¿Cosmopolitismo o huellas de colonización? Por Luis Toledo Sande

 

La cultura cubana —llamada, como parte que es de la especie, a ser humanoascendente— tiene más de una raíz: de entrada, es hispano y afrodescendiente a la vez, y en distintos grados también la han enriquecido aportaciones como las llegadas de China y, en lo más cercano, de otros pueblos del Caribe. En tal fusión se fraguó lo que Fernando Ortiz, quien empezó su carrera hablando de lo afrocubano asociado a lo hampesco o marginal, terminó definiendo centralmente como fusión cubana de blancos y de negros. Aunque más presente —incluso en lo material: en la genética— de lo que suele reconocerse, el elemento aborigen no dejó aquí una huella tan relevante como la que ha conservado en otros pueblos de nuestra América. Pero ignorar su presencia les haría un favor a las fuerzas que en gran medida asolaron a los habitantes originarios de las Antillas.

Todo ello es válido para la sociedad cubana en el plano colectivo y, de distintos modos y con diversas gradaciones, en el individual. Desde la formación que la puso en camino de ser la Cuba que es, y por su posición geográfica, esta tierra se relacionó intensamente con el resto del mundo. Tal realidad la ha marcado de diversas formas, y ha sido y es natural el cultivo en ella de expresiones artísticas de otras comarcas, por lejanas que sean o parezcan. En especial afines le resultan el conjunto de nuestra América, su familia natural, y particularmente España y África, fuentes básicas de su forja como nación.

En general, y sobre todo con respecto al cultivo de las expresiones de esas dos áreas, lo más sensato sería lograr el mayor equilibrio posible en la atención a unas y a otras, superando las parcialidades que históricamente se hayan dado en el afán de revertir o imponer privilegios o silenciamientos. Hoy no se deben pasar por alto las desproporciones que pueda imponer el mercado, apreciables hasta en el uso de un idioma dominante, el inglés.

La maquinaria cultural del imperio que procura mantener su hegemonía planetaria inunda los medios de comunicación en el mundo, incluso en un país asediado, agredido y bloqueado por la potencia imperial. Eso no ha impedido que los símbolos de esa nación, empezando por su bandera —que merecería ser rescatada por un pueblo que a veces ya ni la reconoce como suya, de tan manipulado y burlado que ha sido—, se esparcen de una manera que acusa, cuando menos, insuficiente prevención por parte del territorio inundado.

Ejemplos de semejante inundación abundan. El autor de este artículo ha resumido en otros textos algunas muestras representativas de tal realidad, frente a la cual artistas, promotores culturales y guías de política cultural —de política— tienen una alta responsabilidad que cumplir. Los convocan su relación profesional y es presumible que también afectiva con lo simbólico, con los valores históricos y éticos, y su posibilidad de trasmitir o abonar los mejores de estos en el seno de la sociedad. Se trata de un terreno donde las prohibiciones suelen ser contraproducentes o no resultar lo más aconsejable. Pero la resignación, la inercia, un acrítico dejar hacer —en lo cual acaso influyan temores y prejuicios nutridos por las consecuencias de haber aplicado en otros momentos interdicciones desmedidas— pueden de igual modo conducir a despropósitos y males mayores.

En un espacio de la Televisión Cubana se puede premiar un programa de una emisora radial también cubana denominado Cuba Tonight, que parece llamado a propiciar más anchos cauces a búsquedas institucionales de animación que en la capital del país llevaron a lanzar un itinerario recreativo bautizado como Havana Tonight. Se diría que fue concebido para atraer turistas, en medio de una confusión globalizadora que ha hecho suponer que el mundo entero habla la lingua franca imperial, o que resulta poco menos que forzoso hablarla.

A pesar de la expansión del inglés —no debida precisamente a grandezas como las de William Shakespeare y Walt Whitman, sino al poderío del mercado, el dólar, la tecnología y la OTAN, y a su distintivo pragmatismo intrínseco—, no es ni remotamente cierto que todo el mundo domine ese idioma, ni se debe propiciar que esa lengua someta al mundo. Y, en cualquier caso, ¿no deben los turistas que lleguen a Cuba tener ocasión de percatarse de que se encuentran en ella, no en un apéndice de “cubanidad” como el que pudieran hallar en la calle 8 de una ciudad cuyo nombre, si del español se trata, se pronuncia Miami, no Mayami? A bordo de un ómnibus para turistas, ¿se debe desterrar la música cubana, en el entendido —sin la menor demostración— de que les interesa no digamos ya la música de otros países, sino la peor de las que circulan en sitios comerciales del mundo, cuando si en algo es Cuba una potencia es en la riqueza de su música?

