Elogio a un pionero de noventa años*. Por Ernesto Estévez Rams

 

La relación entre Alicia y la Universidad es mágica. Cuando el cieno que desgobernaba este país quiso humillarla, nosotros arropamos la rosa para protegerla, a cambio, ella siempre nos floreció. Renovemos hoy, aquí, la alianza eterna entre el intelecto y la belleza. Alicia, tuyo es el reino. Nosotros, los universitarios, te lo entregamos, para que el incorruptible fantasma de tu baile nos habite por siempre. Pongámonos, por favor, de pie, para un minuto de silencio en honor a ese pacto que no conocerá de muertes.
Estimado Jose Altshuler, Estimados invitados, Estimadas compañeras y compañeros,
José Altshuler nació un 29 de Septiembre de 1929. Pongamos contexto: el día 3 de ese mes y año, los mercados de valores en Nueva York tuvieron su último gran día, un mes después de haber nacido Altshuler comenzaba la gran depresión de la que no se recuperó el hemisferio occidental hasta pasada la Segunda Guerra Mundial. El fascismo de Musolini se consolidaba en el poder, la República de Weimar comenzaba su declive, que eventualmente conduciría a la toma del poder por el nazismo. En las ciencias, ese año Hubble publicaba la conocida ley que lleva su nombre estableciendo la proporcionalidad entre la velocidad de las galaxias y sus distancias, que sentó las bases para la hipótesis del universo expansivo; Gamow propone que la fusión nuclear del hidrógeno es el combustible de las estrellas; la nave Graf Zeppelin le da una vuelta al mundo creando el precedente para que 40 años despúes una banda desconocida llamada Led Zeppelin publicara su primer album y poco después comenzara una gira mundial, más famosa que el primer vuelo; Lennard Jones publica su método de orbitales moleculares; Onsager publica sus relaciones de reciprocidad para la termodinámica y Pauling sus reglas. En EE.UU se prueba el primer televisor a color; se patenta el cable coaxial y la máquina de fax; la BBC comienza a usar el sistema de 30 líneas de televisión en sus transmisiones. Goedel demuestra el teorema de incompletitud que lleva su nombre; Flemming publica su trabajo sobre la penicilina; Paul Dirac y Heisenberg explican cuánticamente el ferromagnetismo; Lawrence inventa el ciclotrón, y a De Broglie le otorgan el premio Nobel de Física. José Altshuler nace el mismo año que Mossbauer, Giaver, Higgs, Murray Gell-Mann, Taylor, todos premios Nobel de Física.


