Ángel Guerra Cabrera
La segunda independencia de América Latina probablemente representa uno de los hechos geopolíticos más importantes a nivel mundial de los últimos 15 años, opina Mark Weisbrost, agudo analista estadunidense. Palabras más o menos, en este espacio lo venimos diciendo hace más de una década.
Hemos apuntado que América Latina y el Caribe forman la región más independiente del planeta, vanguardia a escala internacional en la lucha contra el neoliberalismo y el imperialismo, por la democracia participativa, por la justicia social, por los derechos de los pueblos originarios y por una relación amorosa y armónica con la naturaleza. La recuperación por los gobiernos boliviano, ecuatoriano y venezolano del andino Sumak Kawsay, “buen vivir” en quechua, es un avance filosófico y civilizatorio de proporciones gigantescas que podría servir de base a la construcción de sociedades ajenas a la depredación ecológica y al consumismo. Naturalmente, esto podrá conseguirse más pronto mientras más países rompan con las políticas del Consenso de Washington de modo que sea posible construir, como propone la Alba, una zona económica latino-caribeña que gradualmente gane autonomía al mercado capitalista mundial.
Claro, existen gobiernos de derecha como los de México, Costa Rica, Panamá, Colombia, Perú y Chile, pero incluso ellos tienen que ajustarse a esta realidad y lo prueba el hecho de que se hayan sumado a las instituciones de unidad e integración regional como la Unasur y la Celac. No es casual, por citar lo más reciente, que ninguno haya suscrito la declaración de 25 países promovida por Washington que exige una “fuerte respuesta internacional” a Damasco por su presunto uso de armas químicas.
Aquí hemos dado cuenta de hechos trascendentales que han marcado el giro hacia la segunda independencia de América Latina. Entre otros, la elección de Hugo Chávez como presidente de Venezuela (1998) o el no al bushista Alca dado por él junto a otros mandatarios suramericanos en la Cumbre de las Américas de Mar del Plata(2005).
Contundentes gestos de independencia y dignidad de líderes latino-caribeños son cada vez más frecuentes. Esta semana admiramos la rotunda cancelación por la presidente brasileña Dilma Rouseff de la visita de Estado que se suponía realizara a Washington a fines de octubre. El hecho no sorprende pues ella había advertido a Obama en varias ocasiones, incluso personalmente en la cumbre del G20, que no acudiría a la cita si no le daba explicaciones y le ofrecía disculpas escritas por el escandaloso espionaje a sus telefonemas y correos electrónicos así como a los de dependencias y empresas brasileñas como Petrobras, denunciado por el informático Edward Snowden.
Dilma contó después de su plática con Obama: “Le dije que quiero que me explique todo, que en inglés se dice everything”. Al suspender la visita la presidencia de Brasil declaró: “las prácticas ilegales de interceptación de las comunicaciones y los datos de ciudadanos, empresas y miembros del gobierno brasileño constituyen un hecho grave, atentatorio a la soberanía nacional y a los derechos individuales, e incompatible con la convivencia democrática entre países amigos”.
El hecho es más notorio porque en el protocolo yanqui una “visita de Estado” no es lo mismo que una mera visita oficial y se le considera un honor conferido a muy pocos dignatarios extranjeros, no declinado hasta este momento por ninguno. De ese tamaño es el rechazo de Dilma a la violación de la soberanía de su país.
Para nadie debería ser un secreto que, como apunta Weisbrost, “Washington aún ve el giro hacia la izquierda de la región –y la independencia consolidada por sus gobiernos de izquierda–, como un cambio temporal que puede revertirse”. Pone de ejemplo el apoyo de Obama a los golpes de Estado en Honduras y Paraguay y, en general, su poca disposición a concretar con hechos el “nuevo comienzo” que prometió a América Latina en 2009.
Estados Unidos no acepta una América Latina independiente. Allí están el golpe de Estado de 2002 contra Chávez y los actuales intentos desestabilizadores contra Caracas, el golpe “cívico” contra Evo, el que intentó asesinar a Correa y la feroz escalada del ejército mediático del Pentágono contra los gobiernos independientes de la región. Relucientes reclutas de ella, los contrarrevolucionarios nacidos en Cuba que se hacen los graciosos por CNN en español. No debemos ver como ajena la arremetida contra Siria.
Twitter. @aguerraguerra
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Pues bueno Iroel. Creo que este año, los chilenos daremos otra buena noticia al mundo decente y civilizado, dándole una feroz patada en el trasero a la extrema derecha, actualmente en el gobierno. Bien por América Latina, aunque aún ostenta gobiernos que dan vergüenza ajena por lo sumisos y rastreros ante Washington.
Un abrazo desde Chile