Donde se confunde el pasado y el presente, hasta el futuro, cuando se escribe sobre el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.
Ahora, entre tantos recuerdos, urge evocar la frase del escritor brasileño Jorge Amado, de que nadie logró permanecer indiferente a la Revolución de los barbudos; o se estaba a favor o se estaba en contra, y siempre ferozmente. Era imposible la neutralidad, la imparcialidad, los términos medios. La Revolución Cubana era y continúa siendo Fidel Castro Ruz, es imposible separarlos. Para los enemigos y adversarios, los odios y ataques tampoco fueron y son diferenciables, aunque la mayoría lo respeta.
El carisma del líder de la Revolución Cubana fue, es y será resaltado por muchos estudiosos del proceso revolucionario como decisivo para la imagen e irradiación del ejemplo cubano. Ello es cierto si se parte de que él es una de las singularidades de la misma. El carácter honesto, ético y valiente del compañero Fidel es un tema a considerar al examinar la influencia colosal, en tiempo y espacio, del papel de la personalidad en la historia y de la repercusión que tuvo en el triunfo revolucionario y en su posterior transcurrir histórico. Dotado de un atractivo nato -imán personal dirían algunos-, de una oratoria vibrante y pedagógica, capaz de llegar a los más variados niveles de educación y cultura de la población cubana y del mundo, Fidel es el exponente más claro y profundo de la obra de la Revolución Cubana. Su genialidad política, su visión estratégica y su método lógico, razonable y, por sobre todo, dialéctico e historicista, capaz de comprender la realidad nacional, regional e internacional en sus diversos giros y cambios, coyunturas y disyuntivas, lo convirtieron en el líder revolucionario popular y antimperialista más genuino de la contemporaneidad.
Otros rasgos de su personalidad, como la de concebir toda idea justa, por pequeña que sea, como un proyecto gigantesco; de creer en las virtudes humanas por encima de todas las miserias y mediocridades, (Gabriel García Márquez, su amigo colombiano, afirmó que, esa es su mayor virtud y defecto); de ser tenaz y audaz en la lucha contra lo imposible, para alcanzar lo máximo posible, lo convierten en un soñador o un utopista irremediable, virtudes de un comunista con razón y sentimientos.
El es el artífice natural, junto a una vanguardia política forjada en el Moncada, el Granma, la Sierra y el Llano, de la primera revolución social y política en América Latina y el Caribe (también en el hemisferio occidental), y de la unidad, dentro de la diversidad, del pueblo cubano, fundador-dirigente del Partido Comunista de Cuba en un inolvidable 3 de octubre de 1965, y un estadista e intelectual orgánico, martiano, marxista y leninista, (1) que ‘se suicida como clase’, de acuerdo a sus orígenes socioclasistas, tal como expresara el político revolucionario africano, Almicar Cabral.
Por ello, en el encuentro que sostuvo con los Cincos Héroes de la República de Cuba, luego de alrededor de dos meses y medio del regreso de los tres últimos de las prisiones en los EE.UU., algunos se asombraron con su respuesta. Nos referimos a la interrogante de Ramón Labañino, en el último instante de la intensa e íntima reunión: “¿qué podemos hacer los Cinco ahora?”. El genio político, quedó pensativo pero, raudo le(s) respondió de la manera menos esperada: “…sean científicos”. Esta afirmación posee su base en el concepto de porvenir para Cuba, Revolución que proclama socialista el 16 de abril de 1961, y que él enunció un 15 de enero de 1960: “El futuro de nuestra patria tiene que ser necesariamente un futuro de hombres de ciencia, tiene que ser un futuro de hombres de pensamiento, porque precisamente es lo que estamos sembrando; lo que estamos sembrando son oportunidades a la inteligencia, ya que una parte considerabilísima de nuestro pueblo no tenía acceso a la cultura, ni a la ciencia”. A lo que sumó en 1961, la gran campaña de la alfabetización que constituyó una revolución intelectual y moral, espiritual y cultural, brindando a todos los cubanos la oportunidad de aprender a escribir y leer, permitiendo un punto de partida esencial para dignificar al ser humano y continuar los grandes planes educacionales que se desarrollaron posteriormente.
