Revolución, cultura y marxismo (1)

 
 Fernando Martínez Heredia

martinez-herediaEstoy muy impresionado por la presencia del marxismo en el tema que me piden ustedes. Las palabras “cultura” y “revolución” forman parte del lenguaje corriente, pero el marxismo ha estado casi ausente en Cuba durante mucho tiempo. Es una señal muy importante, a mi juicio, que ustedes lo incluyan en sus búsquedas. Hablaré poco de marxismo en esta intervención, pero en realidad en casi toda ella estaré apelando al marxismo, o en diálogo con él.

Es imprescindible conocer y manejar conceptualmente las nociones de revolución, cultura y marxismo, con dos fines básicos, por lo menos: que la conciencia pueda recuperar terrenos que hemos perdido y se vuelva más capaz ante los retos actuales;y trabajar concretamente con esos conceptos y con los valores a los que ellos pueden ser referidos, tanto en el campo específico que nos toca en cada sector como en las dimensiones más generales de la sociedad, las cuales es ineludible abordar y conocer. Hoy es cuestión de vida o muerte para la Revolución que nosotros aprendamos a pensar, situarnos, valorar y asumir criterios propios; a comprender el movimiento en su conjunto, como pedía Carlos Marx en el Manifiesto Comunista. El compañero Raúl planteó la necesidad de articular y desarrollar un pensamiento propio en su discurso del día 1º en Santiago, reclamo que resulta providencial para nuestro tema.

Debo ser selectivo, aludir a cuestiones que debería exponer en detalle, e incluso ser parcial y omiso. Mi propósito es instigarlos a que sostengamos un diálogo a partir de esta intervención, y alentarlos a que estudien cada vez más. Por las características del asunto que nos reúne resulta imprescindible incluir la dimensión histórica en el análisis; por consiguiente, abordaré elementos que considero esenciales del proceso iniciado en 1959, aunque, como es natural, la actualidad tendrá un lugar principal en nuestro encuentro. Solo insisto en que debemos apoderarnos de la historia del proceso de este medio siglo –que, desgraciadamente, es muy poco conocida–, porque sin ella no se puede pensar bien el presente ni proyectar bien el futuro.

Después de 1945, el capitalismo mundial se vio precisado a realizar cambios y reajustes realmente importantes en su sistema, que se vieron facilitados por el predominio a escala mundial de Estados Unidos en el seno del capitalismo. Su naturaleza, historia, medios y modos de actuar eran más aptos para la nueva transformación que los de los poderes europeos, además de no cargar con el pesado fardo histórico del viejo colonialismo, ni el más reciente del fascismo. Es fundamental para nuestro tema tener en cuenta uno de esos cambios: el gran proceso de democratización de los consumos culturales que emprendió el capitalismo, un instrumento que ha tenido un valor grande y creciente en las reformulaciones de su hegemonía. Por su parte, los demás países independientes que se modernizaban y los nuevos Estados que se constituían a partir de la terminación de los sistemas coloniales se encontraron ante dos necesidades muy difíciles de separar: asumir una cultura que tenía una tendencia cada vez más universalizante, a la vez que defenderse de los efectos desarmantes sobre las culturas propias y de dominio extranjero que aquella portaba. Sin olvidar la gama extraordinaria de especificidades e identidades que albergan estos países –que en numerosos casos u oportunidades se ha vuelto decisiva–, resolver bien ese desafío ha seguido siendo crucial hasta el día de hoy.

También después de 1945 sucedieron revoluciones de liberación nacional profundas y consecuentes en varios países del que comenzaban a llamar Tercer Mundo, las cuales animaron la formación de un nuevo campo ideológico revolucionario e influyeron en un arco afroasiático de posiciones políticas que aspiraban a ser independientes de la influencia de las grandes potencias.

El socialismo y el marxismo habían sufrido un estancamiento en su centro mundial, desde el trágico final del proceso revolucionario bolchevique en la Unión Soviética durante los años treinta. Pero aquel país emergió triunfante de la prueba mortal de la Segunda Guerra Mundial, y su peso decisivo en la victoria sobre el fascismo alemán le aportó un inmenso prestigio, potencialmente extensible al socialismo. Sucedió entonces un segundo desencuentro funesto para la universalización del socialismo revolucionario marxista en el siglo XX, entre lo que podía ser su motor e influencia principales y los movimientos y las ideas de liberación de los pueblos del mundo que el capitalismo había sojuzgado.[2] Después de 1953, la URSS no logró ir más allá en cuanto a cambios que algunos reajustes en su sistema, en el del campo que había constituido con varios países europeos y en el conjunto de organizaciones políticas que lideraba a escala mundial. Pero se convirtió en el rival geopolítico mundial de Estados Unidos, y en ese carácter constituyó un factor favorable para el llamado Tercer Mundo, en formas y medidas diversas.

La incapacidad de continuar desarrollando una nueva cultura, diferente y no solamente opuesta al capitalismo, tarea ciclópea iniciada por la Revolución bolchevique, y la apelación cada vez mayor a elementos de la cultura del capitalismo, fueron decisivas en el proceso histórico de la Unión Soviética. Todo el que pretenda situarse bien como socialista en la actualidad está obligado a estudiar aquel proceso.

Menciono al menos que desde los años veinte las experiencias de resistencias, rebeldías y organizaciones habían producido intentos prácticos y cuerpos de ideas dirigidos al desarrollo del socialismo y el marxismo desde las realidades, las necesidades y los proyectos del mundo colonizado y neocolonizado. Su conjunto configura un acervo cultural revolucionario tan valioso como poco difundido y apreciado.

El triunfo de la Revolución cubana fue un evento formidable. En medio del Occidente burgués, al pie mismo de Estados Unidos, un pequeño país inauguró los famosos años sesenta en enero de 1959. Sus noticias, sus fotos, sus imágenes, conmovieron a América Latina y se expandieron por el mundo. El dirigente máximo del movimiento insurreccional y de la guerra revolucionaria, Fidel Castro, se convirtió en el líder supremo de la Revolución, conductor y radicalizador del proceso, educador político principal, artífice y símbolo de la unidad de los revolucionarios y del pueblo, y uno de los líderes políticos protagonistas en la escena internacional.

Para ilustrar lo que significó la Revolución en cuanto a cambios culturales en una multitud de terrenos, transformaciones que habían sido inconcebibles hasta aquel momento, me detengo un momento en el año 1961.

Aquel año es tan famoso y recordado por la campaña de alfabetización como por la batalla de Girón. La primera fue la vía para la multiplicación de los actores capacitados en el proceso de la Revolución: una masa enorme se apoderó de la palabra escrita y la esgrimió como una conquista de la sociedad liberada, se transformaron los datos esenciales de una parte enorme de la actividad cultural y de comunicación, y una primera generación de jovencitos tuvo su gesta revolucionaria posterior a 1958. La segunda fue la puesta en práctica del armamento general del pueblo que había preconizado Marx como requisito de las revoluciones proletarias, en una apoteosis de sangre y victoria que confirmó la capacidad de defenderse de la Revolución, bautizó al socialismo cubano y legitimó a las Milicias como su principal organización de masas.

En 1961 se hicieron palpables los desgarramientos que implicaba aquel proceso descomunal. Cincuenta y siete mil personas se marcharon por el aeropuerto de La Habana hacia Estados Unidos entre junio y agosto, mientras la disyuntiva heroica se expresaba en formas personales y familiares de rechazos y abandonos, o de nuevas razones de uniones más íntimas y fuertes. Entre los momentos estelares y los avatares cotidianos se desarrollaba una familia nueva, hermosa y enorme: la de las compañeras y los compañeros. Al mismo tiempo, se plasmaba una nueva unidad nacional que llegó a excluir de la condición de cubano a quienes se marchaban del país, y se emprendía –quizás demasiado pronto– un intento de organización política de la Revolución, fallido porque pretendió parecerse demasiado a la que regía en el campo europeo de la URSS.

La cubana fue una revolución socialista de liberación nacional, un tipo de revolución que no aparecía en el alud de textos de marxismo que llegaba a Cuba en esos años. Ese carácter le fue dado por la praxis consciente y organizada, primero de una minoría combatiente que se ganó el apoyo popular, y a partir del triunfo, de cientos de miles de personas que se concientizaban y organizaban, y de un consenso popular muy activo y muy decidido. De ese modo, la Revolución rompió una y otra vez los límites de lo posible, y creó nuevas realidades. Por consiguiente, el hecho mismo de la Revolución, su fuerza y su pervivencia, no se explicaban por un requisito fijado por aquellos textos tan normativos: la obligada correspondencia entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción; más bien lo contradecían. Unir la liberación nacional y el socialismo fue un gran logro revolucionario que Cuba le aportó a la cultura del siglo XX, después de tantas décadas de intentos usualmente frustrados, discusiones estériles y conflictos que más de una vez llegaron a ser trágicos. El concepto de pueblo sirvió para comprender las luchas de clases y patrióticas que se necesitaban, y la acción del pueblo demostró su exactitud sobre el terreno.

