El entretenimiento, entrena.   Por Sara Rosenberg                

 

Abro una página de Internet para ver aquello que se llama “cine online gratis y legal”; es tarde y necesito desconectar de un día arduo de mucho trabajo, trámites, obligaciones varias y variadas. No tengo ganas de leer y como no tengo televisor tampoco puedo engancharme al zapping que suele resolver el deseo de cambio e impide establecerse en los estúpidos programas, series y tertulias por más de cinco o diez segundos.  He de elegir alguna película que me ayude a vencer el insomnio.

Encuentro una enorme y aparente variedad de apocalipsis, guerras terrestres y galácticas, drogas y policías, amores no heterosexuales que han dejado de estar prohibidos y hoy son una mercancía en alza, enfermedades de todo tipo, conflictos entre madres e hijas, parejas, familias. Sin embargo, el tema catastrófico predomina y se expande en portadas llenas de músculos estelares que asoman de uniformes verdes y azules o civiles con corbata.  La corbata merecería un estudio aparte.

También abunda lo que ahora llaman “basado en hechos reales”, como si esa categoría significara que la distorsión y los intereses de presentar los temas  de manera inconexa y fragmentaria no existiera.  Es un apartado interesante, porque se dedica a tergiversar la historia con flashes documentales. Un pseudo documental sobre Ucrania –propaganda nazi- es tan burdo que apenas resiste el análisis, y tiene sin embargo muchas entradas.  (Winter on Fire)

Pero casi todo es cine de guerra, aunque suelen llamarlo de acción, es guerra y más guerra como la que está sucediendo de manera global y constante, la misma guerra que se libra contra los pueblos desarmados en diversos escenarios ahora mismo, Palestina, Siria, Ucrania, Yemen, Nigeria…pero la guerra en el celuloide viene provista de un envase anestésico y distorsionador que es casi un producto perfecto. Una adaptación exacta de la narrativa política fragmentaria e incoherente que el imperio necesita. Publicidad de la cultura de guerra

No me queda otra alternativa que volver a algún clásico y si fuera mudo, mucho mejor. Chaplin siempre acude en mi ayuda.

Hace un tiempo estuve en un congreso de escritores y en la mesa que tuve que compartir con un grupo a la hora del almuerzo se habló mucho de la “maravillosa serie Brecking Bad” ; no la había visto, ya dije que no tengo televisor, pero escuché atentamente los comentarios y la pasión con que elogiaban cada capítulo. Al volver de ese viaje y por curiosidad bajé por Internet los trece capítulos, aunque bastaba ver el primero y los dos últimos para comprender de que se trataba.  Muy bien hecha, quiero decir rodada, el argumento no se apartaba ni un instante de la publicidad de las drogas químicas –metanfetaminas- y de la santificación del mercado. Un profesor en paro y con cáncer necesita sostener a su familia –mujer embarazada e hijo discapacitado, más cuñado policía, para más INRI empático- y por ese motivo, porque tiene cáncer, se dedica a fabricar droga química. Un verdadero exceso de enfermedades. Vende esa droga a grupos de mafiosos siempre morenos, negros, latinos  y malísimos que en cada capítulo le hacen la vida imposible al buen padre de familia y a su socio, un joven estudiante decidido a triunfar. Todo sea por la familia, que necesita el dinero sin más justificación o preocupación por el destino y la muerte de cientos y miles de consumidores, ni por la cantidad de crímenes que cada capítulo desarrolla en la guerra de los proveedores. Todo sea por la familia. Todo sea por el mercado. Todo sea por las buenas intenciones del padre-hijo y espíritu santo. Es una serie muy perversa. En cualquier escuela de dramaturgia un poco seria le hubieran dicho que son demasiados golpes bajos , pero el mercado actual de la imagen –cultural, le llaman- es un constante e indiscriminado golpe bajo.