Todavía al menos, la radiodifusión —televisoras incluidas— y los ómnibus del sector turístico son medios de propiedad social y administrados estatalmente, no bienes poseídos y controlados por particulares, déseles el nombre que se les dé, entre ellos el eufemismo de cuentapropistas. ¿Deben por alguna razón las instituciones culturales del país renunciar a los deberes que están llamadas a cumplir incluso en el sector no estatal? Para fomentar el conocimiento internacional de la música cubana, ¿es indispensable crear una institución llamada Bis Music? Para organizar un festival de música —internacional, sí, pero en Cuba— ¿es necesario llamarlo Havana World Music?

Mientras el país demora en darse su propia ley lingüística —otras naciones, como Francia, tienen la suya, y con ella defienden su idioma, aunque la Coca Cola insulte con un anuncio insolente el Molino Rojo, uno de los emblemas de París, y su gobierno se pliegue al imperio—, pueden seguir haciéndose algunas reflexiones. Tal vez aquellos nombres citados en el párrafo anterior apunten a una conjunción de entuertos: de un lado, la ya señalada tendencia a suponer que el inglés es la lengua del mundo; de otro, considerar que los hispanohablantes están obligados a entender qué significa music, mientras a los anglohablantes se les debe rendir pleitesía hasta el punto de evitarles invertir tiempo y neuronas en inferir el significado de música.

No cabe confiar acríticamente en que tal fenómeno solo opera entre lenguas diferentes. Una leve observación sugiere que en el propio uso del español remite a herencias del colonialismo: quienes vienen de España a Cuba hacen valer su aparcar y su coche, porque entienden que la población cubana debe saber qué significan esas palabras, o arreglárselas para saberlo. No se les ha de repudiar por ello. La mala señal estriba en las personas de Cuba que, no más llegar a España, renuncian a su parquear y a su carro, que —como aparcar y coche— son también extranjerismos adoptados y adaptados en español.

Cuba tiene sus raíces, sus caminos y su alma cultural, que no la desgajan del mundo, pero le han dado su identidad propia, con la que debe seguir insertada en él. En la atención a esa verdad le corresponde un sitio relevante al conocimiento de los nutrientes que ha recibido de África y de España, los cuales deben y merecen ser tratados con la mayor lucidez. No es cuestión de impostar el ceceo o el melisma andaluz, ni de zarandear nombres de orishas.

Por fortuna, para el cultivo del legado de origen africano que vive en la cultura cubana no ha asomado un desatino como llamar Tambores Batá Cuban Rhythm a una agrupación determinada. Acaso el acierto se base en la noción, o conciencia, de que se abraza y se defiende un elemento que, siendo de primer orden, resultó avasallado. En el plano del idioma —soporte del pensamiento— ese saber puede prevenir contra aberraciones como la antes imaginada a manera de muestra.

Quizás no ocurra exactamente igual en cuanto a la vinculación con la cultura española: esta,  por haber sido dominante, durante un largo tiempo y con distintos recursos opresivos se asoció a lo impuesto, aunque tuviera base igualmente en los diversos sectores populares de la metrópoli. Pero, practicado individualmente o por colectivos, es tan legítimo cultivar el legado de los ancestros españoles como el de los africanos. En ese camino, y citando un ejemplo real, existe una compañía danzaria cuyo cometido lo define la denominación Ballet Español, completada con una expresión de raigalidad: de Cuba.

El baile español de España se hace en aquella nación peninsular; el interpretado en Cuba, y a lo cubano, tendrá en ritmo y movimiento, y en espíritu, matices aportados por la nación que lo acoge. Lo aberrante sería que esa agrupación, con vida y sede en Cuba, se denominara Cuba Spanish Ballet, lo que rendiría tributo al “cosmopolitismo” que, curiosamente, se expresa en inglés, como si el español no lo hablara también una de las mayores comunidades de pueblos del planeta. A otros pueblos se les impuso por “legítimo” derecho de conquista el inglés. A Cuba le tocó el español, que hizo suyo: ha enriquecido esa lengua en el medio milenio más importante de su evolución, marcada en 1492 por la edición de su primera gramática y por el encuentro de dos mundos.

