Iroel Sánchez
Hace apenas cuarenta y ocho horas que el gobierno cubano anunció un conjunto de decisiones para ampliar “el ejercicio del trabajo por cuenta propia y su utilización como una alternativa más de empleo”. Pareciera poco tiempo, y lo es; sin embargo ha sido suficiente para que la USAID -agencia federal del gobierno norteamericano- divulgue un programa respaldado con tres millones de dólares que, según la prensa de Miami, “pudiera beneficiar a agricultores privados y albergues privados, así como barberías y salones de belleza recientemente entregados por el gobierno a algunos de sus empleados”.
Se trata de la misma agencia que financió las acciones, al servicio de los Estados Unidos, ejecutadas por los exprisioneros que ahora en Madrid se quejan, en palabras de la presidenta de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) María Jesús Arsuaga, por “cosas nimias” y no manifiestan mucho interés en trabajar, en un momento en que “hay cuatro millones de parados en España y más de un millón de familias que no tienen recursos”. A juzgar por los pobres resultados de la USAID en la educación laboral de sus protegidos cubanos, es de sospechar que no es el estímulo al trabajo el objetivo de esta nueva iniciativa.
El exsubsecretario de estado norteamericano, Roger Noriega, acaba de reconocer que las provocaciones -organizadas por James Cason con dinero de la USAID- que dieron lugar a la detención y condena en los tribunales cubanos en Marzo de 2003 de quienes ahora arriban a Madrid, eran parte de un plan para hacer aún más tensa la situación entre Cuba y Estados Unidos, en medio del aliento a los secuestros de barcos y aviones cubanos, y manifestaciones que en Miami reclamaban a un entonces eufórico George W. Bush “Iraq Now, Cuba after”.
Los prisioneros ahora liberados estaban construyendo –bajo la dirección de Cason-el ambiente para una agresión a su país, y las recientes declaraciones de Noriega son una prueba contundente de su delito. Cualquier analista serio debería reconocer que la sagacidad de la dirección cubana evitó caer en la trampa que conduciría a una casi segura confrontación militar. Cuba ganó esa guerra sin que sonaran los cañones y como vencedora puede ser generosa, liberando a los mercenarios al servicio de la nación agresora, como hizo luego de la victoria de Playa Girón con los confesados “cocineros” cambiados por compotas.
Antes de acumular una nueva derrota, volver a botar el dinero de los contribuyentes en tiempos de crisis, y fomentar la corrupción entre los grupos que en Miami parten y reparten esos fondos, como demostró una reciente auditoría, la administración Obama debería abandonar el rocambolesco intento de construir una quintacolumna mercenaria de hospederos, peluqueros, barberos y agricultores, y entregar a los cubanos las compotas del momento: el fin del bloqueo y la libertad de Los Cinco.
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