Edmundo García
Marco Rubio hizo un puro teatro el lunes 13 de abril en la llamada Torre de la Libertad de Miami para anunciar que buscaría llegar a la presidencia de Estados Unidos. Se había pasado la semana anterior pregonando a los cuatro vientos que se postularía, por lo que realmente no había nada de sorpresa en su show; pero tenía que actuar para seguir engrosando dinero a su Comité de Acción Política (PAC).
El PAC de Marco Rubio se llama “Reclaim America” (Recuperando América), y el hecho de que horas después de su anuncio hubiera recogido un millón y cuarto de dólares demuestra que se trató de una actuación montada; sin espontaneidad. El dinero no le viene mal, sobre todo cuando no ha podido vender la propiedad adquirida junto a David Rivera en el norte de Florida y al parecer ha dejado de ofrecer las clases que daba al principio de su cargo en Washington DC.
La falta de sinceridad de Marco Rubio la demuestra también la demagógica elección de la susodicha Torre de La Libertad como escenario, porque sus padres llegaron a Estados Unidos como emigrantes económicos antes del triunfo de la Revolución Cubana de 1959, punto sobre el que ha mentido en su autobiografía.
Su discurso de presentación de candidatura fue localista, sectario, aislacionista; dio la impresión de que Rubio volvía a aspirar a la representación de West Miami en Tallahassee y no a la presidencia de los Estados Unidos.
En esa intervención recurre a varias engañifas. Como ya es habitual entre los políticos del sur de la Florida, Rubio se vale de una mentira piadosa para manipular parte de la comunidad cubana de Miami, llamando a la Torre de la Libertad “símbolo nacional”; como si fuera un monumento arquitectónico capaz de llevar a todos los norteamericanos un mensaje de gratitud democrática. Una edificación que en verdad ha sido parte de los trasiegos de los negocios del real estate local y que se dedica a celebraciones y politiquería más que al recuerdo sentido y profundo de la historia, como se desea aparentar.
Por demás Rubio, que se presenta como un profeta del siglo XXI, no deja en su discurso de intimidar a los presentes con probables cataclismos que perjudicarían a las próximas generaciones y que solo él podría evitar.
Otra de las promesas de Rubio es que de ganar la presidencia de los Estados Unidos echaría hacia atrás todos los pasos hacia la normalización de relaciones con Cuba que ha dado el Presidente Obama. Con lo que demuestra que ni siquiera conoce los verdaderos deseos de la mayoría de los cubanos residentes en la Florida, que quieren que ese proceso avance. Con esta promesa, en lugar de sumar, puede estar restando.
Rubio, a quien se le dejaron pasar ciertas cosas oscuras en su biografía cuando aspiró a un cargo estatal, o cuando era tolerado al llegar a Washington DC como joven promesa de la política norteamericana, está recibiendo críticas demoledoras después de mostrar sus ambiciones presidenciales. Y le van a dar más duro, algo peligroso para él que no es caballo de “derby” de circuito completo.
Es cierto que Rubio es joven, pero su discurso y su programa no lo son. De hecho ya ha tenido que escuchar públicamente que su agenda política es considera obsoleta, reaccionaria, propia del pasado.
En el programa La Tarde se Mueve, ayudado por la buena memoria del copresentador Eddie Levy, recordé a propósito de las edades de los presidenciables una anécdota donde está involucrado favorablemente uno de los ídolos de la derecha de Miami, así que espero que por esta vez tengan que aceptar las cosas que decimos. En las elecciones de 1984 el Republicano Ronald Reagan enfrentó al Demócrata Walter Mondale, 17 años más joven que él. Cuando Mondale usó el recurso de que su menor edad podía favorecerle, Reagan lo demolió con un contragolpe: “Yo renunciaré a usar como argumento la gran experiencia que tengo en la política, para que mi contrincante no se vea precisado a volver a hablarnos de su juventud”.
Es algo que Rubio debe tener en cuenta si va a mantener su carta de presentación como regenerador de la política norteamericana del siglo XXI y salvador de las nuevas generaciones.
