Mientras el pueblo cubano todo, incluso allende los mares, asume el deber y el derecho democráticos de estudiar, agregar, modificar o proponer ideas para la redacción final de nuestra Ley de Leyes, continúa un debate que comenzó desde mucho antes y que hubiera sido absolutamente normal, si una parte no recibiera apoyos y anudara lazos externos que, al aproximarse el relevo generacional y la reforma constitucional, creyeron ver la oportunidad de proponer y acompañar, decían ellos, un cambio o tránsito de régimen, aupados en el trampolín de la política obamiana, las aspiraciones socialdemócratas y hasta las pesadillas neoliberales. Incluso nos rondó un sionista, teórico de la ofensiva “suave” del presidente que usurpó las esperanzas de los negros y ofendidos de su nación, mientras quienes se declaraban sin ideología proclamaban su anticomunismo.
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