La pupila: una lúcida apuesta televisiva. Por Octavio Fraga Guerra

 

Toda obra audiovisual ha de estar marcada por la intencionalidad, por la materialización de una suma de pretendidos objetivos. Son esas brújulas las que no se han de perder para construir una identidad, un cuerpo distintivo que emerge desde la topografía del discurso, desde la confluencia de todos los recursos narrativos propios del medio.

Son las lumbres de las que se apropia el equipo de realización para hilar una buena concepción fotográfica, una puesta en escena bien pensada. Acciones que confluyen en torno al tema medular. Sin despreciar lo que a veces se subvalora, el predominio de escenarios televisivos pomposos o exageradamente austeros, que denotan ante los lectores audiovisuales vacíos creativos.

A la larga estos demeritan el esfuerzo de hacer arte desde las esencias que caracterizan a la televisión, ante los atractivos retos de las nuevas tecnologías. Un oficio colectivo en el que confluyen muchas especialidades protagónicas como partes de la construcción de un todo estético desde dos premisas inviolables: entretener y hacer pensar.

Tras un año de andares por la parrilla de programación de la televisión cubana renace con otros ropajes y renovadas historias La pupila asombrada. Una puesta que dirige el intelectual Iroel Sánchez, empeñado en hacer una televisión culta, inteligente, lúcida, despojada de la palabra fácil, del acento insulso, ese que la memoria y el tiempo afincan en los anaqueles del olvido.

Este sábado 26 de diciembre emergió el programa con otros anclajes, cartografiado desde los preceptos del minimalismo, pues lo esencial es la narrativa, lo que comparten a manera de tónicos sus interlocutores. Justificado por un guión en el que la metáfora, el momento anecdótico, el análisis construido con rigor o la palabra llana confluyen, definitivamente necesarios, claramente enriquecedores.

En esta nueva entrega sus habituales protagonistas se presentaron ante un estudio que exhibía a fondo ventanas, una parte esencial del discurso. Piezas dispares construidas para complementar, para ver más allá del dialogo que conduce la periodista Karen Brito. Son esos telones propios de los entramados de las nuevas tecnologías de la que no se escaquea esta apuesta televisiva, pues se entiende muy bien su papel como el medio y no el fin.

El estreno de este otro ropaje fue a lo grande. La estatura de nuestro Alejo Carpentier estuvo presente en cada uno de esos marcos escenográficos desde la fotografía del retrato de tejido histórico. Justificada por una exquisita labor de curaduría, reflejada en esta novedosa estela multiforme cuyo cometido es dialogar desde esos predios con un imprescindible de nuestra nación. Un escritor y periodista que ha trascendido por su obra y su ejemplar estatura de intelectual revolucionario más allá de nuestras fronteras. Reconocido en los más recónditos parajes de la geografía global.

Pero no es solo destacable la composición de fotos montadas con acierto. Más de una portada de los libros de Alejo fue parte de la pátina escenográfica que invitaba a redescubrirlo luego de una antaña lectura.

Son estelas donde caben también el cartel con sabor a historia y arte, dibujos teñidos con plumillas de carboncillo leños. Pinturas de ejemplares dimensiones que al delinearse nos engrandecen, nos revelan la fortaleza de sus íconos o la trascendencia de sus frescos. A fin de cuentas, el buen arte no está reñido con lo televisivo si se le invita a estar desde las sopesadas curvas que caracterizan a la dramaturgia del medio.

Como ya es característico en La pupila asombrada, sus creadores se apropian de todos los recursos para hilvanar ideas, para referenciar los preceptos que le asiste como propuesta audiovisual.

Un fragmento de una entrevista tomada de otra fuente, la escena memorable de una película precedida de una velada invitación para encontrarnos con ella más allá de los dominios de la pequeña pantalla. Sin menospreciar el agudo documental que pensábamos olvidado en los anaqueles de las videotecas de los archivos fílmicos y, cuando nos lo presentan con sus manchas, sus ralladuras ganadas por la callosidad del tiempo, emerge como la primera vez: sublime, esbelto, dimensionado.

Esto no es fruto de la providencia, de la divina voluntad de algún ser inmaterial que la leyenda recrea recurrente. No está sustentado el programa por carcomidos ensayos dichos ante la cámara para cautivar los ciclos del pensamiento y la memoria. Esos que aburren, que distancian al lector televisivo hacia otras ofertas de engranaje pueril.

Le anteceden calculadas palabras de esquilar, de entonación iconográfica. Textos expresados con apego a la verdad, a la historia pretérita que desde este presente televisivo se visten renovados. Insertos en un espacio de dimensiones variables donde la sorpresa y el derruir de los esquemas narrativos, funcionan para tener al espectador cautivo ante los derroteros de la pantalla. Siempre cuestionada, criticada hasta la saciedad. 

Un espacio al que muchos volvemos por esa magia que le fecunda, le engrandece, le define, como un punto de encuentro social para el dialogo familiar o el debate enriquecedor entre amigos, presente en buena parte de la sociedad cubana.

Esta Pupila… fue diferente. Como ya es habitual, anticipó los temas, los más sustantivos resortes de sus paradas televisivas. Tras su evolución apeló a la sorpresa, al sobrio texto en el que la austeridad de las palabras no está reñida con lo sustantivo de su naturaleza ante el excepcional escenario donde discurre.