Como resultado del crack financiero de Wall Street en la dependiente isla del Caribe comienza una de las épocas más terribles de vacas flacas, los precios de la azúcar caen estrepitosamente hasta 0.57 centavos la libra. En marzo de ese año, se introduce en el Congreso Nacional una ley para condenar a prisión a cualquier cubano que buscara la intervención o interferencia de una potencia extranjera en el desarrollo interno o externo del país, solo para que Machado vetara la propuesta. Las protestas en Cuba comienzan a escalar por todo el país conduciendo al asesinato de los ocho de Artemisa y poco después, al asesinato de Rafael Trejo para que, al cumplir Altshuler un año, Machado suspendiera las garantías constitucionales y acusara a los estudiantes de esta Universidad de ser revoltosos a las órdenes de Moscú. La Revolución del 33 echaba a andar.
Ese es el contexto “espacio temporal” en el que José Altshuler creció. Una isla ajena en lo fundamental a la ciencia. Ciencia que en épocas anteriores había dado muestras de la pujanza de nuestro sujeto nacional. Haber sido colonia del imperio español y no de otros más “capitalistas” como el inglés o el holandés, marcó las particularidades de nuestro desarrollo económico, social y político. España tenía un marcado atraso frente a los otros poderes coloniales europeos, tal era así que el conde Peñaflorido, Javier María Munive e Idiakez, estaba convencido de que el atraso español se debía al poco desarrollo de las ciencias, lo que lo condujo, en el plano de la acción, a lograr los permisos para fundar en el País Vasco la Sociedad Económica de Amigos del País con el propósito de fomentar, además de la cultura y la enseñanza, el desarrollo científico y tecnológico de la península.
Con la llegada del Obispo Espada a Cuba en la segunda mitad del siglo XVIII, esos
aires de renovación ilustrada logran entrar a una sociedad caracterizada, en lo cultural, por la preponderancia absoluta de la escolástica y el estado depauperado de la educación en el país. Espada llegó en el momento históricamente preciso y fue el gran reformador intelectual, a la vez que aglutinador, de la emergente sociedad criolla cubana. Los más profundos pensadores de esos sectores criollos reconocían la necesidad del avance cultural y educativo del país que, quizás de manera confusa, pero no menos cierta, veían como suyo. El rompimiento con la escolástica educativa, liderado desde el seminario de San Carlos y bajo el manto protector del obispo Espada, fue necesariamente también el de la escisión de la ciencia natural de la filosofía. Se repetía, con las deformaciones propias de una sociedad colonial esclavista, la regularidad de que el avance de las relaciones capitalistas precisaba la separación de las ciencias de las otras formas de adquisición y práctica del conocimiento. Tal es así que el obispo Espada llegó incluso a suprimir una de las tres cátedras de teología para crear en vez de ella, una de matemática. Félix Varela introduce la experimentación en la enseñanza de la física en el seminario de San Carlos. José Antonio Saco publica la obra “Explicación de algunos tratados de Física”. En nuestra isla también se daba el fenómeno de que importantes figuras del naciente grupo de científicos eran de igual modo activos en otras áreas culturales como la literatura o las artes y viceversa. El académico Ramón Zambrano, en la segunda mitad del siglo XIX, era considerado más literato que científico. Antonio Saco fue promotor de la creación de una Academia de Literatura en la isla. El Liceo Artístico y Literario de La Habana impartía en sus locales, matemática, botánica, química, física, zoología, mineralogía, higiene y anatomía. El diálogo también ocurría en la otra dirección. Entrado el siglo XIX, el periodista y poeta Juan Clemente Zenea, escribía crónicas ocasionales sobre la recién fundada Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de la Habana.
Es correcto entonces decir que en Cuba las ideas científicas entraron de la mano de lo más avanzado del pensamiento criollo, germen de una nacionalidad en gestación. Entraron además por conducto de quienes representaban también en las artes, la literatura y la filosofía el pensamiento de vanguardia de la sociedad cubana. Cubanos que, al decir de Martí, habían puesto ‹‹en el estudio, la pasión que no podían poner en la elaboración de la patria nueva››. Ciencia, filosofía, arte y literatura eran, por tanto, compañeras en la batalla ideológica contra el oscurantismo feudal. Los enemigos de las ciencias fueron los mismos que los de la enseñanza pública moderna, del arte propio de la isla, de la literatura criolla y, sintomáticamente, los mismos enemigos de la naciente nacionalidad y, con el decursar de los años, de cualquier idea independentista. De más está decir que no había interés de la metrópoli colonial por el avance de las ciencias en Cuba y, mucho menos, por la estructuración de esta en función del avance de la colonia. Las organizaciones que fueron surgiendo con interés científico fueron resultado de la iniciativa criolla. El científico como sujeto social no existía, ni podía existir en esa sociedad ahogada por la tiranía colonial y económicamente basada en la esclavitud.
