Pretendemos en este, y sobre todo en un próximo artículo, traer a colación algunos antecedentes y elementos sobre las bases sociales de lo que finalmente resultó la sorpresiva elección de Donald Trump como presidente de nuestro vecino del norte, resultado de abre muchas interrogantes y deja no pocas incertidumbres.
Un hombre de la élite, un hábil demagogo de derecha, que desarticuló los esquemas electorales iniciales del establishment republicano y que parecía un elemento perturbador de las opciones primeras de esos círculos de poder financiero y político. Luego de servir de catalizador a ese bochornoso y mediático espectáculo electorero, el candidato se les fue de las manos y recibió contra sí una impresionante batería de acciones desde esos mismos sectores de poder con la intención de descarrilarlo.
Aunque en un resultado bastante cerrado, Hillary Clinton ha sido estrepitosamente derrotada. La mayoría de las predicciones electorales, las encuestadoras y los medios fallaron, Y aunque volveré más adelante sobre las fortalezas y debilidades de la candidata demócrata antes comenzaré por apuntar brevemente lo que son algunos de los elementos más evidentes de este resultado:
En primerísimo lugar se confirma el amplio rechazo de la población a los políticos profesionales, a los manejos en los círculos de poder en Washington; la revuelta latente pero abierta de la gente en contra del establishment de gobierno, contra la claque de profesionales que han dominado el quehacer capitalino durante varias décadas. Algo que ya antes de estas elecciones había sido catalogado como el más notable fenómeno político de la actualidad en los EE.UU.
Hillary es la personificación de esa claque, mientras que el multimillonario Trump se presentó como ajeno a esos círculos.
Entre otros factores a su favor estuvieron:
- la centralidad de su discurso en temas socioeconómicos muy sensibles para el electorado, en primer lugar el deterioro de la base industrial del país, la fuga de capitales y la consiguiente pérdida de buenos empleos, sobre todo en la zona tradicional manufacturera del norte y centro del país, así como sus denuncias del nefasto impacto en ese sentido de los tratados de libre comercio.
- su consigna de recuperar la grandeza del país tuvo llegada y atrajo, por muy diversos motivos, los sentimientos nostálgicos de millones de estadounidenses.
- aunque obviamente no es su intención ni será capaz de reducir el presupuesto militar ni el papel agresivo de los EE.UU. en el mundo, Trump fue efectivo, y aparentemente en sintonía con millones del ciudadanos, al presentarse como partidario de moderar las tensiones internacionales y sus críticas al grado y la forma en que han sido llevadas a cabo las intervenciones bélicas, en particular en el Oriente Medio
- Asimismo, Trump explotó con efectividad los elementos de frustración y el deterioro de vida de muchos norteamericanos blancos que los han llevado a buscar chivos expiatorios a sus problemas y que se reflejan en actitudes racistas y xenofóbicas, antiinmigrantes, que simbolizó en los mexicanos y los musulmanes, con lo que explotó también el miedo al terrorismo.
Este es el asunto más comentado y visible, el que más rechazo le ha generado en el mundo entero, pero que le permitió desde un primer momento atraer hacia él la atención de los medios, el respaldo de buena parte del electorado blanco y desplazar a sus opositores. Pero ha sido incorrecto y de corta vista en algunos analistas pasar por alto el poderoso trasfondo social de ese enfoque intolerante de Trump.
La inseguridad de empleos y una economía en retroceso concurren todavía como factores que alimentan un ambiente político de resentimiento y tensiones raciales que hizo cuajar con fuerza la Nueva derecha en los años ‘70. Una generación y algo más de estadounidenses han abandonado la aspiración de subir en la ‘escala social’ cuando por el contrario enfrentan la inseguridad. El llamado de Trump resonó con fuerza en muchos blancos de ingresos medios quienes, por diversas razones, sienten que su mundo se está derrumbando; sectores de población quienes observan con terror la erosión del sueño norteamericano, pero muchos que lo miran a través del prisma racial.
