Algunos actos y declaraciones de Trump tras su elección permiten atisbar lo que podría llegar a ser su futuro gobierno. Siempre que se considere el alto grado de incertidumbre e imprevisibilidad que generan este hombre, su conflictivo entorno, los graves trastornos económicos, políticos, sociales y culturales que cruzan a Estados Unidos y la pantanosa y convulsa coyuntura internacional en que le toca actuar.
El magnate parece representar al sector de la elite estadunidense que adversa, por la extrema derecha, la globalización neoliberal porque se da cuenta que conduce a una crisis terminal de la acumulación capitalista. Este sector también está dispuesto a admitir, a diferencia de buena parte del Establishment, que Estados Unidos no es ya la única potencia hegemónica en el mundo y debe llegar a acuerdos con Rusia y China en cuanto a un nuevo orden mundial tripolar, o asumir el suicidio de una guerra nuclear.
Esto explicaría las cordiales y sustantivas pláticas telefónicas del presidente electo con sus homólogos ruso y chino, Vladimir Putin y Xi Jinping. La presencia del general Michael Flinn, ex jefe de la Agencia de Inteligencia de Defensa en uno de los cinco cargos más importantes del equipo de transición de Trump, corroboraría la probable reconciliación con Rusia y un eventual arreglo político sobre Siria, puesto que se conoce su criterio de llegar a acuerdos con Putin, aunque también su tendencia a un trato más duro con Irán y a un enfoque más agresivo no solo sobre la lucha contra el Estado Islámico sino contra el aviesamente llamado islam radical.
La ruptura con la globalización pretende recrear el sueño americano industrializado y consumista, más proteccionista aun y solo para blancos no latinos, representado por el lema Hacer a América grande de nuevo. Allí solo tendrían cabida las minorías en una situación de apartheid, incluyendo los negros y los latinos, sin derechos políticos y destinados a los trabajos peor remunerados. Pero el proyecto trumpista antiglobalización tendrá una fuerte oposición de los poderosos sectores de Wall Street más beneficiados por la especulación financiera desenfrenada, así como de numerosos legisladores republicanos y demócratas seducidos por el “libre” comercio y resistidos a admitir que Estados Unidos ya no dispone de la influencia política y económica que tuvo durante el breve período de la unipolaridad.
De la misma manera, ya se aprecian los lamentos y planes de resistencia sin futuro de los gobernantes neoliberales de América Latina y la Unión Europea, así como de sus voceros mediáticos y académicos que, formados después de Reagan y Thatcher, se horrorizan de que no se acuerden el Tratado Transpacífico(TPP), el similar con Europa o el TISA, pues no conciben ya otro mundo que la estupidez neoliberal, de la cual han vivido a todo trapo.
El trumpismo instaurará una política, animada y exacerbada fervorosamente por sus seguidores, de asegurar la persistencia de la supremacía blanca y un largo reinado en Estados Unidos de las ideas más reaccionarias de los setores anglosajones y protestantes, empobrecidos, ignorantes y cargados de prejuicios raciales, odio y resentimiento.
Por lo pronto, ya el presidente electo declaró que deportará a entre dos y tres millones de indocumentados -en su mayoría mexicanos- que tengan conductas “criminales” y que construirá el prometido muro de 3100 kilómetros de extensión a lo largo de la frontera común con México, aunque en “algunos tramos” puede estar formado por vallas. Por su parte, alguien de su equipo afirmó que en ciertas zonas puede ser un muro virtual mediante el uso de drones. También ha dicho que renegociará el Tratado de Libre Comercio de América del Norte de modo que beneficie a Estados Unidos y que no firmará el TPP.
Trump ha hecho dos nombramientos. El de Reince Priebus como secretario general de la Casa Blanca, hasta ahora jefe del Partido Republicano, y el de Stephen Bannon, que fungirá de principal consejero y estratega presidencial. Ambas designaciones buscan contentar, por un lado, a la elite tradicional republicana con la que Priebus tiene buenas relaciones; es muy cercano a Paul Ryan, reconfirmado líder del partido en la Cámara de Diputados, vital para sacar adelante la agenda legislativa. Por el otro, a la corriente conocida como alt right, o derecha alternativa, donde abundan los nativistas, supremacistas blancos, xenófobos y racistas, soporte fundamental en la batalla de Trump por la presidencia.
