Paranoia y otras posibles enfermedades de la conciencia. Por Sara Rosenberg

 

Hoy he ido a ver mi psiquiatra. Tenía cita y casi estoy obligada a cumplirlas para que en ningún caso tengan una excusa para encerrarme, que es lo que más desean.

Y es por eso que dos veces al mes voy a ver a mi psiquiatra; el lo exige, y yo no se si es que él se ha encariñado conmigo o acaso está convencido de que yo lo necesito.

En todo caso gracias a mi puntual asistencia el siente que cumple con su misión y siempre me despide de manera amable porque, supongo, que como soy “clínicamente esquizo- paranoica” cree que siendo amable evitará que me sienta perseguida o agredida, que es como la Biblia médica dice que debería sentirse un esquizo paranoico. Yo le sonrío también amablemente.

Pero la sesión de hoy ha sido un poco especial y tal vez sea a causa de lo que el repitió al menos tres veces: “la situación mundial es muy perturbadora y no debería usted pensar en eso”. Y cada vez que me lo decía rompía sin darse cuenta el borde de las hojas de papel sobre las que apunta a veces lo que digo.

Si, lo se, son detalles, pero nadie está más atento al detalle que alguien que ha sido diagnosticada de “estados paranoides no constantes con posibilidad de evolucionar hacia constantes”. En mi traducción casera quiere decir que estoy siempre atenta.

Cuando entré y me senté me miró a los ojos y me preguntó cómo había estado la última semana.

Se refería sin duda a la segunda semana de marzo del año 2022, que casi roza la tercera, que estamos viviendo mientras escribo.

Le contesté que estaba bien, que escribo sobre el alumbramiento de una nueva realidad social, marcada por otros parámetros.

Lo único bueno de mi psiquiatra es que me ha recetado escribir y es lo que hago habitualmente, siempre he escrito. Pero es agradable que el lo confirme. Y que esté dispuesto a leer mis textos. No siempre, porque a veces le traigo casi sesenta páginas y me mira con cara de desesperación, se disculpa y se queja por la falta de tiempo.

Yo le digo que soy paciente, en los dos sentidos de la palabra.

Pero, que quiere usted decir con alumbramiento, insistió, hay algo que no entiendo. ¿Desea acaso tener un hijo? Tal vez eso sería sano para usted.

¿Un hijo?, no doctor, no se trata de eso, contesté, creo que la gran convulsión internacional está alumbrando un tiempo nuevo. Y todo alumbramiento es maravilloso pero al mismo tiempo doloroso y difícil. Violento, aunque no nos guste, es violento. La historia lo demuestra. En este momento las fuerzas productivas están absolutamente trabadas por las relaciones de producción capitalistas y de allí que la oligarquía o la burguesía “global” necesite prolongar esta agonía para no perder todo su poder. Esto necesariamente produce la guerra. Es el capital financiero-militar el que hegemoniza esto en Occidente. Y claro, como no preocuparse…

El enseguida apuntó algo en el ordenador y trató de no mirarme directamente a los ojos, porque pensaría que era lo mejor. Romper el diálogo ocular es bastante frecuente en él. Y en casi todo el mundo.

¿Está tomando la misma dosis de Clozapina que le indiqué?, preguntó.

Me vi obligada a mentir una vez más y a decirle que tomo exactamente lo que el me manda. Una pastillita de Clozapina al día.

Qué me decía del alumbramiento, quisiera entenderla mejor, dijo un poco más sosegado al saber que estaba tomando esa basura que el me receta y que por lo tanto estaría con la guardia baja dispuesta a obedecer vaya una a saber qué tonterías.

Si, le decía que estos tiempos convulsos, especialmente convulsionados por las mentiras y el sensacionalismo de los medios de información, hacen que la gente esté cada día más desprotegida, no hay ni un instante en que una escuche un análisis de verdad, con verdad. A eso me refería. Mienten todo el tiempo, y si una dice por ejemplo algo sencillo, como que el gobierno de España esta mandando armas y dinero a un ejercito nazi, se te quedan mirando como si fuera yo una marciana y estuviera diciendo algo incomprensible.

Pero, claro, dijo él, cómo puede usted afirmar que el gobierno manda armas a los nazis si Putin ha invadido Ucrania. Eso es lo real, lo concreto, lo que usted debe entender. Me miró unos instantes y escribió algo en el ordenador. Supuse que estaría usando la palabra delirio, que a él tanto le gusta.

Bueno, a ver como se lo explico, dije. Lo de invadir es bastante relativo, mi abuela es de Odesa y siempre me dijo que era rusa.

Si, pero Putin ha invadido. Esa es la realidad, por favor no confunda las cosas. Pero, cuénteme, qué iba a decir de su abuela, eso puede ayudarnos a entender muchas cosas del pasado.

¿Mi abuela?, era rusa y tuvo que salir de Odessa por los pogromos que hacían los nazis de esa época, esto es viejo como el mundo…pero ella siempre me dijo que era rusa, hablaba ruso y legó a Argentina cuando tenía solo diez años. Sabe, hay una memoria que es como el humor negro, no destiñe. Y los nazis están hoy gobernando ese país, que era parte y origen de Rusia.

Vale, de acuerdo, cálmese. Me dice sin que yo haya hecho nada más que hablar. Creo notar en el una cierta inquietud, o será por mi caso clínico, pero lo cierto es que me mira con una especie de lubricidad que me incomoda. Se que soy lo que llaman una mujer guapa y hoy he venido sin tiempo de recogerme el pelo, cosa que hago casi instintivamente porque me mira de esa forma. Me vuelvo así casi calva. Me protege. Paso el elástico por mi pelo y lo sujeto bien. A ver si se entera.

Deja de mirarme con cara de lobo y dice voy a cambiar de medicamento, le voy a dar unas gotas que estamos experimentando y que seguramente la ayudarán a dormir mejor y a no preocuparse por lo que sucede afuera. No vale la pena. El ser humano no tiene solución. Y siempre hubo y habrá guerras, usted no se preocupe, escriba y tome estas gotas.

Sí, pero esto no es una guerra, doctor, es una operación contra los nazis que están en todas partes…¿usted cree, doctor, y perdone…que una puede curarse de esto?

Sí, claro que sí, no lo dude.

Es decir, tomo las gotas y no pienso en nada más.

Exacto, verá que se siente más tranquila y que llegará a comprender que nada de lo que usted haga va a servir para nada, o sea que tranquilícese y no piense en tonterías. En su abuela, está bien pensar, pero piense en como cocinaba o cantaba, cosas suaves, buenas.

Pero, doctor, los nazis están en todas partes. Es lo que sabemos y vemos con toda claridad.

Lo entiendo, pero olvídese, no hay nazis en su calle, ni en su ciudad…usted toma las gotas y se tranquiliza. Los nazis no van a venir a su casa.

¿Usted está seguro de eso o no los ha visto en la calle, doctor? ¿O acaso me esta diciendo que tengo que aprender a no ver lo que hay en eso que usted llama realidad?

A ver, no se como explicarlo, pero tome lo que le receto y trate de dormir bien. No se, tal vez le gustaría tomar un café conmigo algún día…

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One Response to Paranoia y otras posibles enfermedades de la conciencia. Por Sara Rosenberg

  1. José Miguel Lara says:

    Como igual callan que la mayoría amplia de los manifestantes del 11 de Julio no estan presos, están en sus casos, (por favor arreglar este detalle, debe decir casas y no casos)

    Muchas gracias y saludos!

     

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