Es muy difícil encontrar una serie o una película de las que hoy llenan las pantallas que no sea publicidad del mercado y de la guerra necesaria para conseguir controlar el mercado en cualquiera de sus modalidades. Las guerras de oriente próximo y medio oriente brindan encantadores paisajes para narrar la heroica actividad de los mercenarios que también tienen su corazoncito y su familia que alimentar. Las oscuras figuras antagónicas siguen siendo morenos, árabes, negros y siempre malos malísimos. Los drones y las armas más sofisticadas son empuñadas por los blancos –y algún afro-americano- uniformados, que azotados por la arena del desierto garantizan que los enemigos serán masacrados con el consentimiento tácito del espectador. La cultura de masas es una escuela de barbarie. Completa la constante publicidad-desinformación y falta de contexto que los medios se dedican a producir. El “entretenimiento” pone la carne –la imagen- a la ocultación de las causas de la guerra y sobre todo oculta la relación social entre los seres humanos. Jamás se hablará de saqueo ni de explotación colonialista.

La educación para la barbarie fomenta y desarrolla la incapacidad para relacionar un hecho con otro de manera que puedan entenderse, cotejarse y comprenderse. Y no hablo ni siquiera de pensamiento, o pensamiento crítico. La segunda capa de todo este cine-producción televisiva entraría en el catálogo del colonialismo y el racismo más desembozado.

La producción del miedo y el racismo son una constante en todas estas series y películas producidas en Estados Unidos y también en Europa. El miedo al otro, el racismo y el colonialismo convergen y son el núcleo del mensaje. Hay que matar, es su corolario. Construyen un enemigo oscuro, difuso, pero siempre presente como amenaza. Un enemigo que mata sin razón y sabe esconderse, un  enemigo que consolida lo que llamaron el eje del mal, el terrorismo, los zombies, los extraterrestres, el yihadismo, las mujeres con velo, los indios, los latinos,  los negros, los que malamente siempre están en la orilla del maravilloso sistema capitalista, que tiene montones de fuerzas especiales para protegerse.  Así se forma la masa acrítica necesaria que va acumulando día tras día una inconciencia global que permite cualquier tipo de atrocidad en nombre de la defensa y de la “Responsabilidad de proteger”. (1)

Es interesante cotejar como la ficción -de masas- no está jamás lejos de la realidad y cómo opera sobre ella .  Forma y conforma un tipo de pensamiento que vive la paranoia como propia, obedece a las grotescas pinceladas y como no,  responde a los demonios creados con una intensa obediencia. Es más, repite de manera inconsciente los parámetros que aparecen como constantes y la constante es el colonialismo y el racismo.

En ninguna película o serie se preguntará nunca qué hacen de verdad los supuestos héroes en regiones tan lejanas del globo o quién los ha llamado. Tampoco se preguntará jamás si la compra venta implícita en las relaciones humanas puede ser algo diferente que un contrato o un medio de explotación material o si los sentimientos son manipulados para formatear un personaje básicamente triunfador y criminal, a pesar de sus pesares. La obediencia es un tema indiscutible. Los “protectores” deben matar porque esa es su función.  Músculos y aviones, mutantes arriesgados, armas letales de última generación, matan y restablecen el orden para que mañana todos puedan cumplir con su jornada laboral con una costra en el inconsciente que los protegerá de pensar, porque el mundo –y ese es el mensaje profundo- es un lugar atroz, invariable y lleno de peligros que no se pueden afrontar. ¿Quizás esta cultura sólo responde a la creación de una enfermedad mental difícil de catalogar pero hija de la  impotencia y el miedo?

La otra capa, la pregunta importante sería cómo, porqué y con qué derecho se invaden países que los “héroes” destruyen absolutamente,  siembran de uranio,  asesinan a cientos de miles en ninguna realidad virtual, sojuzgan y se apropian de la tierra en nombre de ¿qué o quién? y sobre todo, con qué derecho y sobre qué derecho internacional se ha creado ese enemigo difuso –oscuro-moreno- negro-con turbante- que se repite incesantemente en eso que se llama ficción, entretenimiento, arte, cine, video juegos…para mantener la masa colonialista dócil al crimen de guerra, al crimen de lesa humanidad, al más atroz desprecio por todo derecho humano básico.