Estuvo Fidel consciente que, saber leer y escribir encarna un derecho vital y digno de cualquier ser humano, es tener la posibilidad de estudiar, conocer, comprender y pensar con un nivel crítico racional y lógico, lo que aumenta la imaginación, y en el acto de imaginar subsiste una aureola soñadora, utópica y hasta un supuesto ‘dislate’ de cuerdo que permite el arribo de la constante curiosidad, la necesidad de no pecar de ignorancia, que son las grandes puertas de acceso a los saberes y conocimientos, para alcanzar, finalmente, la libertad, el portón que significa viajar más lejos que las cadenas de las costumbres, los formalismos y la rutina en la comprensión de uno mismo y del mundo. Es re-crear, innovar, inventar, ser original, audaz, y esas cualidades son necesarias en el socialismo.
Lo que, paradójicamente, se simplificó al propiciarse una lectura sesgada, incluso en cuadros, funcionarios políticos y científicos -incluso intelectuales- de diferentes niveles, también en los medios de información y comunicación, cuando sólo se refieren a los ‘hombres de ciencia’ y se omite, por desconocimiento o intención consciente, lo referido a los ‘hombres de pensamiento’, que no es un añadido sino un complemento necesario para la consolidación socioeconómica, ideológica, política y cultural del socialismo en la nación. El socialismo, para Fidel, como lo fue para el Che Guevara, es un acto o proceso civilizatorio y cultural de emancipación humana, en el que la mujer y el hombre son el centro esencial que construirán el tránsito socialista de manera voluntaria, libre, pero consciente ideológica y políticamente.
Al descuidarse este aspecto del concepto de Fidel, se obvia, sin desearlo, la idea de origen martiano, reiterada por Julio Antonio Mella, el primer marxista orgánico de la Isla, que “trincheras de ideas valen más que trincheras de piedras”, por lo que se renuncia a la contundencia y veracidad histórica, filosófica, política-histórica e ideológica del dialéctico apotegma.
Lo infortunado sobreviene cuando algunos se refieren a las ciencias naturales, las ‘exactas’ y aplicadas como las ciencias ‘duras’ -conociéndose hoy de la relatividad e incertidumbre que las rodea-, partiendo que estas aportan soluciones ‘irrefutables’ desde la ciencia y la técnica vinculadas a la producción material y con dividendos económicos tangibles, y con gran subestimación de las mal denominadas ciencias ‘blandas’ que son para estos desorientados las que indagan en la esfera de los estudios socioculturales, la historia, la antropología, la sociología, la historia del arte, la literatura, la arquitectura, la música, la pintura, la escultura, entre otros, tan ineludibles y nada dúctiles, pero ‘improductivas’, en las que incluyen, además, a la filosofía, la economía, la economía política, la que debe ser concebida no matemáticamente sino como una ciencia humana, las demás ciencias sociales y las humanísticas. Sus producciones no suelen medirse como habitualmente se hace en una fábrica y un campo agrícola, sino que su inversión es ideológica y política, sin ellas el socialismo es una insostenible quimera. Ellas son las que inquieren, definitivamente, en ‘la substancia de la nación cubana’, tan misteriosa / mística, como la definiera Lezama Lima, sin obviar su relación con los demás saberes mencionados, es decir, a través de la transdisciplinaridad.