Martí, sin ser científico, tuvo un conocimiento amplísimo de la ciencia de su época, resultado de su exilio en EE.UU, ciencia que pudo entender, más que resultado de un entrenamiento educativo, como consecuencia de su asombrosa intuición. El apóstol entendió, como pocos, la necesidad de que la América Latina modernizara sus sistemas educativos para ponerlos en función del necesario desarrollo de nuestros países, pero también, como menos personas aún, entendió el aporte que la América Latina podía hacer a la ciencia: ‹‹Utilísimas cosas sabría la ciencia si a ella se dedicase la perspicaz inteligencia americana.›› escribió.
Vale, por tanto, insistir en que la conformación de la nacionalidad cubana, que se gestó durante un largo período de avances, retrocesos, confusiones y claridades, fue pensada no sólo desde lo intelectual filosófico, literario y artístico, sino también desde lo intelectual científico. El orgullo nacional por tener un Poey, un Alvaro Reinoso y en grado sumo, un Carlos J. Finlay, tuvieron un papel importante en determinados momentos cruciales de la formación de ese yo nacional y de un sentido común de propósito y de destino.
Entrado el siglo XX y la República de corcho, fue la inexistencia social de desarrollo científico y técnico autóctono la que marcó el distanciamiento entre las formas culturales en el país. Esencialmente, la intelectualidad literaria y artística no tenía interlocutor científico con el que mantener un diálogo relevante de cara a la utilidad social. Los pocos científicos del país apenas tenían relevancia social. Lo artístico y lo literario, a pesar de la desidia estatal, generó, maduró y consolidó una intelectualidad militante. La república truncada fue el contexto donde surgieron los artistas, músicos y plásticos de la vanguardia cubana y escritores de talla universal. La ciencia, por sus propias dinámicas más dependiente de un sostén externo a ella, no pudo, después de Finlay, gestar científicos de la misma estatura. Hasta el triunfo de la Revolución el debate intelectual en Cuba se hizo, en lo fundamental, sin el aporte de la ciencia natural.
La ciencia cubana nunca tuvo una Protesta de los trece, a pesar de que esta ocurrió en las instalaciones de la Academia de Ciencias. Esta representó el despertar de una nueva intelectualidad nacional que rechazaba el letargo que habían supuesto las intervenciones norteamericanas. Y fue punto de partida o inspiración para una buena parte de los sucesivos movimientos intelectuales cubanos asociados a las artes y a la literatura. Movimientos que significaron, con sus diferentes signos ideológicos, una recuperación del yo nacional desde la creación cultural. No hubo contraparte científica. Ya no tuvimos otro Poey, ni otro Finlay. No podíamos.
Establezco este largo contexto para que se entienda cual era el ambiente de pertinaz mediocridad oficializada desde donde héroes, demasiado poco conocidos, comenzaron a incubar la idea de regenerar una ciencia, como actividad social, cubana. Héroes como el que hoy homenajeamos.
Al recibir la condecoración por el cincuenta aniversario de la UPEC en el 2013, Jorge Risquet narraba cómo fue juzgado, juntos a otros colegas del periódico “Hoy” por publicar en 1950 un “violento artículo” contra la corrupción del gobierno de Prio. Entre los juzgados, menciona a José Altshuler, quien entonces tenía 21 años. Ya entonces José Altshuler estaba irremediablemente vendido al oro de Moscú.
En 1958 el farsante de Andrés Rivero Aguero, en su programa educativo para la presidencia de Cuba, proponía que las tres universidades existentes, se traspasaran a un “patronato” privado que determinara que el “estado o el gobierno de turno tenga nada que ver con ninguna universidad”. En palabras de los historiadores Ramón de Armas, Eduardo Torres Cuevas y Ana Cairo Ballester en su texto, “Historia de la Universidad de la Habana” esto equivalía a “la extinción de las universidades de La Habana, la Central de Las Villas y la de Oriente para 1959”.
La Revolución significó entre muchas otras cosas la sobrevivencia de la educación universitaria en Cuba.
La Revolución cubana es un hecho telúrico cuya magnitud aún no alcanzamos a medir en toda su proporción. Como las grandes cifras en la ciencia, su dimensión se escapa, en muchas ocasiones, de la captura primaria de los sentidos. Para analizarla debemos entender que incluso la apropiación psicológica de su escala, solo es posible por la conciencia colectiva. Entender la Revolución es también posible y necesario a través de lo que hicieron cada uno de sus hijos. Hay una deuda con esa historia que debe ser contada. Nosotros somos, porque ellos fueron.
Como parte de la refundación de la patria, la educación superior comenzó su propia revuelta, en este caso, retomar la reforma inconclusa de Julio Antonio Mella. Los intelectuales comunistas, en la práctica invalidados de impartir docencia en la Universidad, pudieron entrar en el claustro