En una sociedad con realidades y conciencia social referidas a lo mercantil y al dinero desde su primera gran expansión económica hace más de doscientos años, la política práctica y la conciencia política habían sido sumamente desarrolladas desde las revoluciones por la independencia –que violentaron el curso esperable de la evolución económica– y durante toda la época de la república burguesa neocolonial.  En la etapa de los veinte años previos a la insurrección –la segunda república–, la sociedad civil y las dimensiones política e ideológica, con sus  soluciones cívico-electorales para los problemas esenciales del país, sus organizaciones y su libertad de expresión, tenían mucho más desarrollo y expectativas que la formación económica burguesa neocolonizada. El resultado era un callejón sin salida.

La revolución liberó al país del poder de la burguesía y del imperialismo norteamericano, de hecho y en la dimensión de la hegemonía, mediante el recurso a desatar y multiplicar una y otra vez las fuerzas del pueblo y del poder revolucionario. Implantó la justicia social a fondo, sin temor y sin fronteras, y sometió a sucesivas destrucciones la división de la sociedad entre élites y masas. A una escala y profundidad que no se habían soñado, se fueron creando una nueva conciencia y una nueva educación política. El cambio de la actitud ante el consumo  –que era inducida y reforzada por extraordinarios aparatos de publicidad y marketing– fue realmente ejemplar. Cambió inclusive el sentido de los tiempos, cuando el presente se pobló de una multitud de acontecimientos, el pasado fue requerido para que apoyara a la lucha revolucionaria y revisado, y el futuro dejó de tener plazos cortos y efímeros para las mayorías, y se convirtió en un proyecto liberador muy trascendente que exigía, estimulaba y justificaba, digno de la entrega de los que no les alcanzaría la vida para verlo realizado.

La Revolución tuvo que emprender y llevar a cabo modernizaciones colosales en innumerables aspectos de la vida de las personas, las relaciones sociales y las instituciones, primero por perentorios actos de justicia, pero pronto, como consecuencia de las mismas expectativas que iba creando en una población que crecía sin cesar en capacidades y necesidades. Pero para ser realmente socialista debía emprender al mismo tiempo la crítica del carácter burgués de la modernidad y de las relaciones y contradicciones que existen entre civilización y liberación. Fidel y el Che supieron comprender, actuar y divulgar en ese terreno complejo pero vital, y le abrieron un cauce formidable al radicalismo revolucionario que había planteado tan tempranamente José Martí. La primera revolución socialista autóctona de Occidente supo enfrentarse a todos los colonialismos.

La gigantesca transformación creó la necesidad de un pensamiento trascendente, razón mucho más válida que la asunción del socialismo para comprender el súbito predicamento que alcanzó la filosofía marxista en Cuba. Lo que vengo planteando –y otras cuestiones que no menciono– levantaba desafíos nunca vistos antes al pensamiento y exigía la construcción de una filosofía de la Revolución cubana. Agrego solamente dos requisitos tremendos que confrontó desde el inicio el proceso de transición socialista: actuar, en lo fundamental, yendo más allá de la supuesta “etapa del desarrollo” en que se encontraba el país; y revolucionar una y otra vez las condiciones generales de la sociedad, las relaciones e instituciones principales, la actuación revolucionaria y la propia organización social. Estas dos necesidades siguen siendo condicionantes de la transición socialista hasta la actualidad. La plena conciencia de ellas, y su expresión pública, caracterizó a la dirección revolucionaria. Por ejemplo, el Che dijo: “hemos sustituido la lucha viva de las clases por el poder del Estado en nombre del pueblo”. Concibió a la Revolución como un puesto de mando sobre una economía con apellido, puesta al servicio de los trabajadores y el pueblo al mismo tiempo que dirigida al desarrollo del país y a su defensa.

En la Cuba de los años sesenta existía la conciencia de que aquellas profundas transformaciones serían al mismo tiempo la premisa para desplegar procesos de liberaciones cada vez más profundas y abarcadoras, capaces de subvertir hasta sus propias creaciones previas, en busca de nuevas personas, una nueva sociedad y una nueva cultura. La Revolución franqueó el acceso a un formidable avance de la conciencia que sería suicida olvidar: la certeza de que todas las sociedades que llaman modernas funcionan garantizando la reproducción general de las condiciones de existencia de la dominación de clase y la dominación nacional, y que ellas han sido y son suficientemente competentes y hábiles para reabsorber y reapropiarse procesos que durante una época fueron  revolucionarios.

Después de las nacionalizaciones masivas y la batalla de Girón quedó claro y expreso que Cuba era socialista, pero al mismo tiempo se desplegaron serias diferencias y algunos conflictos dentro del campo de la Revolución, acerca de cuestiones fundamentales de la comprensión del socialismo. Todo el pensamiento existente en 1959, cuya riqueza, amplitud y diversidad es conveniente no olvidar, resultaba, sin embargo, insuficiente desde sus propios principios para enfrentar los nuevos retos. Por cierto, en condiciones muy diferentes, estamos hoy ante una insuficiencia análoga.

Había que poner el pensamiento a la altura de los hechos, de los problemas y de los proyectos, porque él debía ser un auxiliar imprescindible, un adelantado y un prefigurador.      Sucedió entonces una colosal batalla de las ideas, que después fue sometida en su mayor parte al olvido y que está regresando, en buen momento, para ayudarnos a comprender bien de dónde venimos, qué somos y adónde podemos ir. El democratismo de los años cuarenta y cincuenta, que había contribuido mucho a formar ciudadanos más capaces y exigentes, no pudo encontrar su lugar en medio de la tormenta revolucionaria. El socialismo del campo soviético no podía servirle al propósito liberador; el hecho de ser la URSS el principal aliado que tuvimos y el entusiasmo con que nos abalanzamos sobre el marxismo más bien fueron factores de confusión y perjuicio en los terrenos de la política y del pensamiento. La teoría de Marx, Engels y Lenin había sido reducida por el llamado comunismo a una ideología autoritaria destinada sobre todo a legitimar, obedecer, clasificar y juzgar.

Necesitábamos un marxismo creador y abierto, debatidor, que supiera asumir el anticolonialismo más radical, el internacionalismo en vez de la razón de Estado, un verdadero antimperialismo y la transformación sin fronteras de la persona y la sociedad socialista, como premisas militantes de un trabajo intelectual que fuera celoso de su autonomía y esencialmente crítico. Un marxismo que no se creyera el único pensamiento admisible, ni el juez de los demás.

“Pensar con cabeza propia”, entonces, no era una frase, sino una necesidad perentoria. Pero se trataba de un propósito muy difícil, porque el colonialismo mental resulta el más reacio a reconocerse, porta la enfermedad de la soberbia y la creencia en la civilización y la razón como entes superiores e inapelables. La educación sistemática convencional, y una gran parte de la que se adquiere por medios propios, es una formación para convertirse en un colonizado. Asume formas groseras y formas sutiles. Hay modernizaciones que parecen aportar autonomía, cuando en realidad solamente “ponen al día” los sistemas de dominación. La colonización de las personas sobrevive a la terminación de la colonización territorial y logra perdurar después del cese de la dominación neocolonial. Es una oscura revancha, que un día se despoja de sus disfraces y pasa a reinar.

Sin embargo, la revolución verdadera todo lo puede, y en aquellos años se reunieron las grandes modernizaciones y el ansia de aprender con el cuestionamiento de las normas y las verdades establecidas, la entrega completa y la militancia abnegada con la actitud libertaria y la actuación rebelde, la polémica y el disenso dentro de la Revolución. En todo caso, estaba claro que el pensamiento determinante también tendría que ser nuevo. Por otra parte, para pensar con cabeza propia hay que tener instrumentos. Por eso, leer era una fiebre. Junto a las obras y las palabras de cubanos, una gran cantidad de textos y autores de otros países se consumían o se perseguían.

Es cierto que el dogma y el catecismo, el marxismo como un talismán o como una propiedad privada, seguían vivos y activos, y que cumplían funciones muy diversas, que iban desde darles confianza y seguridad en la victoria futura del socialismo y el comunismo a muchos revolucionarios hasta la de encadenar y empobrecer el pensamiento, imponer autoritarismos y neutralizar voluntades, bloquear iniciativas, crear sospechas, condenar los desacuerdos y, en el terreno intelectual, animar la erudición vacía, la intolerancia y las citas de autoridad. Pero esa doctrina había retrocedido mucho y había perdido legitimidad.

Quiero destacar que existía entonces un gran número de trabajos marxistas latinoamericanos muy valiosos, y seguían apareciendo sin cesar. Entre ellos hubo obras que aportaron mucho, y como marco de esa producción existía entre nosotros y en el continente un ambiente social, político y cultural en el que las nociones marxistas, o las que se le atribuían al marxismo, tenían un amplio espacio de aceptación o de manejo. Los que tenían conocimientos de esa teoría o estaban adquiriéndolos buscaban, leían y discutían con entusiasmo a autores marxistas europeos, asiáticos y norteamericanos, pero con ánimo de volverse más capaces de utilizar el marxismo frente a sus propios problemas y de formular mejor sus propios proyectos y sus estrategias. La mayoría de los jóvenes no conoce la inmensa riqueza de la obra intelectual latinoamericana del tercer cuarto del siglo XX: se les ha privado de ella. Su rescate puede ayudar mucho a que sea posible enfrentar con éxito los desafíos actuales.