Puesto que en lo concerniente al cultivo hoy en suelo cubano del arte de España se ha usado como ejemplo una agrupación real, el Ballet Español de Cuba, también da gusto añadir que su gestor y director no ha incurrido en la incongruencia de colgarle un nombre anglosajón. Pero, si lo hiciera, y las instituciones encargadas de orientar la cultura en Cuba y trazar, establecer y aplicar la correspondiente política cultural, se lo permitieran o fueran insensibles a ese hecho, habría que respetar el derecho de cada quien a enjuiciar tal decisión. Por lo pronto, ¿no habría motivos para poner en duda el tino de semejante bautizo? La duda recaería no solo sobre el guía la agrupación: afectaría de paso a las instituciones mencionadas.

No habría que descartar la influencia de intereses mercantiles en una decisión de ese carácter. No todo el mundo está obligado a tener idéntica formación intelectual que un músico de la talla de Leo Brouwer, ni a compartir plenamente sus criterios sobre la cultura, como el que ha mostrado con respecto a los premios Grammy, de los Estados Unidos. Sin desconocer la altura académica de las autoridades que los dirimen, ha rehusado ir a ese país para recibir el galardón cuando, más de una vez, se le ha conferido. Estima que en el otorgamiento y en la promoción de use lauro —que tan codiciado se percibe— operan no solo razones artísticas, sino también, o sustancialmente, intereses mercantiles. ¿No define un diccionario de lengua inglesa el rótulo Grammy como la marca comercial (trademark) de un premio conferido cada año por logros en la industria de la música grabada?

Los demás artistas cubanos que residen en Cuba, y aquí tienen la base fundamental o la raíz de su labor, ¿no deben abrazar la idea de que, triunfen donde triunfen, y vayan adonde vayan, son cubanos? Es seguro que por lo menos la mayoría lo hace. En sus circunstancias y para moverse principalmente fuera del territorio cubano, fundó en 1931 Ernesto Lecuona —quien, según apunta Radamés Giro en su Diccionario, “nunca actuó con ella”, y pronto la dejó en otras manos— la orquesta Lecuona Cuban Boys. Pero esa estrategia comercial no dio margen para dudar de la nada aldeana cubanía del autor de La comparsa, Siboney, Suite española y la música de María la O, por solo citar algunos ejemplos.

Por su parte, Benny Moré asumió para su orquesta el formato de la jazz band, y la guio y la nombró con un sabor cubano que sigue honrando y alegrando a la nación. Para actuar en Cuba ¿no sería impertinente algo que, gestado en el país y emplazado en él aunque aspirase a hacerlo también en el exterior, se llamara Peter The Lame and His Cuban Drums? Allá quienes consideren ese bautizo más elegante y a la moda que Pedro el Cojo y sus Tambores Cubanos.

Ojalá que lo indeseable expuesto hasta aquí no pasara de enumerar engendros imaginados, sin equivalencia alguna con la realidad. Pero no hay que sentirse tan seguro de que así sea, y este artículo no pretende agotar el tema ni sentar cátedra de ningún tipo. El asunto es complejo y demanda meditación a fondo, de largo alcance. Demanda cultura.

Añádase que la convicción, abonada por la experiencia, de que las prohibiciones pueden ser contraproducentes, no autoriza a rehuir la responsabilidad de aplicar guías culturales lúcidas. Si hay desorden en un área de la sociedad, es probable que lo haya también en otras, y pertenecer laboralmente al sector cultural, e incluso gozar de prestigio artístico, no basta para garantizar que se tenga una acertada preparación cultural y una perspectiva conceptual bien orientada en ese terreno.

http://www.lajiribilla.cu/articulo/cosmopolitismo-o-huellas-de-colonizacion

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8 Responses to ¿Cosmopolitismo o huellas de colonización? Por Luis Toledo Sande