Twitter:@aguerraguerra
¡Conexcepción de esquimalesâ¦!
 Pido a las redessociales
que deseo unmatrimonio
porque dice SanAntonio
que podré curar mismales.
¡Conexcepción de esquimales
he de amara un hombre apuesto,
emprendedor,fuerte, honesto,
da lo mismonegro o blanco,
si TRUMPnos da de su banco
lo que nopaga en impuesto!
 Ramón Espino Valdés
El Leoncitode Las Tunas
Cuba/México.
17/11/2016.
Pingback: Trump y la quiebra del neoliberalismo(II). Por Ángel Guerra Cabrera | La Covacha Roja
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Los análisis del señor Angel Guerra son siempre de una elevada profundidad y honestidad, pero no parece que exista una solución satisfactoria para la acumulación capitalista ni dentro ni fuera de la globalización. Fue precisamente la globalización el recurso con el que se pretendió prolongar la agonía del proceso de acumulación mediante la conquista de nuevos mercados, la deslocalización industrial, la ocultación de beneficios en paraísos fiscales, la creación de grandes oligopolios transnacionales o la finanziarización de la economía.
Una vuelta al proteccionismo en las condiciones actuales tendría un elevado coste de oportunidad para quienes decidieron dinamitar la sociedad del bienestar e implantar la globalización a nivel planetario. ¿Qué empresarios próximos a Donald Trump estarían dispuestos a restaurar el fordismo o qué economistas próximos al futuro presidente estarían dispuestos a restaurar el keynesianismo? Dificilmente el proteccionismo puede convertirse en una solución con mayorías empobrecidas y endeudadas, sobre todo si va acompañada de una bajada de impuestos y el adelgazamiento del sector público. Por otra parte, desmontar la globalización perjudicaría especialmente a las mayores transnacionales, muchas de ellas domiciliadas en Estados Unidos y patrocinadoras de la candidatura del señor Trump, por lo que no se entiende muy bien que algo así pudiera ocurrir.
No es la primera vez que el capitalismo global se encuentra en una encrucijada como la actual. La Belle Epoque representa un claro precedente, que tuvo como desenlace crisis sistémicas y dos guerra mundiales. Resulta muy difícil de entender que, con el elevado desarrollo científico y tecnológico alcanzado, sin precedentes en la historia de la Humanidad, nuestra especie estuviera condenada a vivir de nuevo tan fatal desenlace. Garantizar las necesidades básicas a una carga demográfica ambientalmente sostenible en el palneta Tierra nunca estuvo tan al alcance de la mano como ahora. Sin embargo, la pobreza y la exclusión social no dejan de aumentar y, si todavía no se ha instrumentalizado la guerra más allá de naciones que no aceptaron el papel asignado en el nuevo orden mundial neoliberal, es porque, como señala Angel Guerra, conduciría a un conflicto nuclear de consecuencias imprevisibles.
Algo debe estar ocurriendo en el modelo de acumulación capitalista para que, en el periodo de mayor desarrollo científico y tecnológico, las mayorías sociales sufran un creciente grado de explotación, privaciones e incertidumbres. Par mí, ese algo no puede ser más que el extraordinario nivel de acumulación alcanzado de forma individual y corporativa por quienes detentan el poder fáctico e institucional en un sistema económico cuya regla inexorable es el crecimiento constante de las plusvalías. Una cosa es que la mentalidad burguesa no encuentre soluciones satisfactorias a su enajenante adicción a la acumulación creciente de bienes y renta (que le ha llevado a dinamitar la sociedad del bienestar y buscar oportunidades en la globalización y la finanziarización) , y otra muy distinta que, con el elevado grado de desarrollo científico, tecnológico, cultural, comunicacional, ecológico, nuestra especie no disponga de mejores soluciones que cualquier otro periodo histórico a condición simplemente de que, en un pequeño planeta de recursos finitos (parte de ellos no renovables) y ambientalmente frágil, se tenga conciencia de la imperiosa necesidad de regular los nacimientos.
Usted no es “un come mierda”, es un lujo leerlo, creo que debería identificarse, incluso cuando pueda estar.