“…Por eso, Revolución -dejó claramente definido en una intervención televisiva en 1960- y educación son una sola cosa.” (2) O cuando manifestó, en 1993, en medio de la gran crisis económica que vivía el país: “…la cultura es lo primero que hay que salvar”, (3) ratificándolo en su intervención en Caracas, Venezuela, el 3 de febrero de 1999, “(…) Una revolución sólo puede ser hija de la cultura y las ideas.” (4)
Porque Fidel es, además, el hombre de una voluntad de acero, probada en las más disímiles coyunturas, lo muestran en una faceta humana de querer ganar siempre a toda costa y en cualquier terreno, demostrando una fuerza energética inquebrantable para convertir los reveses en victorias, y de no rendirse ante las adversidades. La anécdota de que en el reencuentro con el actual Presidente del Consejo de Estado y de Ministros, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, el General de Ejército Raúl Castro -su hermano menor y su más fiel continuador en las ideas y en la acción revolucionaria- en Cinco Palmas, pocos días después del ‘naufragio del desembarco del Granma, donde exclamó optimistamente que, con 7 hombres y cinco fusiles podía ganar la guerra contra un ejército de 80 mil hombres, lo reafirman con esa esperanza ilimitada de quien puede ‘ser destruido, pero no derrotado’, máxima que siempre resaltó de la obra hemingwyana, “El Viejo y el Mar”, y que recuerda, además, aquel apotegma de Romain Rolland, que tanto le gustaba repetir al insigne comunista italiano Antonio Gramsci, de que ‘frente al pesimismo de la inteligencia el optimismo de la voluntad’. Aunque en su caso no hubo nunca ausencia de talento y de certidumbre revolucionaria.
No solo se sintió el líder de la Revolución, sino que se consideró como un hombre de las filas del pueblo. El día 8 de enero de 1959, a su entrada a la capital de la República expresó, en un discurso memorable en el Campamento de Columbia, hoy Ciudad Libertad, que ninguna organización, ni ninguna tropa en específico había ganado la guerra, sino que había sido el pueblo, y desentrañó y estimuló una idea que siempre estuvo presente en su estrategia: desde el principio se debió estar unido en una sola organización; ello demostró que la responsabilidad era de todos, dirigentes y dirigidos, para llevar adelante el proceso revolucionario de forma colectiva y con gran sentido histórico. Su método pues, fue y es el método de masas, de ligarse a ellas en los momentos más impensables y necesarios. Nada lo realizó de espaldas al pueblo. Esta idea la expresó diáfanamente en 1982: “(…) Yo creo que una buena lección para todos, cuando creamos que hemos encontrado buenas soluciones, que meditemos y volvamos a meditar y tomar muy en cuenta el sentimiento y la sabiduría de las masas. Esa es la verdadera democracia. Ese debe ser siempre el estilo de nuestro Partido y de nuestro Estado, no imponer, sino persuadir o ser persuadido, porque su papel no es de estar persuadiendo siempre, su papel es también dejarse persuadir por el pueblo cuantas veces sea necesario, porque la máxima sabiduría ha estado, está y estará siempre, en el pueblo”. (5)
El Comandante en Jefe Fidel Castro siempre estuvo y ha estado entre el pueblo, nunca ha perdido el termómetro de cuáles son los estados de ánimo y de la más mínima opinión popular, de las inconformidades y las carencias, demandas y necesidades del ciudadano de la calle. Ello le permite representar las solicitudes más sentidas y sensibles y ser, a la vez, un catalizador innato de las iniciativas colectivas e individuales para resolver las necesidades de la gente común, de ser un portavoz crítico de las deficiencias e insuficiencias del proyecto revolucionario socialista, como el más genuino representante de la idiosincrasia del cubano.