La que considero segunda etapa de la Revolución en el poder –de inicios de los años setenta al inicio de los noventa– fue sumamente contradictoria. Por una parte, registró grandes avances en la redistribución de la riqueza, el consumo personal y la calidad de la vida, con salarios reales superiores a los nominales, servicios de educación, salud y otros universales y gratuitos, y un gran desarrollo de la seguridad social. El nivel educacional experimentó un salto gigantesco, quizás único en el mundo para un intervalo tan corto, y una gran parte de la población tuvo a su alcance grandes oportunidades de ascenso, aunque la movilidad social fue algo menor que en los años sesenta. Se lograron las mayores producciones azucareras de toda la historia del país, con un nivel alto de mecanización de la cosecha. El internacionalismo, gran formador de altruismo y escuela superior de socialismo, se expandió y llegó a ser de masas. Pero, por otra parte, Cuba estableció una sujeción económica a la URSS como gran exportadora de azúcar crudo y níquel e importadora de alimentos, petróleo, vehículos y equipos, fórmula que aseguró el presente pero cerró puertas a la autosuficiencia alimentaria y a un desarrollo económico autónomo, a pesar del gran crecimiento de profesionales, técnicos y trabajadores calificados.

Se produjo una profunda burocratización de las instituciones y organizaciones de la Revolución, y la eliminación de los debates entre los revolucionarios. La ideología dominante en la URSS fue impuesta como el único y legítimo socialismo, y se copiaron parcialmente instituciones y políticas de aquel país. Como los rasgos esenciales del socialismo cubano se mantuvieron, el resultado fue híbrido y contradictorio. Un autoritarismo férreo se abatió sobre la dimensión ideológica y los medios de comunicación, sometidos a dura censura y a algo peor, la autocensura. El pensamiento social fue dogmatizado y empobrecido. Predominaron las ideas civilizatorias sobre las de liberación socialistas. Aunque las características positivas de la etapa les restaban importancia, aparecieron privilegios e intereses de grupos, doble moral, oportunismo o indiferencia, y otros males diversos.

Desde mediados de los años ochenta, Fidel lanzó una campaña política e ideológica llamada de “rectificación de errores y tendencias negativas”, que trató cumplir esas tareas, recuperar el proyecto original de la Revolución en las nuevas condiciones, profundizar el socialismo y enfrentar a tiempo la fase final, que nuestro líder preveía, de la URSS y el llamado campo socialista. Pronto se desencadenaron aquellos eventos tan desastrosos e indecorosos, pero no pudieron arrastrar consigo a la Revolución cubana, que demostró así su especificidad y sus cualidades. La maestría y la firmeza del líder y la abnegación y la sabiduría política del pueblo, unidos, impidieron la caída del socialismo cubano. Sin embargo, resultó inevitable la abrumadora crisis económica y de la calidad de la vida de los primeros años noventa, que precipitó el final de la segunda etapa de la Revolución en el poder y cambió los datos principales de la situación.

La gran acumulación cultural revolucionaria propia ha seguido siendo decisiva para el sistema cubano hasta hoy, aunque en buena parte lo es de otro modo. Pero en una medida muy grande y creciente, somos hijos de estos últimos veinte años.

Desde el inicio de la gran crisis la forma de gobierno tuvo que concentrar más el poder, y lo esencial de la política fue la cohesión firme entre ese poder y la mayoría del pueblo, que lo identificaba como el defensor del sistema de justicia social y transición socialista, y de la soberanía nacional. Así fue de hecho, pero no se desató una lucha ideológica que enfrentara el desprestigio mundial al que se estaba sometiendo al socialismo y reivindicara el socialismo cubano, y aunque pudieron expresarse públicamente criterios revolucionarios diferenciados, no se alentaron los debates que tanto necesitaba la nueva situación. Porque desde esos primeros años noventa se pusieron en marcha importantes transformaciones de la vida, las relaciones sociales y las conciencias dentro de la sociedad cubana, que han erosionado una buena parte de la manera de vivir que conquistó el socialismo en Cuba, y de las representaciones y valores que le correspondían. Esos cambios han sido paulatinos durante más de veinte años, hasta hoy.

La ofensiva de Fidel al inicio del siglo XXI pretendió frenar desigualdades y reforzar al socialismo. Sin embargo, tuvo la insuficiencia grave de abandonar prácticamente la apelación a una divulgación política e ideológica que relacionara las medidas que se tomaban con las características socialistas que conservaba la mayor parte de la vida social y con la necesidad de defender y desarrollar el socialismo. Dejó de existir un pensamiento estructurado que operara como fundamentación del socialismo en Cuba y, por consiguiente, se vieron perjudicadas las prácticas relacionadas con él en la política, la educación, los medios, la divulgación, la vida cotidiana. Esas dos ausencias se han ido instalando en la cultura cubana.

En la actualidad existe una gran franja cultural en el país que es ajena a la Revolución. Y dentro de la cultura cubana está instalado el rasgo constituido por una despolitización que al inicio –en los primeros noventa– contenía elementos de crítica política o de desilusión; después, ha buscado sus posturas y su legitimidad en la actividad individual, las profesiones, oficios y grupos de pertenencia, y también ha pretendido encontrar referentes en una supuesta tradición nacional, tornada aséptica y expurgado su enorme y tantas veces decisivo componente cívico y político. En el período reciente, la despolitización es asumida por sectores de población con naturalidad y sin explicaciones.

Esa posición privilegia los asuntos personales y las relaciones familiares y de pequeños grupos, y suele creerse ajena a las militancias y las contaminaciones políticas. En unos, expresa el cansancio o la falta de interés en lo político; en otros, los afanes de la vida del hombre económico, aunque también se combinan las motivaciones. No hace política, pero desempeña, sin duda, funciones políticas: en un campo aparentemente inocuo ayuda a socavar las bases espirituales y morales del socialismo en Cuba. Convive en paralelo con las convicciones políticas y las costumbres arraigadas durante el proceso iniciado en 1959, como conviven en paralelo en nuestra sociedad un enorme número de relaciones sociales, representaciones y valores socialistas y capitalistas, pero disimula como ninguno sus consecuencias antisocialistas y antirrevolucionarias. Podría llegar a formar parte de la formación de una ideología conservadora de clase media.

Es necesario conocer este proceso de despolitización, sus rasgos y sus tendencias, para actuar con eficiencia respecto a él. Por el componente reactivo que ha tenido, en relación con la politización extremada que rigió durante un largo período la vida del país –que podía llegar a ser agobiadora–, prefiero distinguir el apoliticismo respecto a otro proceso que en las últimas dos décadas ha registrado una expansión y un afianzamiento crecientes: la conservatización social. Esta última tiene análogas características y consecuencias respecto a lo político y al antisocialismo, pero parece ser aún más neutra que la despolitización, como la portadora de modas, comportamientos, satisfacciones y normas que tienen su referente en algo que porta el aura de lo intemporal. En suma, como una “vuelta a la normalidad” de la sociedad.

La conservatización compite por ser la rectora de los valores y del buen gusto, de la imagen social y de los criterios, del juicio que cada quien se forme acerca de sí y de los demás, de la concepción del mundo y de la vida en nuestra sociedad. Este cáncer es pariente cercano de otro mal que nos corroe, de apariencia más moderna: el enorme consumo de productos culturales norteamericanos. En 2011 escribí un texto acerca del enfrentamiento crucial que vive el mundo, en el que incluía, como es imprescindible, la guerra cultural mundial, estrategia principal del imperialismo en ese conflicto. Permítanme hacer una larga cita de ese texto, en aras de nuestro objetivo:

Cuba no está fuera de esa guerra: somos un objetivo especial de ella, porque los expulsamos de aquí y hemos resistido con éxito al imperialismo durante más de medio siglo. Ellos quieren restaurar en Cuba el capitalismo neocolonizado, y para nosotros no hay opciones intermedias.

Una entre otras tareas sería trabajar contra las formas cotidianas en que se siembra, difunde y sedimenta ese control, sobre todo las que parecen ajenas a lo político o ideológico, e inofensivas. Por ejemplo, a través del consumo de un alud interminable de materiales se intenta norteamericanizar a cientos de millones en todo el planeta, en cuanto a las imágenes, las percepciones y los sentimientos. A veces tratan cuestiones políticas, con enfoques variados –aunque prima el conservatismo–, pero la proporción es ínfima en relación con las cuestiones no políticas. Lo decisivo es familiarizar y acostumbrar a compartir con simpatía las situaciones, el sentido común, los valores, los trajines diarios, los modelos de conducta, la bandera, las aventuras de una multitud de héroes, las ideas, los artistas famosos, los policías, la vida entera y el espíritu de Estados Unidos. Sin vivir allá ni aspirar a una tarjeta verde. Es suicida quien cree que esto es solamente un entretenimiento inocente para pasar ratos amables.

