El maestro José Luis Fariñas regresa a La pupila insomne con su poema “Otras estaciones o de Tokio a Madrid” y esta acuarela titulada “La noche” con otra de sus maravillas visuales.
Otras estaciones o de Tokio a Madrid
A M.H.
El ancla no redime como decían,
¿acaso estoy sordo para lo que pule y sana?
La rata domada muerde la boca del dragón
y deja un sabor de cobre en sus nueve ojos,
deformaciones tan fértiles como la noche;
me hundo en sus fragores y adelante,
es una cadencia de hilos cortados.
Por eso cuelgo también doce ángeles más arriba,
sin la melagenina del cambio,
sin el estrago comiéndose mis hombros.
A veces el ancla es un parque de iglesia
o una panadería enterrada,
o el pozo de Odín visto desde abajo,
o todas las espinas que ha lavado el Ganges.
No es tiempo de Marsellesas,
la dentadura de la Milagrosa se abre paso.
Hay sacos para mil pequeños horrores,
sacos abiertos por todas partes;
bolsas multicolores para las almas muertas.
Pero de todas las cuentas que me trozan,
es la tuya la más inocente.
Poco antes del próximo 1789 cerrarás la fiesta,
y habré de saciarte con pobreza de hechiceros.
Las manzanas no lloran,
pero éstas son las que nos esperaban menos;
por eso no hay un solo mesías
y haremos con lo que resta un nacimiento,
un destrozo involuntario para salar el sueño
y desecar en propia sombra lo que no cumplimos,
regenerando el pan con los fuegos del profeta.
Me dejas sobrando,
niño de tres mundos que se aleja
hacia la corteza impensable;
si me quisieras con otro corazón,
con otro fango en la palabra,
aunque solamente niego que existo
cuando estás aquí para salvarme.
Déjate caer sin color ni agua,
déjanos ir donde ni se oiga la tierra,
donde podamos derrumbar la ciudad del alma
hasta quedar extrañamente puros
como viejos anacantinos sobre un cobertizo.
La forma se burla de la forma,
estamos calle abajo, los curtidores no nos quieren,
ya somos sabios y el bosque casi nos merece;
pero nos duele un poco de más cualquier visión
en las raíces que se desprenden
con cada nuevo palmo de renuncia.
Otro magnífico poema, algo hermético esta vez, como para no dejar dudas de talento y buen oficio.
Admira la prolífica y atinada obra del poeta-pintor (sí, aunque muchos dirían, del pintor-poeta; pero, es que encuentro tanta poesía en su pintura, como en sus poemas y, para mí, prima el poeta.
Ser un artista prolífico y atinado, es una gracia de los grandes, de los destinados a la posteridad. Pienso, que el autor va ganándose, por mérito propio, ese derecho de trascender.
Mis mejores votos al maestro Fariñas, y muchas gracias a Iroel, por presentarnos sus obras.
José Valle