Y ese comportamiento natural lo ha desarrollado con una timidez y cordialidad rayana al más común de los mortales – “Fidel, simplemente, Fidel” -, lo llamaba, aún lo hace, el pueblo cuando lo interpelaba, al cual respondía sin vanidades y con gran respeto de quienes conversaban con él, como uno más. El gran sentido del honor, el ejemplo y el deber que practica es lo que lo lleva a estar presente, directamente, en las arenas de Playa Girón (1961), en la Crisis de Octubre (1962), en el vórtice del huracán Flora (1963), en los múltiples actos oficiales y públicos, en Cuba y en el extranjero, a pesar de las advertencias de la Seguridad del Estado de que podía ser víctima de un asesinato, un magnicidio, organizados y dirigidos por las agencias especiales de inteligencia del establischemt estadounidense. No obstante, es el dirigente que visita Vietnam del Sur en plena guerra imperialista, a Salvador Allende cuando la Unidad Popular en Chile, que recorre la zona de Medio Oriente en apoyo del pueblo palestino, entre otros de sus múltiples compromisos internacionales, desafiando los más variados riesgos y peligros, conociendo que era el jefe de estado con un mayor número de atentados en su contra.
Es el compañero Fidel, un hombre caballeroso, culto y enciclopédico en el saber pero, a la vez, capaz de utilizar, en el plano privado y público -muy limitado-, las palabrotas de cualquier cubano común; de ser un hombre entusiasta, comunicativo y dialogador con todas las personas que se encuentra; de saber escuchar y, a la vez, preguntar con avidez incesantemente para que sean completadas las ideas de su interlocutor, aunque sean adversarios de su ideología y de sus principios políticos, eso dice mucho de su nivel de educación, muy caballeresco, similar a un Quijote de las ideas y las costumbres morales. Y todo ello sin hacer concesiones y con un discurso coherente y armónico con el quehacer revolucionario. Poseedor de una gran avidez de conocimientos, lector voraz que comprende las esencias de las lecturas; dueño de una memoria privilegiada y entrenada, capaz de manejar cifras y resolver ecuaciones difíciles con una rapidez y precisión matemáticas; un estadista y líder político antidogmático y antisectarista por naturaleza, que duda permanentemente de todas las propuestas y soluciones, incluidas las suyas; rebelde y conspirador nato -“en silencio ha tenido que ser (escribió Martí, en 1895) y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas”- y, al unísono, sabedor del momento indicado para explicarle al pueblo las políticas aplicadas o por ejecutar, por muy difíciles y complicadas que estas fueran.
Solidario e internacionalista con todas las causas justas en cualquier lugar del mundo, lo ha expresado siempre de frente a sus adversarios. Estas y otras, son algunas de sus múltiples virtudes. Ejemplo inigualable de desprendimiento y de cualquier vanidad y egoísmo personal, “(…) toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz”, posiblemente la frase Martí que más le gusta repetir, es además, el primer crítico de la obra revolucionaria sometiéndose a sí mismo a una autocrítica constructiva, fuerte, reveladora de que no hay obra humana perfecta.
Todo ello lo hace el cubano que somos, que queremos y debemos Ser, solo comparable, salvando el tiempo en que vivieron, a nuestro, José Martí. Por eso, Fidel Castro, el eterno Comandante en Jefe, centellará y sobrepasará su vida biológica; su nombre se inscribe ya como el líder político revolucionario y comunista más genial de la contemporaneidad cubana, latinoamericana y caribeña, tercermundista y del orbe.
Hoy, se ha marchado sin marcharse, por lo que nos resta mostrar y ratificar el reconocimiento y agradecimiento justo a un hombre que ha sido el PADRE de esta colosal obra y que continúa ofreciendo lo mejor de su vida -‘hasta después de muertos somos útiles’- a la causa revolucionaria nacional, regional y mundial.
Hagámoslo, sin truncar y segmentar su pensamiento integral, sus concepciones, sin hacer abuso de sus citas, ideario que posee valor porque está contextualizado y cada palabra es inseparable de la otra, aun cuando analiza coyunturas específicas, ya que su pensamiento teórico-político y práctica constituyen una unidad indisoluble dentro de la gran totalidad de su obra, un legado imperecedero, historicista y dialéctico, brindándole plena trascendencia y vigencia.