¿Qué es noticia al servicio de la dominación, para qué, cómo se trabaja, cuánto dura? En este campo tan crucial para la ideología coexisten los análisis espléndidos o rigurosos de especialistas, que lo muestran o explican muy bien, con el tratamiento que suele darse en la práctica a la información y la consecuente formación de opinión pública. Se ven y se oyen materiales que constituyen propaganda imperialista acerca de los hechos que realizan contra los pueblos, sin hacerles ninguna crítica, o se repiten sus términos, como el que le llama “servicio internacional” a su ejército de ocupación de un país. No basta con hacer divulgación o propaganda antimperialistas, si ellas conviven con mensajes imperialistas y fórmulas confusionistas. (…)

No es posible ser ciego: están tratando de convertir en hechos naturales hasta sus mayores crímenes, en asunto de noticias sesgadas y empleo de palabras más o menos comedidas. Su apuesta es lograr que los activistas sociales y los intelectuales y artistas que son conscientes y se oponen queden solos y aislados en sus nichos, y sus productos sean consumos de minorías, mientras las mayorías conforman una corriente principal totalmente controlada por ellos. El apoliticismo y la conservatización de la vida social son fundamentales para el capitalismo actual.[3]

Es impresionante cuánto material que responde a esa campaña imperialista ocupa espacio en medios de comunicación que pertenecen al Estado cubano. Es vital crear conciencia acerca de esto, y sobre todo actuar en contra de algún modo que sea efectivo. En general, el mundo de lo político y el de lo apolítico están viviendo en paralelo, con escasos conflictos y aparentemente sin generar cambios en la situación. Como esto no genera confrontaciones, podría parecer innecesario que quien se sienta revolucionario vea con alarma lo que sucede y actúe en consecuencia. Ese sería un error muy grave. En realidad, esa calmada convivencia solo contribuye a reforzar un proceso sumamente peligroso de desarme ideológico que está en marcha en nuestro país.

A contrapelo de lo anterior, en estos últimos años se ha producido un positivo aumento de la politización en sectores amplios de población, que pone parcialmente en acción el nivel tan extraordinario de conciencia política que posee el pueblo cubano. Emergen sectores no pequeños de jóvenes politizados o con deseo de estarlo, que rechazan el capitalismo. Una parte de ellos podría ir integrando una nueva intelectualidad revolucionaria. Ha crecido bastante la expresión pública de criterios diferentes dentro del cauce del socialismo, pero la socialización de un pensamiento que trate las cuestiones esenciales sigue sin ponerse a la orden del día.

Mientras, se han emprendido transformaciones que pueden ser decisivas respecto a la existencia misma del socialismo cubano, al mismo tiempo que continúan tendencias que vienen del curso de las últimas dos décadas. Se han tomado y se toman medidas económicas muy importantes sin que haya discusión desde una u otra posición en economía política, porque no se invoca ninguna. Un pragmatismo descarnado es la regla, salpicado por algunas palabras que reiteran que lo que se hace es para el socialismo o en nombre de él. Existe un divorcio total entre las reflexiones críticas y las preocupaciones que expresan revolucionarios socialistas –entre los cuales hay cierto número de dirigentes–, por un lado, y por otro numerosas informaciones y trabajos de opinión que aparecen en medios que pertenecen al Estado, ciegos ante lo que les parece negativo o inconveniente, y aferrados a tópicos que ya no son y a otros que nunca fueron.

Una parte de los aparatos encargados de lo político, del Estado y de otras organizaciones e instituciones sociales, alberga numerosas deficiencias. Entre ellas están la indiferencia ante el deber de apoyar tanto las críticas justas como las iniciativas positivas de las personas conscientes, una inercia descomunal y el ocultamiento o la pasividad ante lo mal hecho. A muchos efectos, es como si hubiera dos países.

Cuba vive una pugna cultural crucial entre el capitalismo y el socialismo. Ella se libra de un modo pacífico que es ejemplar, pero lo que está en juego es la naturaleza del sistema y de la manera de vivir que han regido en este país desde 1959. Hoy tenemos enfrente dos riesgos: a) que no triunfe el socialismo; b) que en algún momento se rompan los equilibrios que rigen esa pugna.

El discurso del compañero Raúl el 1º de enero constituye también, a mi juicio, un llamado a que se plasme la ofensiva política socialista que es tan necesaria. El pueblo cubano ha ejercido la justicia social, la libertad, la solidaridad, el pensar con su propia cabeza, y se ha acostumbrado a hacerlo. A pesar de los enemigos, las insuficiencias y los errores, nos hemos vuelto más capaces de satisfacer las exigencias provenientes de las capacidades y los valores adquiridos por la humanidad durante el siglo XX que los pueblos de la mayor parte del mundo.

Para enfrentar con éxito la contienda cultural que está en curso me parece imprescindible hacer expresa, fortalecer y desarrollar la alianza entre un poder político que mantenga sus fuerzas y esté dispuesto a someterse a un proyecto socialista participativo que lo vaya convirtiendo en un poder popular, y la cultura, que es una dimensión descollante de la vida nacional y al mismo tiempo constituye un potencial capaz de ponerse en acto, si se trabaja en el campo cultural con una combinación de plan y de voluntad revolucionaria, y se eliminan serios obstáculos que confronta. Esa alianza sería una de las fuerzas principales en una batalla que tendrá dos objetivos: impedir que las personas y la sociedad sean sometidas a un modo de vida y de organización social de explotación, injusticias sociales y cesiones de soberanía; y volver capaces a las personas y la sociedad de desplegar sus cualidades y sus capacidades para defender y desarrollar una sociedad solidaria y socialista.

No será suficiente la crítica más atinada y profunda. Para ser viables y para triunfar estamos obligados a crear una nueva cultura diferente y superior a la del capitalismo. Que logremos ser “cultos y políticos” al mismo tiempo y en las mismas personas será un avance fundamental, porque mostrará que nos estamos dotando de facultades y potencialidades para triunfar en la más difícil de las pruebas que existen en el mundo actual. Será también indicio y anuncio de un tiempo que tendrá que venir, en el que la política no “atenderá” a la cultura, sino que será una de las formas de la cultura.

Tengamos conciencia política del momento histórico en que vivimos y lo que se juega en él. Cada día somos más y adquirimos más conciencia, en esta hora de Cuba, y podemos ir condensando nuestras ideas, sentimientos y prácticas en la formación de un bloque intergeneracional. Entre innumerables tanteos, puede ser que estemos participando en las primeras etapas de la puesta en marcha, desde muchos lugares diferentes, de lo que mañana llegará a ser un nuevo bloque histórico.

Unas palabras finales acerca del pensamiento y del marxismo, como les prometí al inicio.

Resulta obvio que en Cuba es necesario y urgente un pensamiento que sea idóneo para analizar en toda su complejidad la situación actual y las tendencias que pugnan en ella, los instrumentos, las estrategias y tácticas, el rumbo a seguir y el proyecto. Ese pensamiento es uno de los elementos indispensables para que se mantenga la manera de vivir que construimos con tantas creaciones y tantos esfuerzos y sacrificios, y lo haga del único modo que en última instancia le es posible al socialismo: mediante el despliegue de sus fuerzas propias y sus potencialidades, y la capacidad dialéctica de revolucionarse a sí mismo una y otra vez. Sería suicida suponer que un pragmatismo afortunado nos salvará: la sociedad socialista está obligada a ser intencionada, organizada y, si es posible, planeada. En la acera de enfrente, hasta el sentido común es burgués. Nosotros tenemos que combinar bien el realismo terco con la imaginación.

Necesitamos ser capaces de elaborar una economía política al servicio del socialismo para la Cuba actual y la previsible, y desarrollar en todos sus aspectos un pensamiento social crítico y aportador, capaz de participar con eficacia en la decisiva batalla cultural que se está librando. Ese pensamiento tendrá que ser socialista, es decir, superior a la mera reproducción esperable de la vida social, y si sabe utilizar el marxismo tendrá a su favor el instrumento más avanzado con que puede pensarse la liberación humana y social.

Entre el final de los años ochenta y los primeros noventa, el tiempo del proceso de rectificación, la gran crisis económica y el desprestigio mundial del socialismo, no solo naufragó en Cuba el mal llamado marxismo-leninismo: se produjo un alejamiento bastante generalizado de todo el marxismo. La historia de las dos décadas siguientes ha registrado una gran diversidad en ese campo. Minorías sumamente valiosas y esforzadas han estudiado, hecho docencia, expuesto, utilizado y publicado marxismo, en una labor de rescate y desarrollo muy difícil, porque en la mayor parte del sistema de enseñanza y de la divulgación que hacen algunos medios tiene en su contra el conservatismo, la rutina o la inercia, esta última un mal nacional actual que ya es comparable al burocratismo en su alcance nefasto. El marxismo ha recibido muy escasa atención en el trabajo, el lenguaje y los medios políticos e ideológicos, y seguramente le ha parecido de mal gusto mencionarlo a los que no se arriesgan a nada que no se les oriente o les parezca aprobado previamente, y a las víctimas o los seguidores de la avalancha de productos culturales que padecemos, propagadores del modo de vida, los sentimientos, los valores y los pensamientos, de la cultura, en suma, del capitalismo.

