El cubano ucraniólogo es una especie endémica con apenas pocos días de encontrada en el ecosistema digital. Normalmente carece de conocimientos básicos de historia contemporánea, como conocer en qué consistieron El Acuerdo de Postdam o el Pacto de Varsovia, aunque contradictoriamente aplaude a la OTAN sin analizar conscientemente que es una alianza bélica y no defensiva.
El cubano ucraniólogo llora por las bombas rusas, las únicas capaces de matar a civiles y soldados: su solidez y capacidad analítica es tan abarcadora que afirma que la metralla rusa es la única letal. Nunca antes este espécimen había señalado la letalidad de bombas francesas o norteamericanas, pues los civiles y soldados muertos en Vietnam, Afganistán, Yugoslavia, Libia, Iraq, Panamá y otros lugares no han sido producto de guerras, sino de accidentes de tránsito.
El cubano ucraniólogo sufre con esta guerra más que nadie en el planeta, su vocación pacifista nacida apenas en 72 horas es un ejemplo de civismo y decencia, de humildad y decoro con las causas justas. Hace menos de un año el cubano ucraniólogo pedía bombas del ejército norteamericano (sí claro, de esas que no matan a nadie) contra Cuba, así como también el desembarco de la 82 División Aerotransportada, y más asfixia económica.
El cubano ucraniólogo no entiende de geopolítica, y corre a condenar guerras e imperios pero, selectivamente. Desconoce la historia de nuestro país respecto a la Crisis de Octubre o de los Misiles, como la denominan en Occidente, o cree que fue una exageración narrada por la prensa libre, la misma que reseña a diario los acontecimientos de Melilla, o los ataques con morteros a civiles en Palestina o los abusos en Afganistán.
El cubano ucraniólogo no se ha enterado aún de la desaparición de 43 normalistas en Ayotzinapa, México. No 1, 2 ni 5…. sino 43…. Ni tampoco está al tanto de los continuos asesinatos de líderes sociales en Colombia, de las fosas comunes ni de la lucha de las abuelas argentinas que aún siguen buscando a sus nietos robados por la Dictadura. Desconcen que lanzaban a seres humanos vivos al vacío o al mar, encadenados, dejando a miles de familias truncas.
El cubano ucraniólogo adora la democracia europea y especialmente la española, pero desconoce la historia de sangre tejida desde el terror sobre los vascos y otras comunidades. Nuestros ilustres catedráticos de espuma no saben qué fue La Falange, ni mucho menos el caso GAL, o lo que representa el PP en la nefasta política española, o la corrupción de la Casa Real desde 1976 hasta la fecha.
El cubano ucraniólogo es adicto a etiquetas en RRSS, pero nunca a favor de que quiten el bloqueo contra su país, o que devuelvan una base militar ilegal ocupada por quienes nos asfixian. Para el cubano ucraniólogo la ONU existe solo para condenar a Rusia, pero cuando el mundo vota contra el BLOQUEO a Cuba entonces la ONU es corrupta, y ahí nuestro endémico espécimen calla y mira hacia otro lado.
El cubano ucraniólogo nunca condenó con vehemencia ni haciendo honores de su vocación católica o cívica, la negativa de EEUU de venderle a Cuba aparatos y respiradores mecánicos para combatir la Covid, así como tampoco nunca se pronunció en público contra la persecución de ese país contra barcos cargueros dirigidos a nuestras centrales termoeléctricas y gasolineras, vitales para el fluido eléctrico y la circulación del menguado transporte público y privado del país, aún en tiempos de cuarentena.
El cubano ucraniólogo me hace recordar aquel espurio texto de los 90s, el Manual del Perfecto Idiota Latinoamericano, escrito por los mismos que ahora adoran hasta los tuétanos. Sabrán nuestros ávidos occidentalistas de turno de qué iba ese texto infame, y que ya fueron diseccionados y retratados en él desde 1996?
El cubano ucraniólogo durará hasta la próxima obra o, lo que es lo mismo, lo que un merengue en la puerta de un colegio.
Tampoco saben qué significa un peón en un juego de ajedrez