Asimismo un segmento creciente de norteamericanos blancos que han caído en la marginalidad o en condiciones de vida precarias son receptivos a las ideas conspirativas, ultranacionalistas y racistas. Pero ttampoco se puede generalizar respecto al carácter estrictamente conservador de esos sentimientos y grupos, pues muchos desean cambios radicales de la situación que padecen y se recienten con el status quo.
Existe una gran diversidad y contradicciones al seno de la derecha y sus bases sociales, así como alto grado de confusión ideológica. Algunos analistas estadounidenses destacan la incapacidad de muchos de sus adherentes “para convivir con la sociedad moderna” y su propensión a vetar todo lo que perciben como amenazas a sus modos de vida. Para muchos está en juego nada menos que el futuro de la sociedad y los valores que deben prevalecer.
Dentro de ese panorama polarizado y sus complejidades, debe apuntarse que hay grandes sectores de la derecha, en particular la denominada ‘derecha libertaria’, que tienden a oponerse a las intervenciones militares en el exterior y al espionaje interno y otras restricciones de derechos ciudadanos. Asimismo, el encono y la fobia contra Wall Street es enorme, muy extendida, en las bases de los movimientos conservadores.
Convencidos de que el sistema político está corrupto, la mayor parte de la Nueva Derecha ha mostrado considerable desconfianza y resentimiento hacia los políticos o los intelectuales, incluso conservadores, quienes han escogido operar dentro del mismo y que, por ello, deben hacer tratos y negociar en esos círculos.
Otros, mediante la notable influencia que ejercen los predicadores fundamentalistas, el llamado Tea Party y elementos de la derecha alternativa sobre buena parte del Partido Republicano, lograron en los últimos lustros un marcado efecto en el debate legislativo y en el curso de algunos programas presupuestarios y sociales, así como en las legislaturas estaduales y han logrado la aplicación – aquí o allá – de nuevas restricciones selectivas al derecho al voto, los derechos al aborto, el restablecimiento de la segregación racial en escuelas públicas, la ilegalización de facto de la organización sindical y otros.
Son temas que abordaré en un próximo artículo. Ahora, para terminar, vuelvo a referirme a la candidata derrotada: Hillary Clinton.
Tuvo varias ventajas: contar con un nombre bien conocido, haber participado en una anterior campaña presidencial en 2008, contar con la maquinaria completa del Partido Demócrata a su lado, una abrumadora ventaja de multimillonarios fondos recaudados, el respaldo de la mayoría de la élite económica y financiera, y de la casi totalidad de los medios de prensa y difusión a su favor, así como el respaldo activo tanto del popular senador Bernie Sanders como del presidente Obama.
Por otro lado pesó en su contra, y mucho, el rechazo público a los políticos profesionales y el ser una figura que provoca desconfianza y cuenta con un muy alto nivel de rechazo ciudadano, tanto por ser una figura política tradicional como por ser considerada una persona deshonesta, y por su historial y tendencias en pro de una política internacional agresiva, por todo lo cual fue considerada finalmente como la peor opción entre ambos candidatos.
Las revelaciones sobre los email y otros desatinos de cuando era Secretaria de Estado, los escándalos achacados al ex presidente Clinton, las presuntas ilegalidades en la Fundación Clinton y otros problemas que se avizoraban como que serían recurrentes y perturbadores de su gestión de gobierno, no fueron un factor menor en la derrota.
Pocos días antes de las elecciones, Paul Craig Roberts, quien fuera alto funcionario de gobierno, opinaba que poderosos sectores de la oligarquía habrían reconsiderado en las últimas semanas su opción electoral. Que habría primado el cálculo que Hillary, como presidenta, probablemente estaría sujeta a investigación durante años y que, con la atención concentrada sobre ella en esos asuntos, “no les serviría a los intereses de esa oligarquía, les resultaría inservible, y que de hecho desenterraría varias de las conexiones de la Clinton con los oligarcas que podrían dañarlos”. Roberts agregó que en esa consideración oligárquica pesó evitar que “se destruyera la reputación del país por escoger una persona sujeta a investigaciones por delitos de mayor cuantía”.