Nos ha favorecido mucho el soplo de aire fresco en el terreno teórico que acompañó a la rectificación y al desastre, y el ambiente de permisividad en ese campo que se implantó a continuación. Pero ahora que cada vez lo necesitaremos más, no podemos cometer el error de asumir cualquier cosa que se presente como marxismo. Me extendí un poco al caracterizar aquel tiempo del pensamiento en que fue necesario y se logró asumir una filosofía para la Revolución cubana, porque hoy se vuelve necesario repetir aquel logro, y nada que sea menor nos servirá. Como sucede siempre, tendrá que ser muy creativo y muy abierto y receptivo a las opiniones diversas, pero será de otro modo, enfrentará otros problemas, utilizará otros instrumentos, elaborará nuevas tesis y desempeñará papeles mayores que los de entonces en la elaboración cultural de un socialismo que considerará al del siglo XX como un socialismo primitivo. Si alcanzo a verlo, me sentiré muy feliz.


[1] El 10 de enero de 2014 hablé sobre el tema del título en el espacio Catalejo, de la Unión de Periodistas de Cuba, a un grupo numeroso de miembros, presididos por Antonio Moltó. Estoy muy agradecido por los criterios y las preguntas tan valiosos vertidos por los participantes, y las gentilezas y el espíritu fraternal de aquella tarde. Redacté y agregué algunos párrafos a mis palabras, en modesta retribución a los que trabajan tanto, conscientes de la importancia que tienen sus tareas para nuestra sociedad..

[2] El primero sucedió en los años veinte-treinta, en los tiempos de la Internacional Comunista.

[3] Fernando Martínez Heredia: “Contra el capitalismo”, 1º de septiembre de 2011. Fue publicado en medios digitales.

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0 Responses to Revolución, cultura y marxismo (1)

  1. Jose Garcia Parrales says:

    En verdad este documento no se debe leer, peor editar Camarada Iroel. El chovinismo campea y el anticomunismo esta en el pensamiento de este escritor a sueldo y creo que es del imperio . Marx, Engels, Lenin, el Che esta presente y creo que Fidel y Raúl tendrán mucho que decir. La URSS fue es y sigue siendo ejemplo de lucha y de internacionalismo proletario , a pesar de la traición y entrega de gorvachov al imperio, y ahora esta tomando en parte lo que fue ahora Rusia interviniendo para que el mundo polar del imperio norteamericano ya no siga haciendo en el mundo los crímenes de lesa humanidad. Muy mal camarada. hablar mal del amigo que cae y se levanta esa la peor traición de este escritor y no del pueblo revolucionario Cubano. Si estoy equivocado respóndame.

     
    • No conoces a Fernando. Es un pensador identificado con las ideas de Fidel y un gran estudioso de las ideas del Ché. La URSS nos ayudó pero eso no implica cegarnos ante errores que no debemos cometer.

       
  2. Este parrafo no tiene desperdicios,lo voy a publicar en Facebook a ver que piensan especialmente los Cubanos,

    El discurso del compañero Raúl el 1º de enero constituye también, a mi juicio, un llamado a que se plasme la ofensiva política socialista que es tan necesaria. El pueblo cubano ha ejercido la justicia social, la libertad, la solidaridad, el pensar con su propia cabeza, y se ha acostumbrado a hacerlo. A pesar de los enemigos, las insuficiencias y los errores, nos hemos vuelto más capaces de satisfacer las exigencias provenientes de las capacidades y los valores adquiridos por la humanidad durante el siglo XX que los pueblos de la mayor parte del mundo.

     
  3. Jose Garcia Parrales says:

    Se produjo una profunda burocratización de las instituciones y organizaciones de la Revolución, y la eliminación de los debates entre los revolucionarios. La ideología dominante en la URSS fue impuesta como el único y legítimo socialismo, y se copiaron parcialmente instituciones y políticas de aquel país. Como los rasgos esenciales del socialismo cubano se mantuvieron, el resultado fue híbrido y contradictorio. Un autoritarismo férreo se abatió sobre la dimensión ideológica y los medios de comunicación, sometidos a dura censura y a algo peor, la autocensura. El pensamiento social fue dogmatizado y empobrecido. Predominaron las ideas civilizatorias sobre las de liberación socialistas. Aunque las características positivas de la etapa les restaban importancia, aparecieron privilegios e intereses de grupos, doble moral, oportunismo o indiferencia, y otros males diversos. .VIVO EN EL CAPITALISMO OPRESOR Y RAPAZ, ENCUENTRO EN ESTE ESCRITO SIMILITUDES DE LAS CUALES EL IMPERIO IMPUSO PARA MANTENER A NUESTROS PAISES BAJO SU DOMINIO, AHORA RENEGAR DE ESE INTERNACIONALISMO PROLETARIO ES PREOCUPANTE, PORQUE NOS DIO A LOS COMUNISTAS MAS VALENTIA DE LA QUE TENIAMOS PARA LUCHAR TAL CUAL COMO LA REVOLUCION CUBANA CON EL COMPAÑERO FIDEL COMO LIDER INDISCUTIBLE. DECIR QUE LOS MEDIOS DE COMUNICACION FUERON SOMETIDOS A CENSURA QUIZAS, PERO ACA EN EL CAPITALISMO LOS MEDIOS DE COMUNICACION HACEN DE NUESTRO PUEBLO EL FESTIN IDEOLOGICO A FAVOR DEL IMPERIO. CAMARADA IROEL. EN PROXIMOS DIAS TENDRE MI ESCRITO Y ESPERO SE PUBLIQUE. GRACIAS HASTA LA VICTORIA SIEMPRE.

     
  4. chilecuba says:

    El comentario del co. Jose Garcia Parrales es precisamente una prueba de la certeza de muchas de las ideas y argumentos de Martínez Heredia. Pero con todo respeto, porque puede tener esa honesta convicción, le invito a leer lo fundamental de la obra de Heredia y sé que se retractará de al menos, llamarle intelectual a sueldo del imperialismo. Varias veces se ha reconocido el papel de la URSS en la historia de Cuba, que fue sencillamente decisivo, y no sólo para Cuba, pero eso no debe impedir el análisis crítico, tal como lo hace Fernando. Si hoy existe un pensamiento en Cuba que se debe considerar cuidadosamente, es el de FMH, su obra toda, su ejemplar trayectoria si se piensa que sufrió en carne propia las consecuencias de aquella etapa en que se comenzó a perder el rumbo. PEro no se puede descontextualizar lo que entonces pasó y es imposible abordar eso en un comentario. Pero ir a la obra toda de FMH permite comprenderlo un poco más. Ese trabajo suyo es de los que se debieran estudiar en los círculos de estudios, pero no como una “tarea” ideológica formal más, sino por la propia voluntad de cada uno de klos interesados en los destinos del país. Invito a su lectura.

     
  5. Jose Garcia Parrales says:

    Entre el final de los años ochenta y los primeros noventa, el tiempo del proceso de rectificación, la gran crisis económica y el desprestigio mundial del socialismo, no solo naufragó en Cuba el mal llamado marxismo-leninismo: se produjo un alejamiento bastante generalizado de todo el marxismo.NO MAS COMENTARIO . GRACIAS CAMARADA PUEDO ESTAR EQUIVOCADO LEERE SOBRE FMH

     
  6. Alejandro Donaire says:

    La encrucijada a que esta sometida la sociedad cubana para mantener y desarrollar el proyecto socialista, antes que todo con ideas a plasmar y revisar en la práctica, se reflejan en este interesante articulo.me alegro que exista esta inquietud creó que sirve no solo a Cuba y a su pueblo, sino que a los que en otras partes del mundo tenemos esperanzas de frenar y redireeccionar la vida demencial del capitalismo mundial,Solo un par de palabras sobre la Urss.Su aporte al desarrollo del mundo es invaluable,¿Cuantos profesionales del llamado tercer mundo se formaron allá,con conocimiento técnico y convicción política de cambiar las relaciones humanas¿ Eso solo a modo de un mínimo ejemplo,hoy a los revolucionarios de las ex Urss les toca la dura tarea de recrear su experiencia en un nuevo proyecto socialista,la realidad de los trabajadores de esas regiones así lo exige. Gracias por vuestras publicaciones, alimentan el espíritu y la esperanza.

     
  7. VICENTE DE LA CRUZ MALGTEZ MONTIEL says:

    MUY INTERESANTE ENFOQUE EL DEL COMPAÑERO, FELICICITACIONES AL INCISIVO Y TALENTOSO ESCRITOR Y A LA PUPILA QUE SE HONRA EN DAR A CONOCER SUS IDEAS.
    SALUDOS REVOLUCIONARIOS DESDE NICARAGUA.
    VICENTE DE LA CRUZ MALTEZ MONTIEL,
    MEDICO INTERNISTA, QUIMICO FARMACEUTICO Y PERIODISTA.