Yugoslavia, Irak, Afganistán, Libia, Siria, Ucrania, Yemen, Sudan no son juegos, no son ficciones, son la prueba visible del modo de operar de una cultura de guerra, de una cultura imperialista que hace que las voces de los agresores sean justificadas por masas anestesiadas –en Europa, en Estados Unidos y también en otras partes del mundo- por una industria cultural perfectamente articulada con y para el crimen organizado y la muerte.  La destrucción y la muerte necesitan de consenso o al menos de indiferencia, si no, otro gallo cantaría.

Lo dicho, incluso en días de mucho cansancio, y-o de explotación ilimitada, prefiero volver a ver a Chaplin…

Pero hay datos que conviene relacionar para entender mejor cómo opera esta política cultural  de aparente entretenimiento.

Hace muy poco, en un artículo bien documentado, Tierry Meyssan decía (Red Voltaire | Damasco (Siria) | 4 de enero de 2016),

“Hasta los secretos mejor guardados acaban saliendo a la luz. El cártel mafioso que gobierna Bulgaria acaba de ser sorprendido con las manos en la masa cuando –a pedido de la CIA – garantiza drogas y armamento a al-Qaeda y el Emirato Islámico, tanto en Libia como en Siria. El caso es particularmente grave, sobre todo teniendo en cuenta que Bulgaria es miembro de la Unión Europea y de la OTAN. (2) 

No, evidentemente el divertimento inocente o inocuo no existe. Ni es un enfermo terminal quien dirige el narcotráfico,  sino que el narcotráfico está en el corazón mismo del sistema capitalista, de la política de guerra  y de la OTAN.  Lo demás es costumbre, falta de pensamiento, barbarie.