En un próximo artículo ampliaremos acerca de algunos recientes desarrollos y presencia de las agrupaciones de derecha en EE.UU. y de los sentimientos en extensos sectores que los apoyan. Es un tema que abordo en el marco de las recientes elecciones pero no debe deducirse de ello que exista identificación alguna entre las posiciones de dichas agrupaciones con las posiciones políticas del presidente electo Donald Trump, quien explotó de manera populista tales sentimientos y reivindicaciones.
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Presentar a Trump como un cuerpo extraño que es capaz de derrotar al establishment político, económico y mediático más poderoso del planeta me parece muy desacertado y una excelente coartada para que, tras los desmanes de su gobierno (tildado de antisistema), renazca en la opinión pública la necesidad de restaurar el capitalismo y la tecnoestructura que nos ha llevado a la crisis civilizatoria más grave desde los años 30 del siglo pasado. ¿En qué medios y con qué apoyos el demagogo empresario logró imponerse a los medios y resortes del establishment vigente, que, según se afirma, intentaron descarrilarlo? ¿Por qué no logró Bernie Sanders el mismo objetivo en las primarias del Partido Demócrata, siendo un político más convincente para el liderazgo de los de abajo en la lucha contra los privilegios y abusos del sistema?
El día que Trump declaró que podría disparar en la 5ª avenida sin que sus partidarios le pidieran cuentas entregó su cabeza en bandeja de plata a la Galaxia Goebbels. Ni el mismísimo Hitler llegó tan lejos antes del triunfo electoral. Por asuntos insignificantes, brillantes líderes antisistema (como los españoles Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero, Iñigo Errejón o Tania Sánchez) han sido víctimas de un linchamiento mediático que ha frustrado en gran medida sus opciones y las de la formación política que lideran. También su machismo, su racismo y su xenofobia eran un blanco perfecto para descarrilarlo. Si no se hizo es probablemente por que es el chivo expiatorio que el sistema necesita para justificar las decisiones políticamente incorrectas que se van a tomar en USA con el respaldo de las urnas pero sin poner en riesgo su integridad.
¿Acaso negar el cambio climático, bajar los impuestos, suprimir el Obamacare sin alternativa para los que carecen de seguro médico, ilegalizar el aborto y la eutanasia o construir un muro en la frontera con México son medidas efectivas para acabar con la crisis civilizatoria que ha provocado el capitalismo salvaje existente en la superpotencia mundial? Esto se parece más a un plan B de la oligarquía de consecuencias imprevisibles.
La mayor parte de los problemas que abandera Trump no tienen una solución satisfactoria bajo las leyes del capitalismo y desgraciadamente algunos de ellos tampoco entre sus opositores. En los años 90, una explosión demográfica provocó una cruenta guerra civil en la región de los Grandes Lagos de Africa, con un millón de muertos. La división de los minifundios como resultado del crecimiento demográfico convirtió la agricultura en un medio de vida más que precario, haciendo inviable la convivencia entre Hutus y Tutsis, lo que desencadenó el racismo y la guerra. Si estúpida es la negación del cambio climático, no lo es menos la negación de que en el mundo hay una explosión demográfica de fatales consecuencias sociales y medioambientales. En ambos asuntos, habría que decir que Trump actúa como un retrasado mental si no fuera porque los dos fenómenos son necesarios para la superivencia de un sistema económico basado en la acumulación creciente de riqueza. Por graves que sean sus efectos, lo que pondría plazo de caducidad inminente al capitalismo sería la regulación de los nacimientos y de la economía en función de un aprovechamiento sostenible de los recursos.