     
  8. Rodolfo Crespo says:

    El diagnóstico de Martínez Heredia sobre las reformas en Cuba y las opciones históricas de la izquierda antisistémica* cubana
    Rodolfo Crespo (España)
    El número 165 de la Revista de Cultura Cubana “La Jiribilla” del 8 de febrero al 14 de febrero de 2014 Año XII, La Habana, Cuba, publicó una intervención del ensayista e intelectual cubano Fernando Martínez Heredia realizada el 10 de enero de 2014 en el espacio Catalejo, de la Unión de Periodistas de Cuba, a un grupo numeroso de miembros donde habló sobre el tema del título (“Revolución, cultura y marxismo”)(1) con que apareció raudamente en varios medios digitales (Cubadebate el 11 de febrero, y las importantes web Rebelión y La Haine, las de más trascendencia de la izquierda en lengua castellana, los días 12 y 13 respectivamente). En ella el también abogado e historiador cubano abordó la situación en la Isla, inmersa desde hace unos años en una reforma de su economía, instituciones, gobierno, relaciones sociales, etc, pero que tienen sus raíces desde hace más de 20 años cuando tras el derrumbe del socialismo en Europa de Este y la Unión Soviética, el gobierno cubano se vio obligado a tomar las primeras medidas para resistir el prácticamente doble bloqueo a que se vio sometida.
    Para quienes hemos visitado la isla en las últimas dos décadas de forma sistemática, nada de lo narrado por Martínez Heredia es asombroso; lo pasmoso resulta que lo que cuenta no es sobre un país capitalista, sino de uno que se dice socialista y que implementa reformas precisamente para “actualizar”, según el calificativo empleado por los propios cubanos, el modelo de socialismo vigente; sorprende además que las exhortaciones que lanza no provienen de un pensador de una izquierda en pos del poder sino de una que se encuentra él.
    ¿Pero cuál ha sido el recorrido de la Revolución Cubana?, ¿qué es lo que la ha llevado a la situación de emergencia y peligro presente?, ¿por qué el propio líder y fundador de la Revolución el compañero Fidel Castro en ocasión del acto por el aniversario 60 de su ingreso a la Universidad de La Habana, el 17 de noviembre de 2005 decía que “Los únicos que podemos destruir esta revolución somos nosotros mismos”?(2), y ¿por qué un gran observador de la Revolución Cubana como Frei Betto el 12 de febrero de 2014 (a nueve años de distancia de la advertencia de Fidel Castro) vuelve a plantear que “El principal enemigo de la Revolución está dentro de Cuba”? (3), ¿no se ha hecho nada al respecto?, ¿ha habido dejadez de sus líderes o han decidido cambiar de rumbo como lo han hecho por ejemplo los chinos, aunque sin dejar la retórica comunista y su adhesión al marxismo-leninismo?.
    Hay que decir que la Revolución cubana es en origen una revolución auténtica, su triunfo en 1959 estuvo desvinculado del apoyo de las dos grandes revoluciones sociales que conoció el siglo XX (la rusa y la china) y ninguna de sus principales figuras (el Che Guevara incluido, que siempre fue un revolucionario nómada) antes de la victoria habían establecido relaciones con dirigentes de esos dos países.
    No obstante, después del triunfo de la Revolución el 1 de enero de 1959, las medidas de ahogamiento económico que EE. UU. tomó contra el joven gobierno revolucionario (eliminación de la cuota azucarera, primer producto de exportación e ingresos cubano y el cese de los suministros de petróleo, unido al comienzo de las acciones agresivas de y desde EE. UU.) determinaron que la ayuda soviética en los primeros años del Estado revolucionario fuera decisiva, asistencia que tampoco puede considerarse enteramente desinteresada, dado que la posición geográfica de la Isla de Cuba (a sólo 120 kms de EE. UU.) y en el crisol de la “guerra fría” le conferían a la misma una ventaja geopolítica (4) que, con independencia de la intencionalidad con que la vieron sus dirigentes, benefició a Cuba, y fue aprovechada por los mismos en la creación de una sociedad justa, libre de la explotación del hombre por el hombre, y en la creación de una red e infraestructura sanitaria, educacional, cultural y deportiva que aún hoy después de un cuarto de siglo de la conclusión de dicha ventaja, todavía se conservan buena parte de aquellos logros, muchos de los cuales constituyen la admiración del mundo.
    En esta primera etapa que podríamos situar hasta 1990, año en que se desarticuló el bloque soviético y la URSS misma, el excedente de valor de que se apropiaba Cuba no tenía relación alguna con lo que ésta era capaz de generar. Dos ejemplos lo ilustran muy claramente: Durante años la libra de azúcar (460 gramos) cotizaba a 10 céntimos de dólar en el llamado mercado mundial, mientras la Unión Soviética se la compraba a Cuba a 36 céntimos, tres veces superior a su valor de mercado, es decir 2/3 partes del precio y por ende de los ingresos cubanos en concepto de venta de azúcar, primera industria de la Isla, tenían un componente geopolítico; y el segundo era el caso del minúsculo Centro de Exploración y Escucha Radioelectrónicos, popularmente llamado Base Lourdes, una base de radares soviéticos que desde 1964 operaba a 15 km al sur de La Habana, que le permitía a Moscú someter a control las radiocomunicaciones de EE.UU.: elemento decisivo de la batalla entre ambos durante la Guerra Fría; al cerrarse en 2001 se conoció que Cuba recibía 200 millones de dólares por el alquiler de la misma, cuando la venta de tabacos y puros en 2011 fue sólo el doble de esa cantidad.
    Debemos decir, para ser honestos históricamente, que no sólo Cuba se ha aprovechado y/o beneficiado económicamente de una coyuntura geopolítica favorable: Japón, Corea del Sur y Taiwán son también ejemplos de ello.
    Sin embargo, después de 1990 con la desaparición de la Unión Soviética y el bloque de estados socialistas europeos contiguos, desapareció también la preeminencia geopolítica de la cual se benefició la economía cubana durante 30 años, ahora la Isla antillana tenía que incorporarse al sistema de estados que conformaban el sistema-mundo capitalista, en un inicio prácticamente de la nada, de cero y siempre con productos de escaso valor agregado, por tanto, integrada a la periferia del sistema.
    Es en este contexto que tenemos que analizar las medidas que se comenzaron a tomar en Cuba en la década de 1990 y que ya sin muchos miramientos toma en los últimos años.
    ¿Tenía Cuba otras opciones?, ¿había posibilidad de seguir un camino alternativo a las reformas elegidas?.
    Recientemente (para no ir tan lejos ni profundizar tanto en el asunto) Claudio Katz, un connotado y eminente conocedor, como casi nadie, de los procesos revolucionarios y de izquierda de América latina decía:
    “La isla está transitando por una gran transformación, puesto que no puede avanzar en soledad hacia la meta igualitaria. El desplome de la URSS y el tránsito pro-capitalista de China han creado un nuevo escenario global, que confirma la imposibilidad de gestar aisladamente el socialismo en una pequeña localidad del Caribe…”
    “Son cambios riesgosos, pero el inmovilismo es la peor opción…cambios [que] se desenvuelven apostando a una futura maduración del proceso anticapitalista en América Latina”.(5)
    Pero si hasta un inclaudicable teórico de la izquierda latinoamericana considera, pese a sus riegos, la inevitabilidad de los cambios en la estructura socioeconómico cubana, inconcebible es que la regla que los marque sea el “pragmatismo descarnado”(6) e imperdonable que entre una parte de los aparatos encargados de lo político, del Estado y de otras organizaciones prime “la indiferencia ante el deber de apoyar tanto las críticas justas como las iniciativas positivas de las personas conscientes, una inercia descomunal y el ocultamiento o la pasividad ante lo mal hecho”. (7)
    ¿Entonces qué valor darle a esas palabras que los dirigentes cubanos dicen cuando “reiteran que lo que se hace es para el socialismo o en nombre de él.”? (8)
    ¿Sí las medidas que se han ido aplicando ya han colocado a una gran franja cultural del país “ajena a la revolución” (9), la profundización de la reforma económica detendrá o hará reversible el proceso?.
    ¿Cómo comprender que las medidas que se ejecutan actualmente en Cuba (un país considerado hasta ahora ejemplo y paradigma a seguir entre los pueblos del mundo) actualizan el modelo socialista, si según el profesor Martínez Heredia “Cuba vive una pugna cultural entre el capitalismo y el socialismo”(10)?.
    Lo que si tenemos que advertirle al intelectual cubano que congratula del ejemplar “modo pacífico” (11) en que se libra esa lucha es que no será por mucho tiempo, nunca esos dos polos opuestos han coexistido pacíficamente por mucho tiempo, el equilibrio se romperá con el estruendoso dramatismo con que siempre termina una lucha antagónica de contrarios, hoy son unos aislados jóvenes que se orinan en las calles y defecan en las aceras, pero mañana serán miles, decenas de miles, centenares de miles y no se sabe cuántos más los que protestarán contra la marginación en que los van sumiendo las transformaciones cubanas que hipócritamente se proponían actualizar el modelo de al parecer su vetusto socialismo. (12)
    Pero si la actual dirección cubana no conducirá a feliz puerto al heroico pueblo cubano porque “sería suicida suponer que un pragmatismo afortunado nos salvará” (13), ¿qué otras opciones le queda?.
    La otra es que esa “ideología conservadora de clase media”(14) que “compite por ser la rectora de los valores y del buen gusto, de la imagen social y de los criterios…de la concepción del mundo y de la vida” (15) presente ya con irremediable fuerza en casi todos los canales de la sociedad cubana, se hagan con la dirección del proceso (si no lo está ya con su potencia disimuladora de valores antisocialistas y antirrevolucionarios).