Una emisión donde nos hicieron cómplices de un fragmento de entrevista hecha a Silvio Rodríguez, presentada en la primera entrega de este programa para completar otro ciclo. Un testimonio del autor de Oleo de una mujer con sombrero, construida como un hipertexto. Un sumario que dialoga con el documental Cuba va, del cineasta británico Félix Greene, realizado en el año 1971. Tema para el cual compusieron Noel, Silvio y Pablo ese clásico de la música cubana que corresponde al período fecundo del Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC.

Lo hicieron perfilando un nuevo leguaje, experimentado una escritura que se empeña en atrapar al lector inmerso en el zapping, en el transitar por la gama de propuestas de la televisión cubana, que urge recomponer en cuanto a contenidos, lenguajes, estéticas o facturas de realización. Un medio esencial para el fortalecimiento del intelecto, de la memoria y la necesaria historia, que algunos pintan como replegada en los habituales gustos y consumos de nuestra población, en particular de los jóvenes.

La clave de este giro es la recomposición del guión que no desecha la herencia de anteriores ediciones. En este nuevo período La pupila asombrada afina los textos hilvanando espontaneidad con precisas ideas. Confluyen géneros audiovisuales que fortalecen los anclajes fundacionales de una puesta declaramente poética, enriquecida por el uso de bastos vocabularios en la que dialogan los tres protagonistas.

Omar Valiño, se ocupa de lo cinematográfico. Crítico teatral, editor y profesor. Director de la revista Tablas y su sello Ediciones Alarcos. Autor de esenciales títulos del teatro cubano. Entre ellos: La aventura del Escambray, notas sobre teatro y sociedad; Trazados en el agua. Un mapa del archipiélago teatral cubano de los noventa.

Fidel Díaz, periodista y trovador que aborda el tema de la música. Director de la revista cultural El Caimán Barbudo. Editor del blog El diablo ilustrado. Es también autor de los libros, El Diablo Ilustrado; Cualquier flor… de la trova tradicional cubana; Confesiones; Una guitarra, un buen amor y Trovadores de la herejía, este último escrito junto al Bladimir Zamora.

Iroel Sánchez toma nota del eje central de cada entrega. Ingeniero, periodista y analista de política internacional. Trabaja en Ministerio de Comunicaciones, es coordinador de EcuRed. Editor del blog La pupila insomne. Autor del libro Sospechas y disidencias. Colaborador de varias publicaciones generalistas de Cuba y de otras geografías.

Karen Brito quién conduce esta confluencia de intelectos y disímiles personalidades se nos revela mesurada en los ritmos y tempos de sus palabras, en un dialogo donde su mirada se enrola hacia los recurrentes participantes de esta apuesta televisiva y, claro está, hacia nosotros. Por esa máxima que distingue al medio de invitarnos a entrar en el hábitat de esta nueva casa que parece otra y que nos insinúa que ha crecido. Y claro que lo aplaudo. Ella lo hace sin renunciar a lo agudo de la palabra, a lo esencial de la letra esbelta. Sigue tomando del espíritu y el verso de la poesía que nos aporta el buen periodismo literario.

En La pupila asombrada han estado presente desde sus inicios las nuevas Tecnologías de la Informática y las Comunicaciones. Esta otra temporada anticipa su continuidad. Responde a la lógica de un incremento de estos otros lenguajes en la sociedad contemporánea. En especial en los jóvenes que marcan los ritmos, las aspiraciones y los gustos en torno a ella. Un entramado interactivo nada despreciable ante los retos de nuestro país, donde los contenidos, los géneros y los modos en que es construido lo audiovisual se bifurcan, se trasgreden, se explosionan. Estamos viviendo una era de fusiones, de mestizajes, de interactividad social.

Es de agradecer en cada entrega de estas últimas emisiones algunas partes del filme documental De la servidumbre moderna. Una apuesta audiovisual donde el texto es tono, narración omnipresente que incentiva la autorreflexión de otras lecturas que complementan. Se construye a partir de la retórica del lenguaje, del discurso encendido y cuestionador del otro, del nosotros. Una sólida pieza de obligada consulta para desgranar los parajes del futuro presente.

El anticipar el eje temático de la próxima entrega es otro acierto de esta puesta. La pupila asombrada nos invita a descubrir los sinuosos entramados de “los padrinos…”. Esa inmoral la mafia venida de los Estados Unidos que el escritor Enrique Cirules dibujó en su ensayo El imperio de La Habana.

Aflora un nuevo aliento estético, otra manera de hacer televisión con esta Pupila… El responsable de este giro es Mixael Porto y el equipo de los Estudios de Animación del ICAIC, que han trazado otra oratoria televisiva, otros criterios en cuanto al guión y al uso de los recursos narrativos en torno a una puesta en escena que nos conduce hacia lo medular.

Volveré en otra ocasión sobre este espacio afincado en el Canal Educativo 2. Todo un reto, tomando en consideración que se tramite los sábados a las 8 y 30 de la noche, justo después del Noticiero de la Televisión Cubana.

Algunos fragmentos del programa

https://www.youtube.com/watch?v=VPmjMzt4KKI

 

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0 Responses to La pupila: una lúcida apuesta televisiva. Por Octavio Fraga Guerra

  1. Juan Fernández says:

    !Si se puede hacer buena TV!

     
  2. Roberto says:

    ¿Para cuando La Pupila en Telesur para Nuestra América? :D

     

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