Néstor García Iturbe
Sin pretender hacer un pronóstico infalible y que a la vez cubra la variada gama de problemas que afronta Estados Unidos, voy a mencionar algunos de estos y dar criterio de lo que pudiera esperar el pueblo estadounidense en este año 2011.
Considero que un indicador importante es el del desempleo, que oficialmente se ha estado publicando se encuentra en el 9,4 por ciento. Esta cifra es engañosa, pues el 9,4 es el resultado de una fórmula aplicada donde se excluyen de los desempleados “que no están buscando empleo”.
Todo desempleado está buscando empleo, salvo que sea uno de los dueños de las grandes corporaciones, que nunca ha trabajado y vive de los réditos que le proporcionan sus inversiones. Según la fórmula estadounidense cuando una persona recibe el último cheque de subsidio de desempleo, si no ha encontrado empleo, sale de la cuenta de los desempleados. Por eso muchas veces el por ciento de desempleados disminuye.
Se plantea que en a fines del 2010 existían en Estados Unidos 25 millones de desempleados y subempleados. Según las estadísticas del propio gobierno, la fuerza laboral, incluyendo los desempleados totaliza un poco más de 165 millones de personas. Todo esto arroja el 15 por ciento de desempleados, no el 9,4 por ciento.
Este nivel de desempleo es el que tiene a uno de cada siete estadounidenses, cerca de 44 millones de personas, viviendo por debajo de la línea de pobreza.
Cuando se mencionan los 44 millones de personas, debe analizarse cuántos de esos son de la raza blanca, aproximadamente 10 millones y cuántos son de la raza negra y otras, unos 34 millones. Las esperanzas de estar por encima de la línea de pobreza se reparten en una proporción distinta, con mayores posibilidades para los de la raza blanca.
Un número considerable de consorcios estadounidenses están fomentando puestos de trabajo en países que cuentan con una mano de obra especializada y barata, al menos más barata que la mano de obra estadounidense, una de las más caras del mundo.
Otros, siguen apostando a que el dólar continúe bajando en el mercado internacional de cambio de monedas, para que los compradores de productos estadounidenses se estimulen y compren más, sin embargo el gobierno de Obama ya lo ha planteado varias veces, quiere un dólar fuerte.
Otro de los aspectos en que trabajó la actual administración es en el congelamiento de los salarios de los empleados públicos, lo que los hará sufrir de la inflación y otros males que afectan los ingresos individuales de las familias. A eso debemos agregar el propósito de lograr una disminución en el presupuesto de defensa.
Ambas medidas conspiran a favor del desempleo. Menos dinero que gastar por parte de los empleados públicos es menos que se requiere producir y la disminución del presupuesto de defensa también afecta el trabajo de los que laboran en la industria armamentista y al afectarse o perder su trabajo, también comprarán menos.
En estas circunstancias Obama se apresta a iniciar su campaña por la reelección presidencial, como si nada de esto estuviera sucediendo.
Un politólogo estadounidense, profesor de la American University, me decía que el día de las elecciones la gente se metía la mano en el bolsillo y, de acuerdo a lo que encontrara, votaba por el que estaba en la presidencia o por el contrario.
Las bases de apoyo que Obama tuvo en las elecciones anteriores, ahora están pensando distinto, pues ninguna de las promesas de “cambio” las ha cumplido y por lo regular ahora se encuentran en una posición peor a cuando el Premio Nobel de la Paz asumió la presidencia.
Ahora el desempleo y la miseria es mucho mayor entre los negros y los latinos, no se ha resuelto el problema de los indocumentados, los “gay” se han dado cuenta de que no pueden contar con Obama, los ecologistas todavía piensan en que no se priorizó adecuadamente la solución del derrame que causó en el Golfo de México la British Petrolean, la ley de salud ni se parece a lo prometido y es posible que próximamente se regrese al sistema anterior, los cientos de miles que han perdido sus casas a manos de los bancos hubieran preferido que los 700,000 millones se hubieran utilizado en el beneficio de los ciudadanos, no de la entidades que los están expoliando.
El equipo de Obama continúa aplicando la Doctrina Bush en las relaciones internacionales, quizás porque no hay otra doctrina, e independientemente de que sea un demócrata o un republicano el que se encuentre en la Casa Blanca la política exterior se manejará como dijo aquel famoso ejecutivo “lo que es bueno para la General Motors, es bueno para Estados Unidos”.
Los que pensábamos (me incluyo en esto) que el haber dejado llegar a Obama a la Casa Blanca era parte de la estrategia para limpiar la imagen internacional de Estados Unidos, nos equivocamos. La imagen ahora es peor y como a cada rato yo señalo en algunas noticias (ESTOS MUERTOS NO SON DE BUSH, SON DE OBAMA).
La política guerrerista continúa, como también lo hacen la intromisión en los asuntos internos de otros países, los asesinados de “sospechosos”, las acciones para derrocar gobiernos, las presiones internacionales, las listas negras del Departamento de Estado, la actividad de la CIA, la DIA, la USAID, el NED, el apañamiento a los terroristas y todos los mecanismos que siempre ha utilizado Estados Unidos para hacer valer su papel de gendarme en la arena internacional. En resumen NO HAY CAMBIO.
¡Y Obama está preocupado por las elecciones del 2012! Como si todos estos asuntos no representan suficiente preocupación.
Vamos a ver qué dice el martes 25 en el discurso sobre El Estado de la Nación.
Da lo mismo quien gobierne, sea Obama o sea Bush. Solo cambian pequeños matices. Quien tiene el poder es la oligarquía, y dentro de ella el loby judío. Por eso continua el genocidio del pueblo palestino y Obama no hace nada para evitarlo. Por eso continuan las guerras de agresión contra Irak y Afganistán. Por eso continua abierto el centro de torturas de Guantánamo. Por eso continua el bloqueo a Cuba. En EE.UU. no hay democracia. El poder está en una oligarquía egoista, avara, cruel y sanguinaria, cuyo único objetivo es acumular más y más riqueza, aunque haya que condenar al hambre y la miseria al resto del mundo.