    Sí ésta llegara a ser la opción (y al parecer es la que más posibilidades tiene de hegemonizar el proceso), los resultados para el pueblo cubano serán nefastos, en efecto, casi similares a aquellos a los que llegaría si la oposición anticastrista, representante en la Isla de los intereses de la antigua burguesía cubana residente en Miami, tomara el poder, devolvería a Cuba al lugar que sólo el milagro de la geopolítica de la guerra fría la apartó durante tres décadas, un lugar en la periferia del sistema-mundo capitalista, ocupando los eslabones más bajos de la misma, pero ya sin los amortiguadores sociales que las políticas sanitarias, educativas, culturales y deportivas han aportado a la calidad de vida del ciudadano cubano.
    Esta opción fue la que conoció el pueblo ruso después del derrumbe del socialismo en aquel país, y que Rafael Poch-de-Feliú describe tan minuciosamente en su libro “La gran transición. Rusia, 1985-2002”(16) que todo cubano que se digne aún de ser revolucionario debiera dormir con él en su cabecera, sino quiere recibir el mismo destino.
    ¿Concluirá la Revolución Cubana, otrora victoriosa, radical y consecuente de esta manera catastrófica?. La evidencia empírica parece indicar que sí, pero en este sentido la Revolución Cubana no constituye una excepción desilusionante. Los movimientos antisistémicos siempre han cosechado sus mejores éxitos en la etapa movilizativa y en sus primeros tiempos (que irónicamente debieran ser los más difíciles) pero tan pronto han tomado el poder, el sistema los ha limitado y restringido en sus aspiraciones, ninguno ha escapado a esta regla, aunque siempre, la continuada operativa y acción de sus leyes, excluyentes y polarizantes, los ha renovado y regenerado en el camino.
    ¿Ocurrirá eso hoy en Cuba?, ¿se renovará entre una parte de los cubanos el espíritu redentor de 1959 que tanto brilló en los luminosos y tristes días de la Crisis del Caribe, en protesta por la inconsistencia soviética en la resolución de aquel conflicto, y que según el profesor Martínez Heredia “hoy se vuelve necesario repetir…y nada que sea menor servirá” (17) ?.
    Lo vemos muy difícil, la experiencia de los países ex socialistas de Europa del Este y de Rusia, cuyos regímenes involucionaron y transitaron al capitalismo nos enseña, que el reflujo revolucionario ha sido intenso y caló profundamente en las masas, y que en el caso cubano nada nos augura que sea diferente, cuando “en la acera de enfrente, hasta el sentido común es burgués”. (18)
    No obstante queda una remota y utópica opción, distante y quimérica, pero tampoco imposible ni descartable, y esta es que nuevos revolucionarios, que sean como tales y actúen en correspondencia con ello, reviertan el infausto y errado camino elegido. Pero ni siquiera en tal caso Cuba, por ser parte del único sistema-mundo imperante, la economía-mundo capitalista, dejará de ser parte de la periferia del mismo, pero en semejante coyuntura al menos habrá la seguridad de que los escasos valores de los que se apropiará, en función de su exiguo papel en la división internacional capitalista del trabajo, se repartirán más equitativamente, sobre bases que no tengan nada que ver con la despiadada y polarizadora distribución de recursos que se desprende de la ley del valor, que son los que rigen hoy en Cuba los repartos de la riqueza en las nuevas formas económicas que la reforma implanta.
    Anima mucho a los antisistemas del mundo, que dentro de un panorama tan adverso para las ideas progresistas en la Isla caribeña, como el que retrata en su intervención el compañero Fernando Martínez Heredia en el círculo de la Unión de Periodistas de Cuba, “emerjan sectores de jóvenes politizados o con deseo de estarlo, que rechazan el capitalismo” (19). No podríamos esperar otra cosa de un pueblo como el cubano que desde los años de la brega independentista y política de José Martí a fines del siglo XIX (y parafraseo al maestro), después del suspiro de la noche oscura, siempre vio aparecer por el horizonte puro el sol con su copa de oro.
    Notas.
    *Aquí utilizamos el término antisistémico en la misma acepción que anticapitalista, partiendo del hecho que “los llamados regímenes posrevolucionarios continúan funcionando como parte de la división social del capitalismo histórico. Por tanto, han actuado, queriendo o sin querer, bajo las implacables presiones de la tendencia a la acumulación incesante de capital. La consecuencia política a nivel interno ha sido la continuada explotación de los trabajadores, aunque de una forma reducida y mejorada en muchos casos. Esto ha llevado a tensiones internas paralelas a las existentes en estados que no eran ‘posrevolucionarios’, y esto a su vez ha provocado la aparición de nuevos movimientos antisistémicos dentro de estos estados. La lucha por los beneficios ha proseguido tanto en estos estados posrevolucionarios como en todas partes, porque, dentro del marco de la economía-mundo capitalista, los imperativos de la acumulación han operado a lo largo del sistema. Los cambios en las estructuras estatales han alterado la política de la acumulación, pero todavía no han sido capaces de terminar con ella”.
    “Lo primero y lo más importante que hay que recordar en una valoración de este tipo es que el movimiento socialista mundial, y de hecho todas las formas de movimientos antisistémicos, así como todos los estados revolucionarios y/o socialistas, han sido productos íntegros del capitalismo histórico. No han sido estructuras externas al sistema histórico, sino la excreción de unos procesos internos de ese sistema. Por consiguiente, han reflejado todas las contradicciones y limitaciones del sistema. No podían ni pueden hacer otra cosa”. Wallerstein, Immanuel. “El capitalismo histórico”. Editorial Siglo XXI. España 2012. 2ª Edición. Página 59 y 88.
    1. http://www.lajiribilla.cu/articulo/6906/revolucion-cultura-y-marxismo
    Donde publicada originalmente. Otro sitios web la reprodujeron:
    http://www.cubadebate.cu/opinion/2014/02/11/en-cuba-tenemos-que-combinar-bien-el-realismo-terco-con-la-imaginacion/.UwClp4UfiWE
    http://www.rebelion.org/noticia.php?id=180728&titular=revoluci%F3n-cultura-y-marxismo-
    http://www.lahaine.org/index.php?p=75276
    2. Fidel Castro Ruz. Acto por el aniversario 60 de su ingreso a la universidad, Aula Magna de la Universidad de La Habana, el 17 de noviembre de 2005. Disponible en:
    http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/2005/esp/f171105e.html
    3. Frei Betto. “El principal enemigo de la Revolución está dentro de Cuba”
    http://www.cubadebate.cu/noticias/2014/02/12/frei-betto-el-principal-enemigo-de-la-revolucion-esta-dentro-de-cuba/#.Uv5RAcUz4-c
    4. “El armamento que recibíamos gratuitamente de la URSS constituía una ayuda para nuestro país, que siempre recordaremos con gratitud. Pero hay que agregar, para que la valoración sea justa, que las relaciones militares con Cuba, en las condiciones de la confrontación de los dos sistemas, el socialista y el capitalista, comportaban una gran ventaja para la URSS. Luego eran relaciones mutuamente ventajosas. Cuando existían las dos superpotencias, los dos mundos y la confrontación permanente, hay que darse cuenta del valor estratégico que tenía esta islita, que no en balde en nuestro escudo está representada como la llave del Golfo. Si la ayuda que en ese sentido dimos a la URSS y los riesgos corridos pudieran medirse en valores materiales, Cuba sería acreedora y no deudora de la ex URSS.”
    Entrevista concedida por el general de Ejército Raúl Castro al señor Mario Vázquez Raña del periódico mexicano El Sol. Apareció publicada entre los días 21 al 24 de abril 1993 en el oficial Diario Granma. Disponible en: http://es.scribd.com/doc/133576069/Entrevista-de-Raul-al-periodico-El-Sol-de-Mexico-Parte-I-II-III-IV-21-al-24-abril-1993-Diario-Granma-docx
    Un análisis sustancioso del tema puede encontrarse en el artículo de Nardo Vázquez Izquierdo “La crisis estructural del capitalismo y la actitud de la izquierda”. Disponible en: http://alainet.org/active/64134&lang=es
    5. Claudio Katz. “Dualidades de América Latina III. Rebeliones y Proyectos”. La Haine, 29 enero 2014. Disponible en: http://www.lahaine.org/index.php?p=74832
    6, 7, 8, En este sentido salta la duda sobre las palabras de Raúl Castro en Santiago de Cuba el 1 de enero de 2014 cuando decía “como sucede en varias regiones del mundo, se perciben intentos de introducir sutilmente plataformas de pensamiento neoliberal y de restauración del capitalismo neocolonial, enfiladas contra las esencias mismas de la Revolución Socialista”. Pero el que dice esto, quien también es el máximo jefe del Partido Comunista de Cuba ¿está en el gobierno o en la oposición?, ¿quiénes son los que han tomado las medidas económicas que otorgan gran espacio al mercado con todas sus categorías: propiedad privada sobre los medios de producción, ley del valor, plusvalía, apropiación de excedente, explotación de trabajo asalariado, etc?
    http://www.lajiribilla.cu/articulo/6906/revolucion-cultura-y-marxismo
    9, 10, 11. Ibídem
    12. Sobre el inexacto diagnóstico de las causas de las indisciplinas sociales y las erradas medidas que el gobierno cubano planea para enfrentar lo que él considera “el deterioro real y de imagen de la rectitud y los buenos modales del cubano”, ver: “Una reflexión, varias preguntas y una advertencia a la izquierda cubana”. Diosdado Rojas Ferro. Disponible en: http://euaaldaia.es/spip.php?article1718
    13, 14, 15 http://www.lajiribilla.cu/articulo/6906/revolucion-cultura-y-marxismo
    16. Rafael Poch-de-Feliú. “La gran transición. Rusia, 1985-2002”. Editorial Crítica. 2003. Barcelona. El libro es la primera gran crónica completa de la mutación soviética del socialismo al capitalismo. Su autor fue corresponsal del diario La Vanguardia en Moscú entre 1988 y 2002.El libro que conozcamos no está editado en Cuba.
    17, 18, 19. http://www.lajiribilla.cu/articulo/6906/revolucion-cultura-y-marxismo
    rodohc21@gmail.com

