Alejandro no conoció la mediocridad (+ videos). Por Iroel Sánchez

 

Este sábado 14 de mayo de 2022 nos volvimos a encontrar, esta vez en la CUJAE, su Universidad, compañeros y amigos de Alejandro Herrera Agete. Hermano con virtudes excepcionales como estudiante, atleta, trabajador voluntario, machetero, líder estudiantil y dirigente profesional de la Unión de Jóvenes Comunistas y nuestro Partido, cuya voluntad de acero, sentido del ejemplo personal y actitud solidaria lo convirtieron en un ser muy querido por prácticamente todos los que estuvimos cerca de él.

Fallecido de manera accidental con apenas 35 años, Alejandro cosechó en quienes lo conocimos un admiración que sigue viva a casi dos de décadas de su desaparición física. He escrito antes sobre él (Leer “Alejandro, el grande” en este enlace o al final de resta entrada) y hay un video filmado por CINESOFT durante un trabajo voluntario que realizamos en la escuela que lleva su nombre.

https://www.youtube.com/watch?v=9qDJ8RKd-4k

Pero hay una parte de su vida, como atleta del equipo nacional de natación, que no conocía y este sábado pudimos escucharla de boca del subcampeón olímpico y gloria del deporte cubano Rodolfo Falcón. Falcón fue su compañero en el equipo nacional y nos contó cómo cuando arribó a él ya Alejandro, varios años mayor, quien poseía récords nacionales y campeonatos en varias distancias  del estilo libre, era alguien también admirado por su conducta en el Centro Nacional “Marcelo Salado” y cómo su disciplina y voluntad le permitieron simultanear, algo absolutamente  poco común, su vida de atleta de alto rendimiento con sus estudios de Ingeniería en Sistemas de Dirección de los que se graduó con Título de oro en los cinco años establecidos.

medallas

Algunas de las medallas obtenidas por Alejandro Herrera Agete como atleta.

Luego de escuchar a Falcón, expresé que sus palabras me completaban una parte de la vida de Aljandro -la de atleta- sobre la que me preguntaba si había tenido la misma brillantez que en lo demás, y sí gracias a él podemos confirmarlo: Alejandro no conoció la mediocridad, en todo lo que hizo brilló y marcó para siempre la ,memoria de quienes tuvieron el privilegio de compartir con él su manera extraordinaria  de vivir.

Un compañero presente que filmó la parte final del testimonio de Falcón lo puso en Facebook  y lo comparto acá.

https://youtu.be/Zter7Estz0Y

Alejandro, el grande. Por Iroel Sánchez

«Alejandro, el grande», le decía, entre risas, el mayor de mis hijos que aún no se había enterado de la existencia del conquistador macedonio cuando él lo tomaba con sus manos enormes y lo lanzaba hacia arriba desde su fortaleza de campeón de natación, mientras todos en la casa aguantábamos la respiración hasta que los pies del niño volvían a estar sobre el suelo.

Recuerdo exactamente el día que lo conocí. Cuatro años menor que yo, Alejandro Herrera Ajete era el jefe de la brigada en su aula, donde fui a informar los resultados de un Congreso de la Federación Estudiantil Universitaria y lo escuché hablar con tal asco sobre el fraude académico que pensé fingía. Luego, vi en un mural de la facultad su nombre en los resultados de los Juegos Deportivos «13 de Marzo» y leí varias veces porque no podía creer que una sola persona pudiera ganar tantas medallas de oro -practicamente todas las especialidades en todas las distancias de la natación-, gracias a lo cual los de Industrial ocupábamos el primer lugar. Su relación con el deporte era una obsesión por no someterse a los límites que le costaría absurdamente la vida.

Años más tarde, alguien me contó que entrenaba de madrugada para no perder turnos de clase, junto a la anécdota de cuando se tiró en el Malecón para salvar a una muchacha que se ahogaba y la sacó a tierra casi por Jaimanitas porque el oleaje no le permitió hacerlo más acá. Pudiera parecer exageración pero tratándose de él no lo dudo, subimos juntos el Pico Turquino y allí terminó cargando las mochilas de medio grupo y ayudando a las mujeres más atrasadas; al llegar arriba regañó a los primeros por olvidarse de los demás -«el campeoncito», bautizó con ironía al que reposaba orgulloso de arribar en el número uno- y viró a buscar a Ulises, el periodista que creo todavía andaba por el  Pico Joaquín. Cuando alcanzó la cima otra vez, con Ulises casi a cuestas, y muchos hablaban pestes del «gordito», Alejandro se deshizo elogiando la voluntad de su rescatado y comenzó a contar cómo era éste el que lo animaba  a seguir en los momentos más difíciles del escarpado ascenso.