(1) “La “Responsabilidad de proteger” (RdP) es un concepto adoptado por los líderes del mundo en 2005, que hace a los estados responsables de proteger a su propia población del genocidio, los crímenes de guerra, la depuración étnica y los crímenes de lesa humanidad, y exige la intervención de la comunidad internacional si esta obligación no se cumple…” . Con esta justificación la OTAN ha intervenido en todas las últimas guerras, Libia, Siria, Yemen, Ucrania, justificándose mientras alimentaba a una “oposición” terrorista cuyos desmanes se atribuyeron siempre a los gobiernos legítimos, una “oposición” financiada y dirigida por los Estados Unidos y sus socios de la Unión Europea, Arabia Saudí e Israel.
(2)  Jefe de uno de los dos cárteles mafiosos búlgaros –la SIC– Boiko Borisov es el actual primer ministro de Bulgaria. Su país, miembro de la OTAN y de la Unión Europea, abastece con drogas y armas a los terroristas de al-Qaeda y del Emirato Islámico, en Libia y en Siria.
Supuestamente, todo empezó por casualidad. Hace una treintena de años que la fenetilina era utilizada como sustancia dopante en los medios deportivos de Alemania occidental. Según el entrenador Peter Neururer, más de la mitad de los futbolistas de la Bundesliga la utilizaban corrientemente [1]. Varios traficantes búlgaros vieron en ella un filón. Entre el desmembramiento de la Unión Soviética y la entrada de Bulgaria en la Unión Europea, los traficantes búlgaros comenzaron a producir la fenetilina y a exportarla ilegalmente hacia Alemania bajo la denominación de Captagón.
Dos grupos mafiosos búlgaros comenzaron a competir en ese terreno: Vasil Iliev Security (VIS) y Security Insurance Company (SIC). En este último bando se encontraba el karateka Boiko Borisov. Este deportista de alto nivel, profesor de la Academia de Policía, creó una firma dedicada a la protección de personalidades y fue guardaespaldas tanto del ex presidente prosoviético Todor Jivkov como del proestadounidense Simeón II de Saxe-Cobourg-Gotha. Y cuando este último se convirtió en primer ministro, Borisov fue nombrado director central del ministerio del Interior, antes de ser electo alcalde de Sofía, la capital búlgara.
En 2006, el embajador de Estados Unidos en Bulgaria –y futuro embajador en Rusia–, John Beyrle, describe a Boiko Borisov en un cable confidencial dado a conocer por Wikileaks. El embajador de Estados Unidos presenta a Borisov como un personaje vinculado a dos grandes jefes mafiosos, Mladen Mihalev (alias «Madzho») y Rumen Nikolov (alias «El Pachá») [2], fundadores ambos de la SIC.
En 2007, basándose en un informe elaborado por una importante empresa suiza, la publicación U.S. Congressional Quarterly asegura que Borisov había “enterrado” numerosas investigaciones en el ministerio del Interior y que estaba personalmente implicado en 28 asesinatos de carácter mafioso. También según esa publicación estadounidense, Borisov se convirtió en socio del director adjunto de la CIA John E. McLaughlin, instaló en Bulgaria una cárcel secreta de esa agencia estadounidense y ayudó a garantizar una base militar en el marco del proyecto de ataque contra Irán [3].
En 2008, Jurguen Roth, el especialista alemán en redes del crimen organizado, califica a Boiko Borisov de «Al Capone búlgaro» [4].
Ya convertido en primer ministro, y siendo ya Bulgaria miembro de la OTAN y de la Unión Europea, la CIA solicita a Borisov que ayude en la guerra secreta contra Muammar el-Kadhafi. Y, desde su puesto de jefe del gobierno búlgaro, Boiko Borisov comienza a abastecer con Captagón –fabricado por la SIC– a los yihadistas de al-Qaeda en Libia. La CIA hace entonces esa droga sintética mucho más atractiva y eficaz mezclándola con una droga natural –el hachís–, que permite manipular con más facilidad a los combatientes y hacerlos más aterradores, conforme a lo previsto en los trabajos de Bernard Lewis [5]. Posteriormente, Borisov extenderá su tráfico a Siria.
Pero lo más importante llega cuando, valiéndose del hecho que Bulgaria –ya incorporada a la OTAN– había sido anteriormente miembro del desaparecido Pacto de Varsovia, la CIA compra a Borisov armamento de fabricación soviética –por un monto de 500 millones de dólares– y lo transporta a Siria. Se trataba principalmente de 18 000 lanzagranadas antitanque portátiles y de 700 sistemas de misiles antitanque Konkurs.
Cuando el Hezbollah envió a Bulgaria un equipo encargado de recabar información sobre ese tráfico, un autobús lleno de vacacionistas israelíes fue blanco de un atentado en la localidad búlgara de Burgas, con saldo de 32 heridos. Benyamin Netanyahu y el propio Boiko Borisov atribuyeron el atentado a la resistencia libanesa mientras que la prensa atlantista se hacía eco de numerosas imputaciones sobre un supuesto kamikaze del Hezbollah. Finalmente, la Dra. Galina Mileva, reconocida médico forense, observó que los restos mortales del kamikaze no correspondían con la descripción proporcionada por los testigos del atentado; un responsable del contraespionaje búlgaro, el coronel Lubomir Dimitrov, comprobó que la persona en cuestión no era un kamikaze sino un simple portador y que la bomba había sido detonada por control remoto, probablemente sin conocimiento de esa persona. Por otro lado, mientras la prensa acusaba a dos árabes que ostentaban las nacionalidades canadiense y australiana, la Sofia News Agency citaba a un cómplice estadounidense conocido bajo el seudónimo de David Jefferson. En todo caso, mientras la Unión Europea utilizaba el atentado para clasificar al Hezbollah como «organización terrorista», Kristian Vigenin, ministro búlgaro de Exteriores durante el corto periodo en que Borisov se vio excluido del poder ejecutivo, subrayó que nada permitía vincular a la resistencia libanesa con el atentado perpetrado en Burgas [6].
A finales de 2014, la CIA puso fin a sus pedidos a Bulgaria. Arabia Saudita, reemplaza entonces a la agencia estadounidense, y abandona las compras de armas de tipo soviético para comenzar a adquirir armamento de la OTAN, como los misiles antitanques BGM-71 TOW, de fabricación estadounidense. Riad pronto contó en ese empeño con el respaldo de los Emiratos Árabes Unidos [7]. Estos dos países del Golfo garantizaron directamente la entrega de ese armamento a al-Qaeda y al Emirato Islámico, transportándolo en aviones de las compañías aéreas Saudi Arabian Cargo y Etihad Cargo hasta Tabuk, en la frontera de Arabia Saudita con Jordania, y la base militar de Al-Dhafra, en suelo de los Emiratos Árabes Unidos, base utilizada por las fuerzas armadas de ese país, de Francia y de Estados Unidos.
En junio de 2014 la CIA vuelve a intervenir, esta vez para hacer que Bulgaria cierre su territorio al paso del gasoducto ruso South Strean, que habría podido garantizar el abastecimiento de gas a Europa occidental [8]. Esta decisión, que priva a Bulgaria de cuantiosos ingresos, permite simultáneamente frenar el crecimiento de la Unión Europea –conforme al plan Wolfowitz [9]–, aplicar las sanciones europeas contra Rusia, sanciones impuestas usando como pretexto la crisis ucraniana, y desarrollar además el gas de esquistos en Europa oriental [10], así como mantener el interés por el derrocamiento de la República Árabe Siria –país llamado a convertirse en un gran exportador de gas [11].
Por lo que se sabe hasta el momento, Bulgaria –país miembro de la OTAN y de la Unión Europea– sigue enviando ilegalmente drogas y armas a al-Qaeda y el Emirato Islámico, violando así la resolución 2253, recientemente adoptada por unanimidad en el Consejo de Seguridad de la ONU.
Thierry Meyssan