     
  9. Rodolfo Crespo says:

    De Rodolfo Crespo
    Muy buenas desde España
    Como en el artículo escrito a raíz de la ponencia de Heredia he puesto mi dirección de correo he recibido hoy dos artículo en el mismo a su nombre y con esta dirección: iroelsanchez@lapupilainsomne.com
    Los artículos son éstos que me imagino que no sean suyos desde luego, se lo escribo porque los enemigos de Cuba se revuelven al parecer de odio por lo que algunos escribimos de vuestro país.
    Saludos Rodolfo y le paso los dos textos que han llegado a mi correo.
    Información del Ministerio de Educación Superior : Retos de la prensa cubana
    Recibidos
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    Iroel Sanchez iroelsanchez@lapupilainsomne.com
    2:28 (hace 14 horas)

    para mí
    Retos de la prensa cubana

    “El diario no hablaba de ti.”. canta la voz de Joaquín Sabina, mientras leo el periódico Granma. En la portada hay, como casi siempre, alguna efeméride. Un homenaje a una figura del pasado, un recordatorio, la frase que alguien dijo hace cuarenta o cincuenta años. Todas las páginas tienen ese tufo rancio del periodismo que no quiere atreverse con el presente, que evita el hoy y el ahora.
    La prensa oficial cubana no puede reformarse, porque se suicidaría. Para informar sobre la realidad nacional tendría que renunciar a su papel de propaganda ideológica. No basta con que cambie el diseño en sus sitios digitales, agregue nuevas firmas en sus reportajes o mantenga las cartas de lectores con denuncias a burócratas y corruptos. Debe ir más allá y despojarse de sus compromisos políticos y adquirir como única obligación la verdad. Pero eso. eso sabemos que no lo puede hacer.

    Espero más de la prensa que está por surgir o por consolidarse que de un “nuevo periodismo oficial”. Pero también estoy consciente de que la labor informativa hecha desde la sociedad civil, precaria e ilegalizada, debe mejorar. La información no es trinchera ni arma de nadie. Los sucesos no deben narrarse a partir de lo que queremos sino tal y como ocurrieron.

    Por su parte, la variedad temática no resulta para nada contraria a la defensa de la libertad ni de los derechos humanos. Hay muchas formas de decir y de decir bellamente. Debemos buscar entonces maneras de informar que nos hagan llegar más a los lectores del patio. Creatividad, atrevimiento y diversidad de puntos de vista nos ayudarían a ser mejores profesionales de la prensa. Vale la pena transitar ese camino.

    Por mi parte, ya estoy dando los primeros pasos. El conteo regresivo para ese medio digital que llevo preparando hace cuatro años, ha comenzado. Un nuevo reto profesional se acerca, pero no será en solitario, sino acompañada de un equipo de gente talentosa que quiere hacer periodismo con mayúsculas.

    En las próximas semanas este blog personal se transformará -frente a vuestros ojos- en un medio de PRENSA. ¡Se agradecen las palabras de ánimo!
    ………………………………………….
    El otro artículo

    Información del Ministerio de Educación Superior : Huber Matos, coraje hasta el final
    Recibidos
    x

    Iroel Sanchez iroelsanchez@lapupilainsomne.com
    3:12 (hace 13 horas)

    para mí
    Huber Matos, coraje hasta el final

    Es imposible hablar de la Revolución Cubana sin mencionar el nombre del Comandante Huber Matos, quien falleció en Miami a la edad de 95 años y acaba de ser sepultado en Costa Rica. Considerado por muchos la figura más importante en la historia de Cuba del siglo XX, Matos fue el comandante que el 21 de octubre de 1959, diez meses después del triunfo revolucionario en Cuba, y precedido en el escalafón del poder solo por los hermanos Castro, renunció a su grado de comandante denunciando la infiltración comunista en la revolución cubana.

    Huber Matos pudo haberse exilado, pero escogió quedarse, dispuesto a inmolarse para forzar a Fidel Castro a definirse. Este acto de gran coraje lo colocó en la historia de Cuba y le dio reconocimiento internacional. También le valió 20 años de cárcel, condena a lo cual le fue conmutada la pena de muerte, y que él cumplió hasta el último día. Fue un hombre íntegro a quien ni los vítores del triunfo, ni la adulación del poder, ni los horrores del presidio le cambiaron sus convicciones. Pasó su existencia defendiendo la democracia, y por ella estuvo dispuesto a morir. Ni sus más acérrimos enemigos pueden negar nada de lo antes dicho.

    Su libro de memorias, premiado con el XIV Premio Comillas, es un gran legado histórico. En Como llegó la noche, del cual se han vendido más de 100,000 ejemplares y ha sido publicado también en francés, Matos detalla la lucha idealista de la Sierra Maestra, sus veinte años en el presidio, y paso a paso, para angustia del lector, como Cuba fue entregada al comunismo.

    Conocí al Comandante Huber Matos en el año 2009 a través de mis actividades por la libertad de Cuba, y desde entonces nos unió una estrecha amistad. Juntos viajamos en diferentes ocasiones a Costa Rica, Honduras y Polonia, formando parte de delegaciones de grupos del exilio cubano. Una cosa me impresionó entonces además de sus ojos azules, casi diáfanos: el comandante, con 90 años y apariencia frágil por su delgadez, cargaba su pesada maleta, que no tenía ruedas, y rehusaba la ayuda de los hombres en el grupo. Era una muestra de su recia voluntad que hacía honor al nombre que su padre le impuso: el del naturalista suizo Francisco Huber, un hombre ciego que con la ayuda de su esposa y un sirviente estudió las abejas durante veinte años y escribió un libro sobre ellas que todavía está en uso.

    El mundo ama a los héroes, y el mundo amaba a Huber Matos. Pude precisar su inmensa popularidad en estos viajes que hicimos. En Polonia fue condecorado con la Medalla con el Escudo Presidencial. En Honduras, la gente de la calle y hasta el ex presidente, Jorge Quiroga, de Bolivia, se quisieron retratar con él o estrechar su mano. En Costa Rica lo veneraban.

    En Miami, sin embargo, tenía detractores. Aquellos que no le perdonaban su pasado revolucionario y que autorizara los fusilamientos de ex militares del gobierno de Batista como Jefe de la provincia de Camagüey. Quizás debían tener en cuenta que en el ejercicio de sus obligaciones, grandes líderes de la historia se han visto forzados a tomar graves decisiones. Roosevelt y Churchill le entregaron Polonia a Stalin en Yalta. Harry Truman autorizó la detonación de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki. Nadie los acusa de criminales. El Comandante Matos expió sus pecados con 20 largos años de torturas y privaciones en las mazmorras castristas.

    Su figura ejemplifica la rebeldía y el afán del cubano por ser libre. Y aún más, el coraje para lograrlo. Un coraje que lo acompañó siempre, y lo instó a pesar de su avanzada edad, a cruzar océanos y viajar a lejanas tierras a denunciar la opresión en su patria. Su recia voluntad siempre triunfaba, y podía soportar largos viajes en avión, con costillas fracturadas, sin moverse del asiento y sin ingerir alimentos. O caminar en temperaturas heladas con un sencillo abrigo sin guata; o estar de pie por horas sin quejarse; o cargar su pesada maleta sin ayuda.

    “Era un hombre sin estómago, sin necesidades; la marcha no lo abatía, la comida no le hacia falta y suplía todos los deseos por darle la victoria a Cuba y realizar lo que se había propuesto, la independencia de la República”. Así describió al Generalísimo Máximo Gómez, el General de Brigada del Ejército Libertador, Enrique Collado Tejada. Pero, ¿no creen que también esto describe al Comandante Huber Matos?

    El Generalísimo vio su sueño realizado, pero no el Comandante Matos. Sepan los enemigos del pueblo cubano, que él no descansará en paz hasta que ello suceda. “La lucha continúa”, fueron sus últimas palabras. ¡Hasta entonces, Comandante!

     

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