Pero eso fue después. Yo practicamente no coincidí con él en la CUJAE, salí casi de allí para Angola y no volví a ver a Alejandro hasta que comenzó a trabajar como «instructor» de la UJC en Marianao. Pero poco a poco me fue llegando su leyenda. Había terminado su Ingeniería en Sistemas Automatizados de Dirección con Título de oro y a pesar de ser de los primeros en el escalafón, pidió lo ubicaran en Antillana en Acero, donde pasaron buscando gente para la zafra y allá se fue. No sé si estuvo allí uno o dos años, incluyendo las campañas de siembra de caña, hasta que Nieto lo fue a reclutar para el trabajo profesional en la Juventud Comunista. Una vez le pedí que me contara sobre la zafra, pensando que me hablaría de los miles de arrobas que cortaba y cómo sobrecumplía, pero me dijo que pasaba mucho trabajo para hacer la norma y se puso a hablarme de unos que «eran fieras en el corte» y él jamás podía alcanzar. No sé si sería verdad, nunca lo vi cortar pero sí recuerdo una vez que fuimos a limpiar caña en unos surcos larguísimos y cuando yo iba todavía por la mitad, apareció -ya concluido el suyo- por el final del campo dándome contracandela con el pulover amarrado cubriéndole la cabeza y gracias a él pude terminar mi meta a tiempo.

Un caballero, jamás lo vi utilizar su evidente superioridad física para imponer nada pero sí interpelar con educada indignación a alguien que no cedía el asiento a una mujer o se expresaba de manera soez. Lo resolvía todo con el ejemplo, siendo ya Secretario de la UJC en San Miguel del Padrón, le pedí me ayudara a organizar una actividad en la Casa de Hemingway en Finca Vigía y el modo que encontró de acercarse a la directora del museo fue hacer un trabajo voluntario para chapear la hierba de gran parte  de la instalación. Lo material para él como que no existía, en el fondo del Período Especial -cuando en Cuba por un dólar daban 150 pesos y su salario era de alrededor de trescientos-  la Juventud Comunista lo envió a un viaje a Nueva Zelanda y Australia y supe por David -su jefe y el mío entonces- que devolvió al regreso 100 dólares, practicamente el total de los viáticos que le habían entregado para sus gastos.

Era el primero en todo; como la vez que pidieron buscar jóvenes para integrar la Policía y se apareció con su nombre encabezando la lista, y disgustó a Monsi – entonces Secretario de la UJC en La Habana- que le dijo que eso era lo más fácil para él, que el problema estaba en convencer a otros. Por cierto, a los policías no les gustaba mucho, casi siempre en pulover blanco mil veces lavado, botas, jean y un viejo maletín colgando sobre el pecho, el mulato de cabeza rapada parece se les hacía sospechoso y aún siendo ya Secretario del Partido en San Miguel -con poco más de 30 años- los infantes que hacían ronda en el Municipio lo seguían parando para pedirle el carnet de identidad y solicitarle les mostrara el interior de su humilde equipaje donde lo único que había eran papeles y algún libro.

Huía de los privilegios, por mínimos que fueran. En una etapa en que algunos en la UJC competían banalmente por portar el último pulover proveniente de alguna campaña nacional, jamás se  puso uno de aquellos coloridos atuendos. «Se los regalan a mi cargo, no a mi», solía decir quien prefería llevar las imagenes de Mella, Camilo o el Che bien adentro.

Cuando Fidel lanzó la idea de reparar y construir escuelas en La Habana se dio gusto. Con las habilidades que adquirió cuando era jefe del contigente estudiantil «Che Guevara» en la construcción de la CUJAE, en el que él era quien más horas de trabajo voluntario acumulaba, llegaba de primero los domingos, a tirar mezcla, cargar vagones  y levantar bloques.

En San Miguel -exactamente en el barrio de La Corea- hay una escuela que lleva su nombre y que él ayudó a construir, estuve allí hace como cinco años con Nieto, Monsi y David. Hubo un acto al que asistieron los padres de Alejandro y llevé unos libros para la biblioteca pero casi no pude hablar por la emoción, creo recordar que sólo atiné a decir que era un buen lector. El día de su entierro me pareció que no fue suficiente lo que se dijo y siempre he querido escribir sobre él, pero nunca me había atrevido.

El primero en llegar y el último en irse, sensible con los problemas de los demás, valiente para poner la verdad por delante; sumamente cortés con las mujeres, colaborador indoblegable con el más débil, implacable con lo injusto. Polemista infatigable, jamás lo vi practicar la adulación; su crítica era demoledora con las malas conductas de cualquier persona, no importa cuál fuera su cargo. Siempre se despedía con dos palabras: «Viva Fidel».