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8 Responses to El entretenimiento, entrena.   Por Sara Rosenberg                

  1. Heisenberg says:

    En cualquier momento se suicida Rosa,

     
  2. Pingback: El entretenimiento, entrena | Foro Contra la Guerra Imperialista y la OTAN

  3. Uno ahi says:

    A mi lo que me gustaría saber es, para el periodista, cuál es una serie(o película) que califique como ética, o que cumpla con todo lo que aqui se expresa que aqueja a las series actuales. Eso, por no hablar de que el argumento de la “maravillosa serie Breaking Bad” es mostrar precisamente la degenarción moral por la que poco a poco pasa el profesor de química, que entró al negocio pensando precisamente lo que se dice aquí: que comerciar con metanfetaminas por un tiempo corto no haría daño a nadie. Pero bueno, el “capitalismo malvado” es terrible, y todo lo que hace es vil y malévolo.

     
    • Sara no es periodista, es escritora. Dice la ciencia, no la religión que es la que suele utilizar términos como “malvado”, que el capitalismo convierte en mercancía todo lo que toca.

       
      • Uno ahi says:

        ah, ok. Confusión mía entonces. Pensé que el artículo era suyo. Mi comentario iría dirigido a ella, entonces. El “malvado” es sarcasmo. Es cierto que el capitalismo convierte en mercancía todo lo que toca(pues es su razón de ser) pero no significa que todo lo que hace sea inherentemente malo. A veces hay cosas que aunque sólo esten para adornar el mercantilismo implícito, no dejan de ser reales.

         
    • Heisenberg says:

      Lo que tiene Rosa es una gran depresion, no le muestren la television cubana, seria peor

       
      • Quién es Rosa? La autora se llama Sara Rosenberg y para deprimirse le basta ver la televisión en España que es peorísimamente peor que la cubana, lo cual no quiere decir que esta última sea buena.

         

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