Aunque parece evidente que la inmigración ilegal y la falta de planificación familiar en USA no va a provocar una guerra civil (al menos en los próximos años) sí es evidente que los brotes de racismo y xenofobia beben de esta fuente desestabilizadora, al igual que de un liberalismo económico que ha delegado en una clase empresarial nada comprometida con los derechos sociales la responsabilidad de la creación y dignificación del empleo. Tratándose de un coste de producción que se intenta abaratar al máximo (aunque ello implique la sustitución de mano de obra por maquinaria o la externalización en los mercados del tercer mundo) es una gravísima irresponsabilidad que el empleo se deje cada día más en manos de los empresarios y que el sector público no tenga el protagonismo que debiera tanto en su creación, como en su regulación legal y en su financiación a través de un sistema fiscal progresivo.
Visto el problema desde una óptica progresista y nada dogmática, no habría que recurrir ni a la deportación de 11 millones ni a la construcción de un muro en la frontera con México sino a la negociación de un nuevo orden internacional en que América Latina y otras regiones dejaran de ser el patio trasero, fuente de materias primas y mano de obra barata (cuando se necesita), retornara la ayuda para una adecuada planificación de los nacimientos (también en el primer mundo), se reconociera el derecho a una sexualidad plena desligada completamente de la procreación y se respetara el derecho de las naciones del Tercer Mundo a un desarrollo libre e independiente. Esto era lo que reivindicaba Maduro hace unos años cuando le aclaraba a Obama que, para acabar con la inmigración ilegal en América Latina, había que apoyar a los gobiernos reformistas y que lo contrario no haría otra cosa que agravar el problema. En lo que no hay suficiente conciencia, ni siquiera en los gobiernos reformistas, es que la acción humana más relevante (la procreación) no se puede ejercitar de forma irresponsable ni puede dejar de tener consecuencias jurídicas ni tampoco se puede seguir aceptando que los nasciturus no cuenten con los derechos básicos garantizados por los poderes públicos ni su llegada al mundo carezca de un ajuste previo con un aprovechamiento sostenible de los recursos.
No cabe duda de que la imprevisibilidad y falta de ética de Trump van a dar mucho juego a la nación que lidera un sistema económico infartado y profundamente deshumanizado. Si de verdad le preocupara la recuperación de la economía real, empezaría por establecer un sistema sanitario público financiado con tributos progresivos, evitando así que empresarios y trabajadores tengan que financiar un sistema sanitario que representa nada menos que el 18% del PIB y deja fuera a 50 millones, lo que encarece enormemente el factor trabajo. Sin la redistribución de la riqueza mediante un sistema fiscal justo en una nación con profundas desigualdades, no va a ser posible que crezca la demanda, factor crucial para el desarrollo de la economía real, y ya ha anunciado que va a bajar los impuestos.
Que un empresario que ha hecho su fortuna en el sector inmobiliario diga que se va a autorizar el incremento en el uso de combustibles que emiten gases de efecto invernadero y de técnicas como el fracking, bien pudiera decirse que es una forma de arrimar el ascua a su sardina ahora que la creación de burbujas inmobiliarias ha pasado a cuarentena en el sueño americano, ya que van a provocar una mayor incidencia de los tornados, los huracanes, los incendios, las inundaciones, las sequías y los terremotos, un nuevo maná para el sector inmobiliario como resultado de los daños que ocasionarán, a lo que habrá que sumar las inversiones en infraestructuras prometidas en campaña. Si análisis como este están en lo cierto, Trump y su cruzada dejarán de ser imprevisibles para pasar a convertirse en una mala versión del sistema que dice combatir y que tiene en él el chivo expiatorio apropiado a la hora de encubrir y justificar su efecto transgresor.
Los republicanos le pagaron con la misma moneda a los demócratas, Obama disfrazado de cambio logro capitalizar el voto de los descontentos de entonces, ahora Trump utilizando el mismo guion, y distanciándose en apariencia del establishment republicano logra capitalizar el voto de los obreros blancos norte americanos, obreros y el noventa y nueve por ciento de descontento mal votando por la ´´esperanza ´´,el sistema putrefacto capitalista no aguanta mas, esto pudiera ser el preludio socialista en norte américa, Bernie, prepárate para las próximas elecciones