¡Le zumba la berenjena! Por Joaquin García Salabarria

 

Un día como hoy hace 58 años yo tenía 8 y parado en el comedor de mi casa escuché el primer comunicado de Fidel llamando al pueblo a enfrentar la invasión que se estaba produciendo en Girón y como siempre transmitiendo el optimismo en la victoria. Días después pude ver las imágenes de la derrota y la desmoralización de la “flamante brigada invasora”. Vi con mis ojos de niño a hombres maduros llorando y diciendo que los habían embarcado, otros diciendo que no eran soldados sino cocineros, sacerdotes bendiciendo a asesinos de campesinos como la madre de Nemesia o a Cira García, a esbirros con los tristemente célebres Calviño y Wong, el último, un secuaz de Ventura, torturador y asesino que tuvo que enfrentar en el juicio a una compañera que entre otras cosas llevó como prueba su bata de casa manchada de sangre del día que fue golpeada por ese “héroe”. Vi la tristeza de mi padre por la muerte de su amigo y compañero de trabajo Claudio Arguelles y vi la alegría del pueblo por la victoria.

Ahora cuando ya tengo 66 años me maravillo de ver a esa banda de cobardes que posteriormente han gastado toneladas de papel echándole la culpa de su derrota a otros que soñaban “traer libertad” para mi pueblo y al final terminaron cambiados por compotas, envalentonados y haciéndole el juego al gobierno debajo de cuya saya se han mantenido durante años pidiéndole de mil formas que derroten a la Revolución porque a ellos les han faltado pantalones para hacerlo. Y hoy cuando son además de un ejército derrotado un montón de viejos cagalitrosos pretenden amenazarnos. ¡Le zumba la berenjena!

(Facebook del autor)

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6 Responses to ¡Le zumba la berenjena! Por Joaquin García Salabarria

  1. Arturo Menéndez says:

    Yo tenía 13 años y recuerdo todo con mucha claridad. Parece que ellos han olvidado la lección que les dió el pueblo cubano.

     
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  4. Sin-permiso says:

    Yo diría que el imperio yanqui está plagado de viejos y cobardes cagalitrosos. Entraron en la II Guerra Mundial cuando las potencias enfrentadas ya habían sufrido un importante desgaste y graves daños en sus infraestructuras (la clásica táctica de Inglaterra, que durante siglos no fue el escenario de ninguna guerra, aunque participara desde un principio en suelo continental, lo que le brindó una ventaja diferencial para el desarrollo como potencia y una tremenda oportunidad de negocio). Sólo un pueblo cobarde podría arrojar bombas atómicas sobre grandes ciudades cuando el enemigo ya esta virtualmente vencido. Sin este poderío militar incontestable, seguramente jamás se habría atrevido USA a construir un imperio con la insolencia y la ambición que lo ha hecho.

    Cómo confundir el talante de los líderes que gastan en armamentos más que las 5 potencias siguentes y tienen más de 800 bases militares en el mundo con el talante de los líderes de la revolución cubana, que, tras la invasión de Playa Girón y los sabotajes de la operación Mangosta, aceptaron que Cuba se convirtiera en el escenario de una guerra nuclear entre USA y la URSS si ese tenía que ser el precio para restablecer la dignidad y el derecho a existir del pueblo cubano. Bastó que Kim Jong Un le dijera a Trump que Corea del Norte respondería con armamento nuclear a una agresión de USA para que a este le temblaran las piernas y el tupé, a pesar de la extraordiaria ventaja bélica de la superpotencia.

    Por grande que pueda ser la seguridad que ofrece en teoría un escudo antimisiles, este no es un experimento que se pueda reproducir todos los días y en todas sus variables ni el enemigo va a dar pistas si puede guardarse un as en la manga. Irán también tuvo claro la capacidad disuasoria del armamento nuclear, como le recomendara un militar judío jubilado tras comprobar con qué impunidad y falsedad USA destruyo Irak y se apoderó de sus recursos. Si Venezuela dispusiera de armamento nuclear, otro gallo le cantaría, al igual que si Rusia y China firmaran con la nación caribeña un tratado de defensa mutua como los que ha firmado USA con multitud de naciones del mundo. Lo mismo se podría decir de Cuba, en cuyo caso se podría reeditar una crisis como la de los años 60 y con toda seguridad la superpotencia yanqui no se atrevería a pulsar el botón, como no lo ha hecho con Corea del Norte y no lo hará nunca si existe alguna capacidad de respuesta nuclear o de otro tipo con elevado poder destructivo y capacidad de sorprender al enemigo.

     

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