profesoral, entre ellos Carlos Rafael, Mirta Aguirre y José Altshuler. José Altshuler era militante comunista desde la segunda mitad de la década de 1940. El 31 de Diciembre de 1960 se crea el Consejo Superior de Universidades encargado de elaborar la ley de reforma universitaria: como representantes del gobierno revolucionario son nombrados Armando Hart, Regino Boti, Pedro Cañas y José Altshuler, profesor titular de la Escuela de Ingeniería. Respecto a la ley de reforma universitaria, en el texto mencionado más arriba de Armas, Torres Cuevas y Cairo se lee “Utilizando varios folletos de las actas de discusiones de especialistas y de las reuniones del Consejo Superior de Universidades, el ingeniero Altshuler, con ayuda del ingeniero Albert y del arquitecto Pratts, elaboró un proyecto con unidad de estilo, que con algunas modificaciones finales hechas en la sesión en que se le dió lectura, constituyó el texto de la la ley”. Hoy le estamos rindiendo homenaje al redactor de la ley de reforma universitaria. El libro de historia sigue “El ingeniero Altshuler y el ingeniero Diosdado Pérez Franco elaboraron los planes de estudio de las Escuelas de Ingeniería Eléctrica y Civil, respectivamente, y sobre los hombros del primero (José Altshuler) cayó la responsabilidad de coordinar todos los planes de estudios de la futura Facultad de tecnología”. Hoy le estamos rindiendo homenaje a uno de los padres de esa Escuela de Ingeniería vuelta Universidad Tecnológica de la Habana.
La primera dirección universitaria de la Revolución posterior a la ley de reforma universitaria la encabezó como Rector Juan Marinello y como Vicerector José Altshuler. En esa alquimia feroz que es la Revolución cubana, a tres años de su triunfo, rescataba la alianza interrupta desde el siglo XIX entre humanismo y ciencia: Marinello, el intelectual filósofo, literato y José Altshuler, el intelectual científico, tecnólogo. En 1962, en una intervención que fue titulada “El ingreso en las carreras universitarias y las necesidades urgentes de nuestro desarrollo” José Altshuler comenzaba diciendo “La ley de reforma de la enseñanza superior en Cuba sitúa (con toda justicia) como primera obligación de la universidad nueva, formar profesionales de nivel superior en el número y con la calidad que demandan las necesidades de la nación. La torre de marfil queda derribada.”
Todo ser necesita su propia historia, no vale la historia de otro, ni épica, ni cercana, ni lejana. Las personas no se hacen con historias prestadas, por mas que sean de un colectivo común. Común por algunas razones que bien pueden ser trascendentes o de destino colectivo, ineludible aun cuando escapemos. No es lo mismo hacerse una historia propia en función del colectivo, que entregársela a un colectivo para que te haga tu historia. Solo desde la individualidad generosa se trasciende a todos y por todos.
¡Que bello es este país! ¡Qué bello lo han hecho las historias de personas hermosas como José Altshuler! Muchos estamos negados a cambiar un solo día de estas angustias gestadoras por miles de atardeceres apacibles. No estamos hechos para bacanales estériles, no estamos hechos para rendirnos a la mediocridad abyecta. Ellos nos enseñaron, él nos ha enseñado, que el goce de la vida radica en mantener girando la tormentosa existencia gestadora. Y ya que tenemos una sola vida para vivirla, hagámosla que valga la pena!
Las revoluciones no las hacen personas que asientan, las hacen los rebeldes. Las revoluciones son cosas para inconformes, los que creen que hay algo que arreglar y que se puede arreglar, aún si es a un costo muy alto. Las revoluciones, en todas las épocas y en todas las geografías, no las hacen los seres que asientan, las hacen los protagonistas de los No. Pero no se trata del no del aldeano que con tal de mortificar al que le quitó la novia da por sentado el orden universal, se trata del no cósmico de aquel consciente del gigante de siete leguas que va por el universo engullendo mundo, se trata del no de Nicolás Guillén. Se trata también, del no que se niega a aceptar desatinos y disparates, el no de la verticalidad honesta, de la militancia corajuda en las filas de los que no dan tregua a los oportunistas de turno ni a los pobladores de sillas, el no de los que dan el pecho a tirios y troyanos. El No de Nicolás Guillén. Se trata del no de otros fundadores, el de un Enstein que vio no, donde otros persistían en seguir viendo un si. Ese también es el No de Nicolás Guillén. Y esos seres del
No que construye, el No que renueva, el No que revoluciona, cargan en si el decoro de muchos seres. Es solo un acto de justicia descargarles los hombros repartiendo entre muchos el peso que llevan. Porque hoy, de fundador se trata y se trata también de sus hijos, los que antorcha llevamos prendida por ellos y con él seguimos diciendo No. El No de Nicolás Guillén que dice:

Oh Patria! Pensando en ti

y en Martí, que te adoró,

en voz alta digo: No,

al yanqui que chilla: Sí

Grito en inglés: Cuba is free

(por si alguien no me entendió).

Cuba es libre, y dice: No

Donde otros dijeron: Sí

Míster No.

José Altshuler, aquí estamos para junto a usted decir No, cuando los sospechosos habituales insistan en decir Si. El viaje sigue siendo largo y áspero sigue siendo el camino, pero gracias a personas como usted, desde hace sesenta años canta un pájaro a la vida y a pesar de las coyunturas, desde la vista privilegiada que ofrece la colina universitaria, el mañana se sigue anunciando con un trino.
Gracias a usted por esta oportunidad que nos ha dado.
Muchas gracias
*Palabras pronunciadas en el Homenaje a los 90 años del Profesor de Mérito y Doctor en Ciencias Tecnicas José Altshuler, Académico de honor de la Academia de Ciencias de Cuba, Investigador Titular y de Mérito, Ingeniero Electricista, antiguo Profesor Titular de la Facultad deTecnología de la Universidad de La Habana, e investigador titular de la Academia de Ciencias de Cuba, de la cual ha sido vicepresidente y de cuyo Instituto de Investigación Técnica Fundamental ha sido director (1967-1982), actualmente preside la Sociedad Cubana de Historia de la Ciencia y la Tecnología. Doctor Honoris Causa del Instituto Superior de TEcnologia de la Habana, ACademico de Honor de la Academia de Ciencias de Cuba, Primer Vicerector de la Universidad de la Habana despues de la Reforma Universitaria de 1962, fue Vicepresidente de la Academia de Ciencias de Cuba y es actualmente Presidente de la Sociedad Cubana de Historia de la Ciencia y la Tecnología. Condecorado con la Medalla de Combatiente de la clndestinidad contra la dictadura batistiana.
21 de Octubre en el Aula Magna de la Universidad de la Habana

This entry was posted in Cuba, Estados Unidos, Historia, Latinoamérica and tagged , . Bookmark the permalink.

3 Responses to Elogio a un pionero de noventa años*. Por Ernesto Estévez Rams

  1. Pingback: Elogio a un pionero de noventa años*. Por Ernesto Estévez Rams |

  2. Anáhuac says:

    Elocuente e instructivo. Historia viviente de la ciencia y tecnología en nuestro país. Nuestros científicos aún siguen siendo hombres/mujeres con conocimientos que se desobordan hacia otras ramas del saber, la literatura, las artes, el derecho, la historia y la política. Gracias Profesor Estévez Rams.

