Trump y Cuba, un acuerdo de comida para leones de papel. Por Sue Ashdown

 

Hace tiempo, por la época en que el público estadounidense tuvo acceso al Internet por primera vez, solía pasar mucho tiempo luchando contra las empresas de telecomunicaciones que suministraban y robaban a la vez, los clientes de los pequeños proveedores independientes estadounidenses. Comenzando en mi propio capitolio de Utah, pasé luego al de Washington DC, donde estuve tanto tiempo en la Comisión de Comunicaciones Federal (FCC) que podría haber calificado para un pase de entrada rápida, si hubiera tal cosa. Esto fue así cuando la neutralidad de la red significaba algo más que lo que significa hoy: ahora se trata de gigantescos oligopolios luchando entre sí para crear el último jardín amurallado. Los miles de pequeños empresarios que pusieron a los estadounidenses en línea por primera vez fueron la primera víctima del descuido e indiferencia de la política de Washington en esa época. Todavía me resulta doloroso contemplar sus pérdidas.

Así que perdónenme si no me conmueve terriblemente el entusiasmo en ciertos círculos de Washington por los empresarios cubanos como el fruto demostrable de las políticas de Obama para “empoderar” a los cubanos y lograr un “cambio democrático” en Cuba. En Cuba empezaron licenciar a los cuentapropistas antes de la apertura de Barack Obama y Raúl Castro. Me parece que la política del empoderamiento y el cambio democrático comienzan por casa, y ya he visto esa película antes.

El argumento actual de que los cuentapropistas cubanos serán devastados si Trump restringe los viajes a Cuba como sugieren Marco Rubio y sus amigos, me parece sólo una disputa interfamiliar que tiene poco que ver con Cuba y todo con Miami.

Por un lado están las nuevas empresas de Miami que han cosechado millones de dólares estadounidenses en Cuba con tours a sitios expeditos y siempre los mismos, de arte, recreación y otros especialmente seleccionados para satisfacer las regulaciones y los objetivos de la política de Washington: enriquecer a sectores de su interés.

Por otro lado, la vieja guardia de Miami que también hizo una fortuna durante los años previos a la “apertura”, cobrando $ 500 por billetes aéreos entre La Habana y Miami, produciendo comedias no cómicas de TV Martí que no llegaban a ninguna parte y haciendo compras en Costco de suéteres de cachemira y chocolates Godiva que serían enviados a sus “disidentes” cubanos asalariados. Ese monopolio se desvaneció bajo Obama, y la nueva guardia cogió otro, el monopolio de ser turoperadores autorizados por el Departamento del Tesoro centrados como con un láser en el empresariado privado cubano, haciendo el trabajo de ese departamento del gobierno estadounidense.

No me malinterpreten. Odiaría que los viajes se vuelvan a restringir. Tengo un hijo de 11 años en Cuba y un padre de 91 años en salud delicada en los Estados Unidos. ¿Por qué debo contemplar la elección entre los dos? Si puedo ir a Corea del Norte o Arabia Saudita,   por ejemplo, tantas veces como pueda pagar una visa y un boleto, ¿por qué no a Cuba? Por otro lado, no es el fin del mundo. Vamos a sobrevivir.

La verdadera tragedia está en otra parte, en la enorme oportunidad que el Presidente Trump parece ciertamente a punto de perder.

La apertura de Obama a Cuba, para bien o para mal, estaba contenida en un paquete destinado a satisfacer en primer lugar las metas de la política exterior de su Departamento de Estado. El problema con este enfoque es que, si limitamos y enyugamos toda nuestra política comercial con Cuba a los pequeños empresarios porque sirven de una cuña política conveniente, mientras que otros países no enfrentan tales restricciones y aprovechan el verdadero negocio de las grandes importaciones, exportaciones y producción en Cuba, ¿cuánto tardarán los Estados Unidos en ponerse al día?  Nunca lo lograrían, básicamente.

En lugar de seguir las viejas recomendaciones de Miami y volver atrás el reloj, el Presidente Trump se enfrenta a nada menos que una oportunidad única de hacer algo mucho más sustancial y significativo, que Obama nunca intentó. Él podría fácilmente triunfar sobre Obama – la oportunidad está madura para la toma.

De pie, hombro a hombro con sus compañeros republicanos en el Congreso, podría dejar atrás la pretensión de adorar el altar de la pequeña empresa en el que nadie realmente cree e ir a la gran obra, la que pagará dividendos inmediatos y significativos.

Trabajando en conjunto con el Congreso, finalmente podría anular el embargo que ha afectado a los actores más importantes de la comunidad empresarial de Estados Unidos, ganando una muy necesaria, fácil y popular victoria legislativa en el proceso. Dos pájaros con una piedra. Tres, si se cuenta la victoria del comercio exterior resultante contra los competidores menos bendecidos geográficamente. Cuatro si se incluye una neutralización de la bandera anti-estadounidense en América Latina. Ganar, ganar, ganar, ganar. Por supuesto, esto requiere el reconocimiento de que el ladrido de la delegación del Congreso de la Florida es mucho peor que su mordida, y la comprensión de que esa mordedura será aún menos dañina, por desdentada, para 2020.

El momento es ahora, o nunca. Sería el trato más grande. Enorme, de verdad. Qué lástima que las probabilidades están en contra.

 
 

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5 Responses to Trump y Cuba, un acuerdo de comida para leones de papel. Por Sue Ashdown

  1. Ya el Burrito dijo que se acabó la luna de miel. Pues a Burrear ahora. Esta película se llama “La terquedad del Burro”.

     
  2. Pingback: Trump y #Cuba, un acuerdo de comida para leones de papel. #CubaEsNuestra | Golpeando el Yunque

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