Marco Rubio y sus defensores deberían tener ese punto de la inexperiencia en cuenta; ya que no ha tenido sostenidamente cargos de relevancia a nivel nacional; ni tampoco puestos entre los más importantes a nivel estatal.
Algunos de sus colegas en el Senados como John McCain le han recordado el pequeño lugar que le corresponde; y dentro de su partido nadie se toma en serio que pueda ser nominado para enfrentarse a un candidato del partido Demócrata que debe ser Hillary Clinton.
Hillary Clinton acumuló una gran experiencia y trato con el estalishment político norteamericano como Primera Dama en Arkansas y en Washington DC cuando Bill Clinton fue gobernador y presidente respetivamente. Sus trabajos como Senadora por New York y Secretaria de Estado de la administración Obama le dieron un enorme prestigio nacional e internacional; sin olvidar que es una abogada y conferencista de renombre.
Este currículo revela que Marco Rubio no puede hacer nada en un debate con Hillary Clinton; y esto lo sabe el partido Republicano, del cual no es probable que obtenga una nominación.
Entonces es necesario preguntar: Si las posibilidades de Marco Rubio de ser presidenciable por el partido Republicano son casi nulas, ¿por qué insistió en lanzar su postulación?
Primero hay que repetir algo: Rubio es joven, pero algunos puntos de su discurso no lo son.
Rubio quiere entrar en campaña para recoger dinero, ganar experiencia, ganar relevancia pública y así poder llegar a un cargo fuera del Senado federal (que le queda grande) como el de gobernador de Florida.
Hay quienes piensan que de ser Jeb Bush el candidato Republicano a las elecciones presidenciales del 2016, Marco Rubio pudiera acompañarlo en la boleta como Vicepresidente. Algo opuesto a la lógica y a la tradición, porque los dos serían del estado de Florida y lo que en este caso se usa es que el Vicepresidente provenga de un “swing state”, de un estado en proceso de definición o pendular, para atraer más votantes abriendo el perfil de la fórmula.
Como he expuesto entre amigos y públicamente en el programa La Tarde se Mueve (propongo escuchar la edición del martes 14 de abril: http://latardesemueve.com/grabaciones), creo que el partido Republicano le ha dado a Marco Rubio (y en cierta medida también al Senador Ted Cruz) la tarea de ayudar en los debates públicos a que Jeb Bush, una opción más real de los Republicanos, se sitúe en una posición de centro corrida a la derecha, donde pueda ganar la aceptación del derechista grupo del Tea Party. Y sin que por eso Jeb Bush pierda simpatizantes en el sector del centro al centro-izquierda. Esto lo lograría Jeb Bush si el derechismo de un Marco Rubio y un Ted Cruz le hacen lucir como un Republicano más juicioso.
Esta apariencia de “moderación” Jeb Bush la conseguiría más bien en temas domésticos como la emigración, la salud y la educación.
Una vez cumplida su tarea partidista, Marco Rubio puede salir del Senado y aspirar a un cargo más acorde con su real y más pequeña talla política; como ya dije, este podría ser el puesto de Gobernador de la Florida cuando el actual Gobernador Rick Scott, Republicano también, termine su mandato. En ese objetivo Marco Rubio podría valerse de recaudaciones y relaciones logradas a partir de su supuesta aspiración a presidente de Estados Unidos; así como de la experiencia política en su asomo a un juego de mayor la liga.
Desde hace varios meses es evidente que el grupo cubanoamericano ha hecho suya esta estrategia trazada por los grandes jerarcas de la política Republicana. Dando explicaciones para no herir sensibilidades, Ileana Ros-Lehtinen ha declarado en los medios de Miami que apoyaría a Jeb Bush y no a Marco Rubio. Lo ha hecho también Mario Díaz-Balart; y aunque el timorato Carlos Curbelo aún no ha mostrado su apoyo a Jeb Bush sobre Marco Rubio con suficiente claridad, se espera que lo haga de inmediato porque Curbelo es todavía mucho más dependiente de los padrinos del partido Republicano que todos los otros. (Publicado en La tarde se mueve)
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