     
  3. Anáhuac says:

    Quisiera destacar que el Doctor en Ciencias Técnicas José Altshuler es además el Padre Técnico de Radio Habana Cuba.

    Gestación de Radio Habana Cuba
    Por Susana del Calvo
    Me confieso una amante de Radio Habana Cuba, de ahí que al constatar la importancia de los programas que realiza el colega Pedro Martínez Pírez por los 55 años de vida de la emisora, tomé la decisión de ofrecerle a nuestros lectores una versión sobre los testimonios que se presentan.
    El primero fue el de Enrique Oltuski, quien fue el primer ministro de Comunicaciones en Cuba después del triunfo de la Revolución:
    “Asumimos la responsabilidad y encontramos atraso técnico, excepto un desarrollo artesanal de correo y telégrafo, no contaban con ningún otro servicio moderno, tal y como lo conocemos hoy. Veníamos de la lucha insurreccional y nuestra experiencia al frente de un organismo estatal era practicamente insignificante.”
    Oltuski fue de aquel grupo de jóvenes que llevaron en sí todo el ímpetu del trabajo de aquellos que lucharon por un Mundo Mejor. De ellos surge el Consejo Asesor Técnico, un pequeño grupo que sería en el transcurrir de los años capaces de generar toda una revolución técnica dentro del Ministerio de Comunicaciones:
    “Surgieron ideas como el desarrollo de Telex, servicio de microondas, la red nacional costera de servicio a la navegación y las comunicaciones internacionales, entre otras cosas. Desde muy temprano la Revolución empezó a sentir los embates fuertes y sostenidos, aun en los meses en que todavía se mantenían las relaciones formales con Estados Unidos. Ellas estaban totalmente en manos de empresas norteamericanas, físicamente los medios de comunicación pasaban por ese país, Cuba no podía comunicarse telefónica, ni siquiera radialmente con ningún otro país sino era a través de los Estados Unidos.”
    El Consejo Asesor Técnico tenías en aquel entonces dos proyectos fundamentales:
    – Creación de un sistema de trasmisión potente que permitiera enlazar a Cuba con países de Europa sin pasar por Estados Unidos.
    Crear una emisora internacional para llegar a todos los paíss del mundo la realidad
    del proceso cubanos.
    Debemos destacas que al frente de ese Consejo Técnico asesor estuvo José Altshuler, todo un profesional y revolucionario de pura cepa.
    “Ninguno de los que participamos en la ideas de Radio Habana Cuba tenía la más mínima experiencia de lo que era una emisora internacional de este tipo, esa fue una etapa de aprendizaje para todos nosotros. Se realizaron c9omplejos y profundos estudios sobre el tema, recuerdo muchas noches de trabajo sobre mapas del Mundo analizando los esquemas de trasmisión de las ondas radiales, el estudio de las épocas del año, la potencia de los equipos y otra gama de problemas.”
    Hasta el detalle más insignificante fue analizado en aquellas jornadas interminables y productivas, finalmente señaló Oltuski:
    “”Fueron realmente meses de una actividad intensa, extraordinariamente interesante que recuerdo con gran satisfacción. Fue una etapa totalmente creadora y cuando hoy veo lo que es Radio Habana Cuba y recuerdo aquellos tiempos, aquel grupo de jóvenes técnicos creando esta emisora que hoy es un orgullo de nuestro país, pues no podemos menos que sentir una gran satisfacción con toda la humildad que la vida revolucionaria nos ha enseñado, realmente estamos orgullosos de haber puesto nuestro granito de arena en la creación de Radio Habana Cuba.”
    Desde el 2012 Oltuski no está físicamente entre nosotros, pero su obra queda para la historia y para nosotros de una forma muy especial al ser ejemplo de un martiano hasta su último aliento.
    http://cosmocuba.bloguea.cu/2016/01/29/gestacion-de-radio-habana-cuba/a

     

Responder a Anáhuac Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos necesarios están marcados *

Puedes usar las siguientes etiquetas y atributos HTML: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <strike> <strong>