Hagámoslo, al unísono, con las reflexiones críticas y la acción transformadora, en la batalla contemporánea del proceso de actualización del Modelo Económico y Social del tránsito socialista cubano, bebiendo -y enriqueciendo- de las experiencias válidas, criticando y rectificando lo mal hecho y cambiando las mentalidades obsoletas.
Fidel es de esos hombres que, como dijera el dramaturgo y revolucionario Bertolt Brecht, son y serán imprescindibles.
Notas:
(1) Fidel Castro Ruz es abogado, hijo de terrateniente, por lo tanto, es un intelectual de formación, profesional de la política, desde su niñez y juventud un pensador con sentido de la justicia y rebeldía contra todo lo indigno e inmoral, y en la universidad se autodenomina primero como un ‘comunista utópico’, que forja sin preceptores directos su organicidad revolucionaria, latinoamericanista, antimperialista, marxista y leninista de manera continua, en un eterno proceso de aprendizaje / desaprendizaje, con lo mejor de las tradiciones históricas políticas y culturales revolucionarias de Cuba, la región nuestraamericana y el mundo, articulando creativamente las ideas martianas y el pensamiento marxista y leninista, incluyendo las rupturas inevitables en su evolución en el combate ideológico y político práctico diario, en constante contacto retroalimentador con las realidades del pueblo trabajador y humilde.
(2) Castro Ruz, Fidel (1960): Entrevista especial ante las cámaras y micrófonos del FIEL por el canal 2 de la TV, La Habana, 18 de julio. Obra Revolucionaria [17]. La Habana, p. 24.
(3) Prieto, Abel (2016): Notas en el foro “Cultura y Nación: El misterio de Cuba”, conferencia impartida en la Sociedad Cultural José Martí, 5 de mayo, Revista Bohemia, No. 81, digital.
(4) Castro Ruz, Fidel (1999): Una Revolución solo puede ser hija de la cultura y las ideas, Discurso pronunciado en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela, 3 de febrero, Versiones taquígrafas del Consejo de Estado de la República de Cuba, La Habana.
(5) Castro Ruz, Fidel (1982) Discurso en la clausura del VI Congreso de la ANAP, Ciudad de La Habana, 17 de mayo. Discursos en tres congresos. Editora Política, La Habana, pp. 188-189. También, en Fidel Castro Ideología, conciencia y trabajo político / 1959-1986 (1986), Editora Política / La Habana, p. 135.
Dr. en Ciencias Históricas Orlando Cruz Capote, Investigador Auxiliar, Instituto de Filosofía, Citma-Cuba.
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Interesante trabajo, digno homenaje a nuestro eterno Comandante en Jefe Fidel.
Lo retrasmití a mi sobrino para que celebre dignamente con sus compañeros el día de los estudiantes.
Como sugiere el autor, primero de todo la revolución socialista cubana quiso ser una revolución cultural, ya que, sin profundos avances en este terreno, es muy difícil que pueda lograrse una revolución política, social y económica, de ahí que la primera medida fuera una campaña de alfabetización. Probablemente, ninguna revolución llegó tan lejos como la cubana a la hora de abordar el principio gramsciano de hegemonía cultural, sin el cual no es posible concebir satisfactoriamente el concepto dictadura del proletariado.
Quienes hemos tenido la suerte de visitar Cuba y conocer a sus gentes, nos hemos maravillado al comprobar el empoderamiento de las clases populares, sin distinción de raza, sexo u origen social. Este es el gran activo de la revolución y no cabe la menor duda de que otros países se están aprovechando de ello como resultado de la emigración económica y que Cuba hoy proyectaría una imagen todavía más elevada si el bloqueo criminal no hubiera malogrado que muchos de sus ciudadanos más capacitados lograran su realización personal en la isla. Por decirlo de una forma que se entienda, el socialismo cubano ha producido grandes jugadores para la champion leage de nuestra especie pero el enemigo ha adoptado toda clase de medidas para que la isla no reúna las condiciones materiales y el respaldo internacional como cancha de juego, de ahí que, como los grandes deportistas de élite, la emigración se haya convertido en una necesidad para quienes no hayan decidido entregar su vida a la dignisima causa de defender la revolución e internacionalizar sus logros.