  1. Carlos de New York City says:

    La Musica es Amor ,desengaños ,traicion, felicidad y lealtad ,para ” ” CADA acto en la Vida para cada Echo ”
    Mi manera de sentir y de Pensar en cuanto a la musica.Los Artistas Deben de ser por su musica del pais en que nacen y desarrollan , por lo tanto ; actuar contra su misma Musica y cultura de cualquier manera que sea hasta con un Nombre o Letra de una cancion o musica es Traicionarse el mismo y a sus raices y cultura.
    ” Con el RESPETO y amor a todos aquellos que tienen un Pasaporte extranjero en sus bolsillos y son cubanos , Es tu derecho , es tu Vida , son tus ideas y tus mismas Convinziones morales y economicas ( no digan que no es economica tambien porque lo sera siempre hasta tu muerte )
    PERO encima de tener tu pasaporte extranjero,seras siendo Cubano porque naciste en Cuba y cuando camines por las calles del Mundo nadie te vera nunca por el pasaporte en tu Bolsillo si no por tu andar,manera de hablar y por tu mismas Rasgos de personalidad y Cultura ? verdad ? seras cubano ? ” que desgracia Para muchos , que te miren como Cubano teniendo un pasaporte extranjero en tu bolsillo ”
    ” Aquellos que tienen y usen nombres extraños ajenos a su musica , cultura y nacimiento, son traidores a su Pueblo , a sus afiionados,a la patria , ( En nada menciono Ni revolucion ni Comunismo no CONFUNDAN ) me refiero a la misma Dignidad Humana del Hombre , me refiero a su Respeto y amor por el mismo , a sus mismos principios Humanos , NO CONFUNDAN ) ESTA no es pOLITICA alguna es HUMANA y social , es Cultura y patria , como Pueblo , es raices cubanas y esas se defienden tambien con la musica y la letra de cada cancion porque la Musica es amor y es como Dijo Jose Marti ” el Arte de los Pueblos ” y Como musico aunque estes desnudo , sin comidad y sin instrumentos , la inspiracion partira de tu mismo amor y respeto que sepas sentir por ti mismo y por tu misma Dignidad Humana.

     
  2. Arturo Menéndez says:

    De acuerdo totalmente. ¿Lograremos despertar a los dormidos plácidamente por los encantadores imperiales? Caray, que hasta náuseas siente uno ante tanta genuflexión cultural …

     
  3. Luiz Müller says:

    Reblogueó esto en Luíz Müller Blog.

     
  4. Nada tiene de particular que haya interacción cultural entre Cuba y usa, incluyendo el lenguaje; hay programas de tv de países árabes hechos con el sello de los americanos. Eso sí que le zumba!

     
  5. gloriaalicia says:

    Descolonizador, así puedo llamarlo, ¿no?
    En épocas pasadas para nuestra dicha, cuando los yanquis nos colonizaban, se podían concebir estas denominaciones, pero en la actualidad creo se están apresurando para congraciarse ¿con quién? Vale la pena meditar.
    La cultura es tan amplia y en ocasiones no nos damos cuenta del valor intrínseco de esta palabra tan abarcadora, si no la cuidamos perdemos la identidad como pueblo y eso no puede pasar nunca.
    Estoy de acuerdo con usted en lo referido a las prohibiciones, por ley no se modifica el pensamiento, es más, cuando se prohíbe se alienta a contradecir de una forma u otra. La forma correcta es educar con sabiduría, convencer.
    Pero el problema no es solo con el inglés, se da con el español y el calco de palabrejas que algunos entienden son “curtas” porque llegan de afuera, aunque sean de la propia madre patria.
    Al parecer “vale” ha llegado para quedarse, personalmente la hallo muy gráfica: pero temo se queden también:
    -“Un poco que” (es o no es). No un poco.
    -“Un poco como que” (peor aún)
    -“Como tal” (mal usada casi siempre)
    Estas otras no sé de donde salieron:
    “Aperturar”, verbo inexistente no sé de dónde viene ni quién fue el primero, pero nos sonó bonito.
    “Usuario”, ya no hay consumidores, clientes y muchas más, amén de que usuario no debe usarse con el significado que le han asignado.
    “Ingesta” por indigestión y hasta los profesionales de la salud la usan. Ingesta en cualquier diccionario es ingerir, comer. ¡Ay! Pero suena tan fina.
    “Proyecto”, ya no hay iniciativas, nuevas ideas, propuestas, películas, canciones, TODOS SON PROYECTOS.
    “Preseas doradas”, “féminas” y otras ya aburren.
    “Tema” usada innecesariamente en múltiples ocasiones. (tenemos personas que sin ella no podrían expresarse.
    “Al margen”, “Dar al traste” usadas la más de las veces con un sentido totalmente opuesto al del diccionario.
    Lo peor es que estas y otras palabras se difunden por todos los medios habidos y por haber.
    Perdone las digresiones a las que me ha llevado su análisis, significa que me ha hecho pensar.
    Gracias por su prolijo y fundamentado artículo.

     

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