007, la compañía bahreinita Gulf Air decidió adquirir aviones al gigante europeo Airbus, que ofrecía cada unidad a 400 millones de dólares menos que Boeing. El embajador estadounidenses Adam Ereli y su asesor económico “asediaron a los directivos de Gulf Air, a funcionarios del gobierno y miembros del parlamento y apelaron directamente al príncipe heredero para que la transacción se hiciera con Boeing antes de que Bush viajara a Bahrein, cumpliendo la primera visita de un presidente estadounidense al reino… Dos semanas después, la embajada avisaba a los ejecutivos de la compañía que el príncipe heredero y el rey habían rechazado la oferta de Airbus y ordenado al presidente de Gulf Air que cerrara el trato con Boeing” (www.nytimes.com, 2-1-11).
“Es una realidad del siglo XXI, los gobiernos juegan un papel mayor en defensa de sus compañías y nosotros tenemos que hacer lo mismo”, postuló Robert Hormats, ex vicepresidente de Goldman Sachs que Obama nombró subsecretario de Economía, Comercio y Agricultura. Lo cierto es que los funcionarios del Departamento de Estado trabajaron duro para que el presidente ecuatoriano Rafael Correa no aprobara la ley que reduce el costo de los medicamentos (cables de la embajada en Quito de fecha 13 y 21 de octubre del 2009 y 10 de febrero del 2010, www.eluniverso.com, 22-4-11). O defendieron y defienden a muerte los intereses de Monsanto incluso contra sus aliados europeos cuando alguno pretende prohibir tal o cual variedad genéticamente modificada que la empresa vende (//wikileaks.org, 14-12 07 y 19-5-09).
Napoleón dijo que “La diplomacia es la policía, pero bien vestida”. Hoy tal vez dijera que, para las grandes potencias, es mero corretaje comercial. Casi siempre mal vestido. (Tomado de Página 12)