Como laboratorio cultural y científico, los cerca de 60 años de revolución han sido extraordinariamente exitosos y un ejemplo del que las clases populares de otros países tienen mucho que aprender. No pretendo afirmar que todo hayan sido éxitos o aciertos. A mi modo de ver, se le ha dado mucho protagonismo a las relaciones de producción y escaso o nulo a las relaciones de reproducción, de ahí que hoy muchos cubanos vean un problema en el descenso de la natalidad, a imitación del mundo capitalista (donde el crecimiento exponencial es una necesidad de supervivencia del sistema por estar basado en la acumulación creciente como fundamento teórico y psicológico esencial), en lugar de ver una oportunidad para el crecimiento del ahorro familiar, de la tasa de ocupación y de la conservación del medio ambiente, entendiendo la paternidad como una indeclinable responsabilidad personal y social hacia las futuras generaciones en lugar de un deber social de clase, que, a menudo, coarta las oportunidades existenciales y el bienestar de las clases populares. Otra asignatura pendiente sería el desarrollo del locus de control interno en el terreno de la religión, del trabajo y de la vida pública, como resultado del peso tradicional anterior a la revolución de la religión, la familia, la explotación laboral y el derecho de propiedad público y privado, entendido como un derecho erga omnes (frente a todos) y no como un derecho colectivo.
El empoderamiento cultural sigue siendo la gran asignatura pendiente del mundo capitalista, en que la minoría privilegiada sigue adoctrinando e instruyendo a las clases populares, tanto a través del sistema educativo como, sobre todo, de sus grandes medios de comunicación, al servicio de sus intereses de clase y no de la mayoría social. Del mismo modo que se han logrado grandes avances en el terreno de la liberación de la mujer, gracias sobre todo a la lucha del movimiento feminista en sociedades que reconocen el sufragio universal, son muchos más los avances que podrían alcanzarse en otros espacios culturales. Sin embargo, muy poco vamos a lograr mientras no tomemos conciencia de que la revolución cultural es un capítulo esencial de la lucha de clases y, por tanto, un capítulo en el que hay que dotarse de herramientas de clase, de medios de comunicación o aparatos ideológicos propios y diferentes de los medios de la minoritaria clase dominante. Para que la actividad política pueda ser transformadora, primero hay que realizar una revolución cultural.
Mientras los medios de comunicación y educativos sigan siendo de titularidad de la clase dominante, no habrá política transformadora. Hay que erradicar mantras como el que afirma que son los empresarios capitalistas los que crean empleo y riqueza. Nada más lejos de la realidad. Lo único que crean los empresarios capitalistas son plusvalías y no dudarán en destruir empleo o sustituirlo por maquinaria y destruir la riqueza material o espiritual de una sociedad con tal de alcanzar su objetivo. ¿Acaso la creación de paraísos fiscales, la reducción de la carga tributaria sobre las rentas de capital, la privatización de empresas rentables y la sobreexplotación de la mano de obra con jornadas cada día más largas, trabajos más penosos y vida laboral más larga causa fundamental de que cada vez más personas carezcan de empleo? ¿Acaso la promoción de hábitos nada saludables o la invención, el incremento de combustibles fósiles y promoción del terrorismo yihadista y de otro tipo no están deteriorando el capital humano y natural?