Desde que escuché a Díaz Canel hablar en el Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba sobre las características que debe tener quien dirija a cualquier nivel en la Cuba actual me ha vuelto la necesidad insoslayable de escribir sobre Alejandro. Creo que no son pocos los cubanos como él y muchos más los que sin alcanzarlos los admiran pero es necesario que aparezcan más en nuestros medios de comunicación, arrojando luz con su opinión, y con su ejemplo, acerca de los problemas que hoy enfrentamos. Buscar el nombre de Alejandro en la web es una amarga lección, sólo dos despachos de la Agencia de Información Nacional lo mencionan, uno que reporta la Asamblea Municipal del Partido donde fue electo y el otro acerca de su sepelio. Fotos -siempre de grupo- sólo en un artículo de Granma sobre el reconocimiento en un barrio de San Miguel a dos compañeros que se infiltraron en la quinta columna organizada por Estados Unidos en Cuba, una de ellas es la que ilustra este artículo. Creo recordar una entrevista que le hizo la periodista Fabiola López para el entonces Canal CHTV en ocasión de los 35 años del asesinato del Ché, como parte de una serie que realizó de conjunto con el Comité Provincial de la UJC en La Habana.

Pienso que esfuerzos como aquel de Fabiola los deberíamos estimular más.  Hasta en el bodrio de CNN en Español existe o existía un programa llamado «Héroes». Una tribuna pública -como lo es, por ejemplo, una entrevista de televisión- no debería ser jamás, al menos aquí, -si aspiramos a un futuro diferente de un Miami con más calor y mucha más pobreza- ni un aeropuerto a donde constantemente se llega de viaje, ni una vidriera en la que alguien -generalmente con más fama que talento y más tienda que alma- nos exhiba cualquier cantidad de lugares comunes junto a todo el oro que es capaz de echarse encima. Combatir las carencias cívicas que nos corroen implica movilizar, y también visibilizar, de modo atractivo y creador, lo mejor de nosotros, incluso para criticarnos, más allá de lo artístico literario y deportivo.

Alejandro era grande, con una grandeza que sólo puede nacer de la bondad y la decencia. Aprendió, a decir de Martí, «el gusto de la verdad, y el desdén de la riqueza y la soberbia a que se sacrifica, y lo sacrifica todo, la gente inferior e inútil». Tal vez hubo quien lo llamó extremista, pero sería el lamento del mediocre ante la virtud que sabe jamás llegará a poseer. Hace poco vi a alguien de aquellos tiempos duramente humanos atorarse con la palabra Revolución, no sé si dudando si le convenía utilizarla, o debido a que le pareció no está muy de moda; a Alejandro nunca le hubiera sucedido, porque más que hablar sobre ella, él la hacía.

 

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5 Responses to Alejandro no conoció la mediocridad (+ videos). Por Iroel Sánchez

  1. Omar olivares mato says:

    Simplemente extraordinario, nadie como un. Puede resumir tantos valores de un líder de tal magnitud con coherencia mayúscula. Gracias hermano por hacer posible que las actuales y futuras generaciones de cubanos, conozcan y sigan el legado de un héroe de estos tiempos.

     
  2. Anett Rodríguez says:

    Fue Alejandro Herrera un hombre con cualidades excepcionales. Su ejemplo personal envolvió a los que lo conocimos, y seguirlo nos hizo mejores personas, porque siempre pensó en el bien común por encima del propio. Nos corresponde a sus colegas, compañeras/ros, amigas/gos, mostrar a los jóvenes quién fue este cubano «de a pie», brillante pero sencillo. Conmovamos a las nuevas generaciones revelándoles su estirpe, porque en ellas tiene que haber muchos Alejandros.

     
  3. Ernesto olivera says:

    He leído una, dos, tres…veces el artículo. Gracias, gracias por narrar nuestros sentimientos compartidos. Pero resulta que encuentro tambien importantes acciones que debemos organizar y hacer, en el empeño en mostrar la vida de Alejandro Herrera, para nosotros en constante superación, para aquellos que asumen hoy responsabilidades en las organizaciones juveniles, para nuestros hijos. Gracias Iroel, dejas tras cada encuentro un ECO enérgico y comprometido que de alguna manera nos hace saber que estamos haciendo, al menos lo correcto y sentimos que nos guías, como antes, en la Batalla.

     
  4. Edel says:

    Como expresara en días atrás… el encuentro en la Cujae fue una inyección en venas. La figura de Alejandro no convoca a ser ejemplos en lo que hacemos a diario. A exigirnos al máximo y hacer las cosas bien desde la primera vez. Gracias Iroel…

     
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