Frente a la revolución socialista cubana, como proceso civilizatorio, hoy se impone en el mundo la revolución neoliberal como proceso incivilizatorio, en que las falacias, mentiras y fabulaciones se convierten en verdad oficial a fuerza de repetirlas una y mil veces a través de un sistema monolítico de pensamiento único, como si se tratara de una religión. La fe ciega en los mercados y en su capacidad de autorregulación es la nueva religión del Imperio, cuyas verdades reveladas no es posible refutar sin incurrir en herejía. La pregunta que me hago, tras releer mi comentario de ayer, es hasta qué punto la revolución cultural socialista ha logrado sobrevivir a la poderosa embestida de la revolución neoliberal, ahora que el cuentapropismo y las inversiones extranjeras se han convertido para muchos en una terapia necesaria. Podría darse el caso de que mi crítica de ayer a los empresarios como generadores de plusvalías, al servicio no tanto de la sociedad como de su ánimo de lucro personal y familiar, contara con una mayor comprensión y aceptación en el mundo alternativo de la sociedad capitalista que en la Cuba socialista y revolucionaria, donde se han depositado elevadas esperanzas en los mercados, lo que podría acabar convirtiéndose en su talón de Aquiles.
Yo creo que sería mucho más provechoso la profundización en una revolución cultural permanente que copiar lo que se cocina fuera, actitud que caracterizó a Fidel, cuando lobos con piel de cordero (como Felipe González cuando le ofreció los servicios de su ultraliberal ministro de economía Carlos Solchaga) se brindaron para sacar a Cuba de la crisis que ellos mismos habían provocado, con el propósito de que los abusos y crímenes del neoliberalismo carecieran de alternativa. ¿Por qué habría que dejar la economía de una sociedad en manos de los mercados y, sobre todo, la regulación de estos en manos de los mercaderes siendo la economía la ciencia más determinante para el éxito o fracaso de nuestro proyecto existencial? Al Estado cubano se le podrá criticar por los errores y problemas a la hora de generar recursos fuera del mercado, en gran medida atribuibles al criminal bloqueo, pero no creo que se le pueda criticar por la modalidad de asignación del gasto fuera del mercado, salvo que se critique por ejemplo la dedicación de recursos a programas de solidaridad internacional. Tampoco creo que se le pueda criticar por dedicar algo más del 10% del PIB a sanidad y otro 10% a educación o que en atención sanitaria tengan cierto protagonismo las políticas proactivas, dirigidas a la promoción de la salud y la prevención de las enfermedades, frente a las políticas reactivas, típicas de los sistemas sanitarios capitalistas (públicos y privados) donde la enfermedad es la gallina de los huevos de oro que hay que cuidar e incentivar.
La nueva religión del imperio capitalista se basa en la fe ciega en los mercados y su autorregulación, de ahí que el estado cada día tenga menos protagonismo y que la clase política gobernante o con posibilidades de gobernar esté al entero servicio de aquellos, privatizando cada día más servicios públicos, reduciendo la carga tributaria, concediendo más subsidios e incentivos, nacionalizando empresas en crisis, desregulando el funcionamiento de sectores tan estratégicos como la banca o eliminando toda clase de aranceles y barreras a los mercados foráneos. Todo esto podría tener algún sentido si los mercados subordinaran el ánimo de lucro al bienestar de todos los ciudadanos, pero es público y notorio que es la maximización de beneficios el objetivo de los mercaderes y que estos no dudarán en sacrificar nuestra existencia y los recursos del planeta con tal de lograr los mejores resultados.
Los partidos neoliberales (incluidos los socialdemócratas) llevan décadas poniendo la maquinaria jurídica, presupuestaria o mediática al servicio de los mercados y estos cada día se están desentendiendo más de las necesidades de la gente y del planeta en su vorágine desenfrenada y adictiva de acumular beneficios al mayor ritmo. Resulta verdaderamente nauseabundo escuchar por ejemplo al presidente del gobierno español Rajoy o al ministro de economía decir que la creación de empleo es misión de los empresarios cuando resulta que el estado español es con mucha diferencia el mayor empleador de la nación (sólo la sanidad pública supera con creces a la mayor empresa privada) y existen muchos sectores (como la protección de los dependientes y del medio ambiente, la sanidad y la educación) que necesitan con urgencia muchas contrataciones. Con el mantra de que la creación de empleo es misión de los empresarios, España cuenta con un salario mínimo que no permite llegar a fin de mes y que cuenta con numerosos incentivos públicos a la contratación de empleo precario, las empresas gozan de baja presión fiscal y elevadas desgravaciones, se consiente la evasión de capitales a los paraísos fiscales y toda clase de atentados al medio ambiente y a la calidad de vida de los trabajadores. No sólo eso, sino que además se estigmatiza el descenso de la natalidad en una nación con un desempleo oficial superior al 20% y juvenil superior al 50% para que la demanda siempre tire del carro y jamás se activen los frenos de emergencia por daños al medio ambiente, a las personas o a los presupuestos públicos. Para que los mercados lograran alcanzar el pleno empleo en el momento presente, en que la robótica y la informática están eliminando mucha mano de obra y generando grandes plusvalías, habría que habilitar dos o tres planetas como este, con otros 14 o 20.000 millones de consumidores más dispuestos a consumir cuanto se produjera en este planeta, lo que agotaría definitivamente los recursos y haría insostenible la vida por problemas como el cambio climático, pero esto no preocuparía a la clase empresarial, que, en su adicción al juego patológico al que ha consagrado su existencia, carece de autocontrol sobre sus impulsos y ya ha demostrado en numerosas ocasiones que no hace ascos a los peores escenarios, como las numerosas guerras de los últimos siglos.
Me gustaría que sobre este y otros temas se estimulara el debate en este digno blog, participe del modelo de revolución cultural liderado por Fidel.
Gracias, amigo Sinpermiso. Fidel dijo que la Revolución es hija de la cultura y las ideas y lo que llamó “batalla de ideas” colocaba en el centro del quehacer revolucionario el trabajo por dotar al pueblo de una cultura general e integral como vía para el desarrollo de una sociedad diferente al capitalismo.
Saludos
Gracias a ti, Iroel, por tu inquebrantable defensa de la revolución socialista. Cuando, de niño, jugaba a los “espadachines” con espadas de madera hechas con listones de madera reciclados, al final todo volvía a la normalidad y las víctimas retornaban a la vida. Las pocas veces que jugué al “monopoly” fue con dinero falso y las partidas se sucedían sin llegar a humillar a los contrincantes. El problema de la economía de mercado capitalista es que lleva ya mucho tiempo siendo mucho más que un juego para sociedades enteras, en que las reglas mutan en función de los intereses de los participantes (una minoría privilegiada, que utiliza el ascensor social para escalar a la cúspide y hacer sus pujas) sin que importen las consecuencias ni se vislumbre en el horizonte un punto final que no vaya asociado a grandes catástrofes de origen antrópico, ya sea resultado del agotamiento de recursos, la contaminación ambiental, hambrunas, enfermedades y, sobre todo, guerras de descaste y destrucción para regresar a etapas anteriores y prolongar la agonía. Al socialismo cubano le tocó lidiar con tan funesto compañero de viaje, que no ha dejado de colocar palos en la rueda, pero es el único sistema, por ahora al menos, que aborda la economía como una ciencia al servicio de todos los hombres y de los ecosistemas planetarios en general, que cree en la planificación de los recursos y que debería creer también en la planificación de los nacimientos en función del uso sostenible de aquellos y que no permite la obtención de plusvalías a través de la explotación del hombre ni la acumulación de riqueza por encima de las necesidades humanas. Puede que el capitalismo siga siendo un espejismo todavía para mucha gente, dentro y fuera de este sistema, pero cada día somos más los que tenemos claro a qué dramático destino nos conduce la tripulación de su nave, que sólo los ciegos de vista y/o entendederas no son capaces de percibir en la actualidad. Saludos.